Marea Editorial

Ariel Goldstein: “El evangelismo es la esencia del bolsonarismo en el poder”

El docente e investigador en Ciencias Sociales viene estudiando el fenómeno que vincula partidos políticos de derecha con el evangelismo, particularmente los casos de Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en EE.UU. En esta entrevista profundiza en las causas de este vínculo.

Un presidente brasileño que se declara elegido por Dios; un golpista boliviano que irrumpe en una casa de gobierno con una Biblia y una bandera; un candidato a presidente argentino que se hace bendecir por un pastor. Este tipo de imágenes se han vuelto comunes en el escenario latinoamericano de los últimos años, todas asociadas al fenómeno de los evangelismos. Como telón de fondo, la presidencia de Donald Trump, hoy en sus días finales, marcada por un fuerte apoyo de algunos líderes neopentecostales norteamericanos, con quienes, de todos modos, mantiene una relación no exenta de tensiones: somos testigos de eso con las recientes condenas de parte de líderes evangélicos a los eventos ocurridos en el Capitolio norteamericano el pasado seis de enero.

Como una presencia fantasmagórica, el evangelismo, asociado a las “nuevas derechas”, se ha convertido en un rival y en un enigma para los sectores progresistas de los movimientos nacional-populares latinoamericanos. Algunos los conjuran como un bloque homogéneo, de accionar conspirativo, otros llaman a adoptar una visión más comprensiva, que trate de entender un fenómeno religioso que tiene dimensiones plurales y que, de forma aparente, llegó para quedarse.

En esta línea, desde una aproximación científica, pero sin simular una neutralidad impostada, habla Ariel Goldstein, autor del reciente Poder evangélico: Cómo los grupos religiosos están copando la política en América (Editorial Marea, 2020), y también autor de Bolsonaro: La democracia de Brasil en peligro (Editorial Marea, 2019). Dialogamos con él en una videollamada a fines de diciembre, mientras el Congreso argentino votaba el proyecto de aborto legal, seguro y gratuito.

El fallo Roe vs. Wade (1973) en EE.UU. fue un nudo muy importante en la historia de la irrupción de los evangelistas en la política. En Argentina, algunos presentan los debates en torno al aborto y a los feminismos en los últimos años como un evento similar, sobre todo considerado la candidatura de Gómez Centurión en el 2019 y las señales a las comunidades evangélicas de parte de los partidos mayoritarios. ¿Se puede establecer esta comparación a la hora de pensar una “entrada” del evangelismo en la política o en realidad es un proceso que en la Argentina se viene dando hace tiempo y quizá no se le prestaba tanta atención?

Por un lado, me parece que comparte una similitud, que es que cuando estos grupos se sienten amenazados en su modo de vida salen a las calles a visibilizar sus reclamos. Eso pasó tanto en Roe vs. Wade como en el aborto ahora. Pero a la vez me parece que ese movimiento evangélico, y conservador cristiano en un sentido amplio, es mucho más fuerte en EE.UU. que en Argentina, desde el punto de vista histórico, en su influencia, y en su alianza con el Partido Republicano. Acá no podemos ver tan claramente una alianza entre un partido dominante como es el Partido Republicano y estos grupos, sino que son distintos, están más divididos y construyen vínculos particulares con distintas fuerzas políticas, pero no hay una alianza con las características de la dinámica norteamericana.

En Argentina aparece más fragmentado, pero en Brasil, a pesar de existir un sistema de partidos muy fragmentado, ¿existe un fenómeno mejor organizado?

En el caso de Brasil, me parece, existe una organización más clara. De hecho, yo hablo de que Brasil y EE.UU. son los dos “modelos exitosos”, y los equiparo un poco. Brasil se parece más a EE.UU. que Argentina. Ahí si hay una organización con diputados en el Frente Parlamentario Evangélico, con Record TV como medio de comunicación masivo. En Centroamérica no se si está tan organizado, pero han crecido un montón, e incluso en algunos países, Guatemala, por ejemplo, se aproximan a ser la mayoría de la población, que es algo que no ocurre en ningún otro lugar del continente. Es interesante el capítulo de Estados Unidos, porque muestra cómo toda esa doctrina, esa forma de organización religiosa, luego se va expandiendo a otros países de la región, porque uno podría decir que Estados Unidos es la casa matriz de este evangelismo político (que eso es algo que después llega a Colombia y otros países de la región) pero en Estados Unidos empieza a principios del siglo veinte. El modelo brasileño, como antes mencionamos, presenta un escenario de partidos políticos muy fragmentados, a diferencia del bipartidismo norteamericano, pero de todos modos el evangelismo se organiza en torno a una coalición parlamentaria. En Argentina les falta esa capacidad de construir organización política, de traducir la territorialidad que tienen las iglesias en una organización política. Lo de Gómez Centurión no funcionó, fue una candidatura que existió, pero incluso, a estas alturas, el Frente NOS está dividido.

Su candidata a vicepresidenta lo declaró caduco…

Si, Cynthia Hotton.

En un momento, el libro relata que, en el 2017, el Papa Francisco hizo una visita a Cartagena alarmado por el crecimiento de los evangelicos. ¿Cuánto de la agenda de la Iglesia Católica está dedicándose a responder al crecimiento evangélico? 

Bueno, si uno mira los viajes del Papa Francisco en 2013, fue a Brasil, que es el escenario privilegiado de todo esto, después fue a Colombia, después fue a Panamá, porque quería hablar para toda América Central. En su momento se hablaba, también, de que Francisco quería permitir que los sacerdotes que estuvieran casados pudiesen dar misa y ser reconocidos por la Iglesia Católica, como una forma de contrarrestar el avance de los pastores evangélicos en el norte de Brasil, pero los cardenales conservadores de la Iglesia no quisieron. Además, está toda esta dimensión carismática que Francisco quiere volver a introducir en la Iglesia, la idea de una Iglesia para los pobres. Claramente son intentos de dar una respuesta a esta situación. Lo que no está claro es si va a ser una respuesta que va a conseguir ser exitosa porque pareciera que este fenómeno ha avanzado muchísimo en la región. Me juego por decir que la respuesta católica no va a poder contrarrestar el avance evangélico, que está muy avanzado. La Iglesia Católica enfrenta diversas crisis, la crisis de los abusos sexuales y la pedofilia, la crisis porque es una iglesia con una estructura demasiado vertical… A veces, en nuestros países, las iglesias evangélicas tienen mayor plasticidad para adaptarse a distintos contextos sociales, mientras que las estructuras de la Iglesia Católica, que son milenarias, por más que haya un Papa renovador, demoran en introducir cambios concretos en la vida de los fieles y en la dinámica de las iglesias. En cambio, los evangélicos tienen ya por nacimiento, por las corrientes internas que se han dado en los últimos veinte años, del pentecostalismo y el neopentecostalismo, una mayor plasticidad y adaptabilidad. Está en su génesis, en la esencia del fenómeno religioso que ellos desarrollan. Entonces, me parece que no van a poder fácilmente detener el avance evangélico. Además, hay una relación clara en ese sentido: caen los católicos y aumentan los evangélicos.

En ese mismo sentido, pensaba también en, por ejemplo, Bolsonaro haciéndose bautizar evangélico a pesar de ser católico, Macri haciéndose bendecir por evangélicos, y otras imágenes similares que empiezan a aparecer. ¿Cómo manejan ese dualismo las derechas latinoamericanas, que tradicionalmente siempre estuvieron alineadas con una facción de la Iglesia?

Surge un poco la disputa. Es parte de la competencia que surge entre distintos grupos religiosos, entre los que puede haber alianzas en algunos momentos, como es el caso del aborto, y otros en que surge una dinámica más conflictiva, más competitiva, por ejemplo, este fenómeno de los pastores que atacan a las vírgenes de cada país, como ocurre en Costa Rica o Paraguay. Existe una guerra simbólica en la que se disputa quién tiene la legitimidad. Como una característica de este conflicto, la Iglesia Católica parece ingresar en la política con mayores mediaciones, mientras que las iglesias evangélicas tienen una forma más directa de involucrarse, que se combina con su forma artesanal y descentralizada de hacer política.

Me recuerda lo distintos que son los partidos demócrata-cristianos de Latinoamérica, de país a país, y en cambio lo similares que son los “políticos evangelistas” a nivel continental.

Ellos hacen plenarios, reuniones. Pienso, por ejemplo, en Fabricio Alvarado, que fue el candidato a presidente en Costa Rica, viajando a Perú para reuniones dentro de agrupaciones evangélicas que buscaban influenciar políticamente en la zona y dando charlas a políticos locales.

Siguiendo esta línea, con la llegada de Joe Biden (que es católico, lo cual es una rareza en la presidencia de Estados Unidos) ¿puede ocurrir un realineamiento o al menos un cambio dentro de Estados Unidos, que estos últimos años estuvo muy marcado por el evangelismo de la gestión trumpista?

No, o sea, los pastores, que gustan del poder, tienen también vínculos con el partido demócrata. Si bien es cierto que la mayoría de los evangélicos blancos – no todos – votaron a Trump en las últimas elecciones, también Trump ganó el estado de Florida con el voto latino y existió un peso muy fuerte de las iglesias evangélicas para este desenlace; aunque no es el único factor, dado que muchos de estos inmigrantes vienen de países con gobiernos de izquierda, corruptos o autoritarios, y entonces articulan una idea que asimila a los demócratas con eso y votan a Trump. Pero también hay vínculos del Partido Demócrata con las iglesias. El último evangélico progresista fue Jimmy Carter. Hay que tomar en cuenta el reacomodamiento electoral que implicó el Acta de Derechos Civiles de 1964, que consolidó el paso del voto sureño, que históricamente era demócrata, al bando republicano, sobre todo entre blancos, y la campaña presidencial del republicano Barry Goldwater, en este sentido. El ascenso al poder de Ronald Reagan termina de consolidar este realineamiento republicanos-evangélicos-blancos. Pero, volviendo a la actualidad, por ejemplo, hay una revista muy importante en el mundo evangélico norteamericano que es Christianity Today, creada por Billy Graham, un pastor muy importante, que publicó una editorial muy crítica de Donald Trump, que hizo que Trump se ponga furioso al ver amenazada su base electoral más importante, que es el evangelismo. Entonces, ahí ya tenés un sector importante que podría tender lazos con el Partido Demócrata. No es todo monolítico. Justamente, una de las principales características del fenómeno evangélico es que es diverso y heterogéneo, lo que no significa que sea totalmente heterogéneo. Hay muchas iglesias, pero también hay organizaciones que nuclean a esas iglesias. Por ejemplo, acá en Argentina está ACIERA, en México está CONFRATERNICE, en Brasil está el Frente Parlamentario Evangélico y la Asamblea de Dios, que tiene sus autoridades y es una iglesia enorme, entonces o es una pura heterogeneidad, es un intermedio, y en parte su capacidad de intervención política proviene de ahí, son heterogéneos y adaptables, pero logran cierta homogeneidad para poder negociar con la política.

Hoy [22 de diciembre] veía que el alcalde de Río de Janeiro había sido arrestado por corrupción…

Marcelo Crivella

¿Existe una alineación entre los discursos anticorrupción y el evangelismo, siendo los discursos anticorrupción un modo de ordenarse ideológicamente que han tenido las derechas latinoamericanas estos últimos años?

Sí, sí existe esa relación. Porque incluso han existido marchas de los evangélicos contra la corrupción. Además, está todo ese elemento de la pureza moral, de la pureza religiosa, de la conversión religiosa, que se enlaza con un uso de la cuestión de la corrupción en clave religiosa. Si se quiere, incluso, eso tiene mucho que ver con el fenómeno Bolsonaro, que fue atacado, recibió un cuchillazo, y esa fue la demostración mística de que era un candidato frente a una clase política corrupta. Ahí se mezclan estos elementos y es parte del éxito político de fenómenos como el de Bolsonaro.

Y Crivella había sido derrotado por un opositor, Eduardo Páez, hace un par de semanas. ¿Puede tensionarse o modificarse la alianza entre bolsonaristas y evangelistas producto de estas derrotas?

Creería que no. En las últimas elecciones de Brasil muchos de los candidatos que apoyaban a Bolsonaro perdieron, entre ellos Crivella, que era el más importante, porque Crivella es el sobrino de Emir Macedo, el fundador de la Iglesia Universal, así que es como la imagen cristalizada de la alianza de Bolsonaro con la Iglesia Universal. Pero no creo que esa relación se resienta. Hay que considerar también, respecto al arresto, que la justicia en Brasil actúa en forma independiente al gobierno, en comparación a, por ejemplo, la justicia argentina. Los gobiernos del PT promovieron esa autonomía. Muchos gobernadores y otros políticos están presos o han estado presos. Esa autonomía no implica una neutralidad o falta de interés político de la justicia. Es decir, este evento, el arresto de Crivella, no tiene por qué provenir de una debilidad del gobierno o de la alianza evangélicos-bolsonaristas. Bolsonaro tiene el elemento más claro de apoyo ahí. El resto de sus alianzas son más complicadas, más cambiantes. Por ejemplo, con los empresarios, Paulo Guedes, los liberales, tiene conflictos, dado que a su vez chocan con el Ejército que presiona por una agenda más nacionalista, más estatista, y están también los “lavajatistas” que apoyaban a Sergio Moro, pero él ya no está en el gobierno. Y con el Ejército además tiene una relación tirante, porque por un lado lo apoyan, pero también se sienten avergonzados por su comportamiento. Los evangélicos no son un apoyo incondicional, pero son lo más parecido que tiene a eso. Él les da mucho, y ellos le dan mucho a él. Esa relación no es la esencia del bolsonarismo durante la campaña, porque ahí tenía un apoyo más claro de otros grupos, pero sí es la esencia del bolsonarismo en el poder. En ese sentido, creo que esa alianza va a permanecer.

Para ir cerrando, quiero reciclar una pregunta que ya usé en otra entrevista, como continuidad. Observando el fenómeno de las alianzas entre evangélicos y nuevas derechas, ¿se puede hablar de que existe un fortalecimiento de la derecha electoral, o un retroceso de los progresismos, o estamos frente a una crisis de las derechas democráticas, que no pueden presentar una oferta electoral sin recurrir a elementos como los evangelismos radicalizados, libertarios de ultraderecha o grupos militaristas? Pienso, por ejemplo, en el PRO argentino, que en 2011 se presentaba como una derecha más obamista, y hoy tiene a una de sus líderes más populares, Patricia Bullrich, juntándose con youtubers e influencers de ultraderecha.

En algún punto se está desarrollando en distintos países de Latinoamérica esta cosa de los youtubers e influencers de derecha, pero también los hay de izquierda, y quizás como defienden ideas que son más parecidas a las de uno no nos llaman tanto la atención. También hay influencers de izquierda que son muy populares. Es cierto, de todos modos, que pareciera que los de derecha son más exitosos, hay una juventud que se siente atraída con la comunicación, y existe ahí una amalgama con los grupos evangélicos, que también son muy exitosos comunicando en las redes sociales. Pero me parece, también, que el bolsonarismo es un fenómeno muy específico. En Argentina, el principal candidato para el 2023 es Larreta, y Larreta es más parecido al PRO del 2011 que a Bullrich. Quizás lo que ocurre es que estamos viviendo un momento de crisis muy profundo, por la pandemia, entonces dentro de las derechas se genera una crisis de identidad sobre cómo se ensayan distintas estrategias para responder a la crisis. En el Frente de Todos también tenés distintos sectores, más radicalizados y más moderados y centristas. Está claro que el triunfo de Bolsonaro en Brasil aumentó los incentivos para que los grupos de derecha radical se formen y aparezcan en distintos países de Latinoamérica. En varios países se ven las dos vertientes, una derecha más moderada, como Piñera, y una más radicalizada, como el PLR [Partido Republicano, conformado en Chile durante el 2019 en oposición a Piñera]. En las municipales brasileñas a la centro-derecha le fue muy bien. En Argentina pasa lo mismo, hay una crisis de identidad, hay una lucha dentro de las derechas para ver cuál es la corriente más dominante. Es el resultado de la profunda crisis que estamos viviendo. Eso está pasando en todo el mundo. También en el Partido Republicano tenés más moderados y más trumpistas. La característica ahí es que en los últimos años estos grupos de derecha radical se hicieron más visibles y tuvieron resultados electorales y dominios que antes no tenían. Pero de todos modos sigue habiendo distintas vertientes. Me parece que esta crisis que estamos viviendo agudiza estas divisiones y como resultado genera, como ya dijimos, incentivos para grupos de derecha radical que quieran tirar el anzuelo a ver si pueden sacar algo, vemos surgir elementos estilo Milei y Espert, que dicen que la clase política está conformada por ladrones inútiles y ellos son mejores. Es lo que hizo Bolsonaro en Brasil, capitalizar el descontento antipolítica. La crisis de la pandemia y la crisis económica crea incentivos para ese tipo de estrategias, pero dentro de la derecha siguen existiendo distintas vertientes.