Marea Editorial

“Cordero de Dios”: el libro del caso Candela

HURLINGHAM. Editorial Marea acaba de lanzar «Caso Candela, Cordero de Dios» de la periodista Candelaria Schamun. Una crónica pormenorizada del crimen de Candela Sol Rodríguez que conmocionó a Hurlingham y al país.
«Candelaria Schamun aceptó una misión difícil: investigar y narrar la trastienda de un crimen aún no resuelto, el de la niña Candela Sol Rodríguez.
Entre la novela negra y la crónica urgente Schamun se desplaza por un Conurbano sórdido y marginal. Allí, en esta trama compleja, los malos resultan ser inocentes y los insospechables, fértiles semillas de maldad. En la tradición Walshiana de un periodismo comprometido, con valiente sensibilidad, la cronista reconstruye los últimos días de la niña desaparecida y luego asesinada, su particular genealogía familiar, el mundo de transas, chorros y policías corruptos en el que se crió y en el que murió asfixiada, envuelta de misterios. Esta crónica busca la justicia de la literatura para Candela; y revela la oscuridad del poder político, la policía y la justicia, condenados a ser las principales sospechosos del asesinato que conmovió al país». Así describe el escritor y periodista Cristian Alarcón el trabajo de Schamun.
«Yo estaba trabajando en Clarín. En el Facebook había una alerta de Red Solidaria: decía que en Hurlingham había desaparecido una nena de 11 años, daban las características de Candela y decían cómo estaba vestida. Yo la propuse en el diario y no me dieron bola, pero insistí y saqué la primera nota el día 23 de agosto, un día después de haber desaparecido Candela» cuenta Candelaria Schamun. En un reportaje publicado en el sitio Cosecha Roja; allí la autora relata algunos pormenores del caso que marcó a Hurlingham.
-¿Qué se sabe de cómo mataron a Candela?
-La persona que la mató es un tipo que sabe matar. Hay peritos forenses que dicen que el que mató a Candela no es la primera vez que mata. La forma en que lo hizo, con las manos apretándole la nariz, es la de alguien que tuvo contacto físico con la víctima, y eso lo hace alguien que ha asesinado antes, alguien con mucha frialdad.
Además, ese mismo asesino sabía cómo preparar el cuerpo para que no encontraran ningún rastro de nadie. Candela estaba sin rastros de otros, no había ni una huella. Según la autopsia, la nena estuvo bien cuidada, comió tres horas antes de morir; estuvo muy hidratada, nunca tuvo las manos atadas, nunca le taparon la boca. Eso da a suponer que estuvo con alguien conocido; o por lo menos que en el lugar en que ella estuvo, estuvo tranquila. Osvaldo Raffo, un perito forense de los que más autopsias ha hecho en Argentina, que vio el cuerpo de Candela y fue asesor en la autopsia, dijo que cuando el cadáver es el de una persona que fue secuestrada, el rostro se ve como el de alguien que ha estado enfermo, de alguien que ha sufrido, y le quedan grabadas las señas del estrés traumático generado por el secuestro. Y a Candela la encontraron bien, sin ese trauma en el rostro. Esto para decir que estuvo con alguien que la conocía
y que fue tratada bien, de un modo «amigable». Candela era muy inteligente, muy pilla, y no la podían mantener así, mal, sin que gritara, sin que hubiera querido defenderse.
¿Cómo ocurrieron, entonces, las detenciones y cómo continuó el proceso?
-Cuando encuentran a Candela, que no fue la Policía sino dos nenes que estaban revolviendo basura, y había 1.600 policías buscándola, la Justicia tenía el cuerpo de una nena que no tenía una huella encima, no había nada. Se encontraron una casa, que había un vecino que dijo que había allí movimientos extraños, en realidad una mudanza, y ahí encontraron un vaso y un recipiente con ADN compatible con el de Candela. Llamativamente, Carola se cansa de repetir que a la nena se le caía mucho el pelo y en esa casa no hallaron ni un pelo de Candela. No había nada, sólo dos objetos totalmente movibles. Entonces, tenían una casa y empezaron a poner adentro cosas. Primero ponen presa a la dueña de casa, Gladis Cabrera, y después ponen preso a Néstor Altamirano, que era el que le daba de comer al perro de esa casa. Y después metieron adentro a un fletero y a dos personas más que fueron a buscar muebles en esa casa. Apareció la declaración de un inquilino, Juan Ángel Inciarte, de San Martín, que es perfecta, tanto que resulta inverosímil: nunca estuvo o durmió en esa casa, es de San Martín, y no estuvo ni un día preso. Se le tomó declaración y se lo dejó en libertad. Es un tipo que, para mí, puede llegar a ser la punta de algo: no se lo buscó, no se lo entrevistó, no nada, es enigmático. Metieron presas a estas personas, y la policía se dio cuenta de que eran cinco perejiles que no tenían ni un antecedente, y empezaron a buscar a los rufianes del barrio que tenían algún tipo de antecedente. Ahí caen algunos más, que creo que tampoco tienen nada que ver con este caso. No hay ninguna comunicación que los conecte, no hay nada que los conecte al uno con el otro, no hay ADN del asesino en la casa de la calle Kiernan, no hay una escama de pelo o ADN, no hay nada.
Como autor intelectual, lo meten al Topo Moreira, que es un tipo que toda la vida fue buchón de la Policía Bonaerense. ¿Por qué? Porque se la querían dar. Hay dos maneras de callar a un buchón: o lo meten preso, o lo matan. A este lo callaron poniéndole la pena más alta, que es como autor intelectual del crimen. Tenía una relación de la infancia con el padre de Candela, y él lo menciona en alguna declaración, o la Policía dice que «hay indicios de que lo menciona». Están todos imputados, Gladis Cabrera y Néstor Altamirano, como partícipes necesarios, Hugo Bermúdez, un hombre de apellido Gómez, un tal Leonardo Jara, el Topo Moreira, y otro más. Están imputados, pero libres, menos Jara. Para mí no tienen que ver con el caso.
-¿Y qué piensa de la cobertura periodística durante los principales hechos del caso?
-Para mí hay que remarcar cómo se bastardeó a Candela. En algunos sectores, incluso en la Justicia, se dijo que Candela era abusada desde los 9 años. La autopsia dice que la nena fue violada, abusada, antes de morir. Tenía una fisura en el ano compatible con un objeto duro y romo. No habla de abuso, no habla de una actividad sexual diaria, como lo quisieron decir. Todas las personas que entrevisté me dijeron que no era una nena abusada. Empezaron a mostrar fotos de Candela, en poses, tirando un besito, y comenzó una voz subterránea: «era porque se lo merecía». Criminalizaron, otra vez, a una víctima de 11 años.
Desde lo macabro de esperar al gobernador hasta lo perverso de criminalizarla, todo juega en contra del caso.
-¿Quiénes son Hugo Bermúdez y Leonardo Jara?
-Hugo Bermúdez esta sindicado como el autor material del hecho. Los vecinos dicen que vende droga al menudeo. La causa que llevó adelante Tavolaro está armada en un alto porcentaje en base a testigos de identidad reservada, que en su mayoría son buchones de la policía o gente apretada por la propia policía.
Hay una llamada que el fiscal toma, que daría una conexión entre Bermúdez y el Topo Moreira. Y en realidad esa llamada no tiene nada que ver, es una llamada con otro Hugo, que es un cuñado de Moreira.
La Cámara de Casación incluso pone en duda que en la casa haya estado Candela. Entonces se cae, por efecto domino, la gente que estaba dentro. De Jara se dice que hizo la llamada extorsiva desde un locutorio de Retiro. Se decía que era como el noviecito de la nena. La misma madre dice que es una locura que Jara sea el noviecito de la nena.
-¿Hacia donde apunta tu libro?
-El libro se compone de cuatro capítulos: arranco contando qué pasó, cuento como fue el entierro, después me meto en la causa que llevó adelante Tavolaro y finalmente, en base al resultado de la Comisión Investigadores del Senado, explico por qué puede llegar a estar vinculado con el narcotráfico. En el libro lo que trato de hacer es contar lo que hoy está en la causa y siguiendo la otra línea que es muy fuerte para la Comisión Investigadora, que es mostrar un territorio donde la familia, tanto Labrador (materna) como Rodríguez (paterna) eran habitué. En un territorio donde los secuestros son muy comunes, donde el índice de tráfico de cocaína es muy fuerte, la convivencia narcopolicial –según refieren los propios vecinos es muy alta y la policía arma causas por narcotráfico.