“Criaturas fenomenales” es un texto inédito para la literatura. Este compilado de veintiuna cronistas fue editado por María Angulo Egea y Marcela Aguilar Guzmán que se dedicaron exhaustivamente a rastrear el paisaje de la crónica escrita en castellano.
Este texto encarna una mirada arqueológica ya que recupera la memoria de las que fueron y la voz de quienes se han entregado a conservar su legado, sus tradiciones y la tierra que trabajaron. Este volumen recoge crónicas de: Amalia del Cid, June Fernández, Daniela Rea, Marcela Ribandeira, Ana Teresa Toros, Ángeles Alemandi, Margarita García Robayo, Dunia Orellana, Natalia Sánchez Loayza, Irlanda Sotillo, Mónica Baró, María Fernanda Cruz y Hulda Miranda, Carolina Méndez, Elena Salamanca, Luisa Salomón, Ana Fornaro, Andra Ixchíu, Irma Oviedo Paredes, Indhira Suero, Arelis Uribe.
En el prólogo, Gabriela Wiener cuenta que ella y otros compañeros le dieron la vuelta al nombre para empezar a llamarse irónicamente y en la intimidad “los nuevos indios de la crónica”.
“Así, en masculino, como todo en esa época. La autodenominación quería ir más allá del giro, de ser mirados a mirar, de ser contados a contar; más allá de la ironía, más allá de la novedad. Era una especie de denuncia risueña, protodescolonizadora de las condiciones en las que solíamos trabajar los jóvenes cronistas durante la primera década del siglo XXI en América Latina” se lee en el texto.
Criaturas fenomenales pretende ganar un espacio para la escritura de las jóvenes cronistas en castellano; un lugar desde el que narrar el presente desde la plena conciencia del género. Las voces de España, Argentina, Bolivia, México, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Guatemala, El Salvador, Honduras, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, Nicaragua, Cuba y Costa Rica conforman un coro fascinante y complejo en el que resuena la palabra de quien migra, cuida, limpia; de quien ha sido violada, secuestrada, golpeada; de quien hace memoria de todas ellas y de quien encuentra en el feminismo una forma de intervenir el mundo. El libro se divide en cuatro capítulos que corresponden a cuatro bloques o categorías de análisis: tránsitos, cuerpos, violencias y huellas.
Las editoras explican el porqué de esta división “Tránsitos recoge en esencia el signo de nuestro tiempo; del nomadismo, la migración y el cambio de ideología, de género, de formas de concebir el mundo. Habitar el tránsito y, así, en tránsito, caminar y vivir con un deseo permanente de transformación. Entre el aquí y el allí, justo en el intersticio, es donde se sitúan estas crónicas. Hablamos de cuerpos porque la experiencia empalabrada de estas crónicas atraviesa físicamente tanto a las autoras como a las protagonistas. Cuerpos que batallan y generan una escritura vociferante que construye y devela intimidad. Cuerpos embarazados, en movimiento, rotos, danzantes, en lucha, silenciados. Violencias porque son muchas las desigualdades, desprecios, violaciones y escarnios que retratan, incluso en primera persona, como hace Luisa Salomón en Mi secuestro. Violencias explícitas e implícitas que construyen relatos de vida, Huellas porque estos textos encarnan una mirada arqueológica. Recuperan la memoria de las que fueron y la voz de quienes se han entregado a conservar su legado, sus tradiciones y la tierra que trabajaron” comentan.