La idea del primer gobierno posdictatorial argentino de que la democracia per se daría las respuestas al «problema de los derechos humanos fundamentales», casi cuatro décadas después parece haber quedado solo en una expresión de deseos. Y este libro de Adriana Meyer no solo lo pone en evidencia en el recorrido que lleva adelante, recopilando los más de 200 casos de «desaparecidos en democracia» registrados hasta hoy por la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), sino que marca cuándo el término «desaparecido» comenzó a ser utilizado en el contexto posdictatorial para denominar a las víctimas de la violencia estatal y, en este período, a una parte de la población: los expulsados del sistema que, tras la etapa neoliberal, crecieron de manera exponencial. Pero el texto de Meyer no se agota en el relevamiento de casos, sino que esencialmente reconstruye las complicidades policiales, judiciales y gubernamentales –de todo signo político– que los atraviesan, como así también refleja las luchas de distintos movimientos defensores de derechos humanos para que sea reconocida esta nueva modalidad, con características específicas, como sistemáticas también en los gobiernos posdictatoriales. «Las desapariciones en democracia no reconocen grieta ideológica o partidaria, esos remanentes del nunca desmantelado aparato represivo –aquella consigna de los años 80 incumplida– contaron con el poder suficiente a lo largo de 38 años para seguir perpetrando tal nefasta metodología aplicada de manera masiva durante la dictadura, con el efecto sobre el inconsciente colectivo de que podemos desaparecer aunque gobiernen funcionarios elegidos por el pueblo».