Marea Editorial

El segundo sexo en el Río de la Plata

"El segundo sexo en el Río de la Plata" (Marea Editorial, 2021), compilado por Mabel Bellucci y Mariana Smaldone, recupera el poder de Simone de Beauvoir, una autora que con su obra tuvo una profunda influencia en el auge de los feminismos en todo el mundo y fue el faro de varias generaciones de activistas feministas, periodistas, escritoras e intelectuales en el Río de la Plata. Aquí, un fragmento de uno de los artículos, escrito por Bellucci.

El segundo sexo. El libro que siempre tiene nuevas generaciones de lectoras y lectores

Este trabajo pretende dar una visión aproximada sobre las primeras lecturas de El segundo sexo llevadas a cabo por mujeres y varones en Buenos Aires. Para ello, se efectuaron dieciocho entrevistas a nombres destacados del mundo de la cultura, de la progresía intelectual y política, de las izquierdas, de las minorías sexuales y del feminismo histórico compuesto por liberales, católicas, progresistas y de izquierda. También una recuperación de los testimonios de protagonistas de las minorías sexuales: el Frente de Liberación Homosexual (FLH) y el Grupo Política Sexual (GPS), durante la década de los setenta.

Todos estos relatos abrieron interrogantes en torno a cómo estxs pionerxs descubrieron al libro, el año en que fue leído. Además, de sus efectos posteriores en el pasaje de lectoras individuales a sujetos colectivos, en momentos de conformación del feminismo local a partir de los ochenta en adelante. Nuestrxs entrevistadxs se conectaron con este libro simplemente por curiosidad personal, por asesoramiento de un librero, por consejo de una amiga, por el embeleso a la dupla Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre o por la admiración a la pluma de Simone. En líneas generales, la conocían por su trayectoria más convencional, omitiendo las múltiples facetas de nuestra autora. Ante todo, era más por su literatura y sus singulares relaciones amorosas que por su obra consagrada. En menor medida, la vinculaban con el existencialismo francés y muy pocas con las corrientes marxistas.

En cuanto a las integrantes avezadas del feminismo local, la mayoría tomaron contacto con el libro en los inicios de los sesenta, mientras que una minoría lo leyó apenas salió publicado en Francia.

Atisbos de una lucha

Así, en aquel Buenos Aires a horas del derrocamiento del segundo gobierno peronista, en 1955, el contenido revulsivo de El segundo sexo flotó en el vacío. Hubo que disponer de paciencia. Iniciados los setenta, emergieron dos pequeños colectivos que centraron su accionar en la reflexión grupal: la Unión Feminista Argentina (UFA, 1970-1976) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF, 1972-1976). Fue en ese entorno histórico que este texto canónico comenzó su ruta. En nuestros lares, el mecenazgo de Simone y, en especial, la significativa relevancia de El segundo sexo no difiere al compararlo con lo que sucedía en el resto del continente o en España. Asimismo, en nuestro país el movimiento feminista estaba despuntando, aunque carecía de una fuerza cuantitativa que impulsara su visibilidad y, por cierto, era contemplado con algo de extrañeza. Si bien en estas tierras fue endeble en cuanto a sus formas organizativas y al mínimo impacto social provocado, no por ello, se debería descartar su legado intelectual, que recogerá sus frutos a futuro. Mientras tanto, en este contexto arremetió con una pujanza arrolladora en las monumentales urbes del Norte el Movimiento de Liberación de la Mujer (Women’s Liberation Movement). No obstante, la cercanía de nuestros feminismos con el MLM fue fluctuante. En tanto aquel se referenciaba con una contrahegemonía cultural, una heterodoxia política y una lucha anticapitalista y colonial, en Argentina no fue así. En nuestra región primó la insurrección de las organizaciones político-armadas con el fin principal de la toma del poder, con un protagonismo significativo de mujeres que engrosaron las filas de los partidos políticos revolucionarios. También hubo una extendida tradición de participación femenina en las famosas insurrecciones obreras y estudiantiles.

En un gran número de militantes primaba un discurso en pie de igualdad con los varones, es decir, que en ese presente no se sentían discriminadas por ser mujeres, aunque la misma práctica y la cotidianidad se lo mostraran. No visualizaban que sus propios grupos de procedencia reproducían parcial o totalmente las concepciones tradicionales hegemónicas de una sociedad a la que se disponían a derrumbar junto a sus compañeros. En paralelo, irrumpían las corrientes feministas involucradas también en “una revolución”, pero de otra estirpe, tan disímiles entre unas y otras que por ello ambas no tuvieron intenciones de aproximación para entender los objetivos de largo alcance que encerraban sus proyectos. El feminismo local intentó también correr la cabeza desde el hueco oscuro de los anales y mirar otras contingencias, pero lo hizo con grandes vicisitudes.

En cuanto a nuestras lectoras de El segundo sexo, todas disponían de un perfil clásico de época: cobraban importancia las universitarias, las profesionales destacadas, las personalidades de la cultura y el arte y algunas también eran autodidactas. Varias representaban voces referenciales del feminismo histórico y muchas se sintieron interpeladas por ese texto inaugural, pero de manera personal. Aún no estaban dadas las condiciones políticas para una lectura comunitaria y colectiva de esa narrativa emancipatoria. Este es un dato fundamental para entender porque El segundo sexo no tuvo auge en nuestro país a principios de los setenta.

En realidad, tanto mujeres como varones llegaron a Simone por caminos diferentes, engarzándose de acuerdo a la multiplicidad facética de la escritora. Básicamente, la conocieron a través de su producción literaria pero también por su relación amorosa tan singular con Jean-Paul Sartre. En menor medida, por ser una figura central del existencialismo francés, en tanto, pocxs fueron lxs que señalaron su compromiso con el pensamiento marxista. Es decir, que a nuestra autora se la vinculó más con el mundo literario.

Lecturas y lectorxs 

Empezaremos con el testimonio del gran editor y librero Gregorio Schvartz que fue quien se empecinó en publicar los dos tomos del famoso libro. Su traductor al castellano fue el destacado escritor, dramaturgo, guionista y estudiante de abogacía Pablo Tischkovsky Blant, más conocido como Pablo Palant. En esos momentos, Buenos Aires era el centro difusor por excelencia de toda novedad cultural, que aseguraba su propagación por todo el mercado iberoamericano. Tanto es así que, durante la sangrienta dictadura de Francisco Franco, miles de españolas se iniciaron clandestinamente en su lectura a través de esta edición argentina.

Las declaraciones de Schvartz nos permitieron entender las causas que lo llevaron a publicar, en momentos previos a la caída del peronismo, un libro de dos tomos, escrito por una mujer que, a su vez, analizaba la condición de sus congéneres: “En esa etapa, empecé a editar ensayos sociales y filosóficos básicamente. Si bien no era muy importante nuestra editorial, me sorprendió que me aceptaran para publicarlo. Lo mío fue una quijotada, una corazonada, aunque Simone ya era una figura de estatura y yo intuía la importancia fundacional del libro. El verdadero impacto de venta lo tuvo a partir de los sesenta y fue cabecera en muchos países como España, Colombia, Venezuela y México. Sucede que antiguamente no existía la crítica literaria como un género tan desarrollado como es en la actualidad. Antes la propaganda se hacía verbalmente. Ahora existen revistas y suplementos especializados para los lectores”. Si bien la resonancia era tal cual como lo planteaba Schvartz, lo mismo, hubo intentos de publicidad. Por ejemplo, Mónica Tarducci señala que “el 19 de diciembre de 1954 aparece en el diario La Prensa el aviso publicitario del segundo sexo de Simone de Beauvoir”. En un recuadro destacado, la editorial Siglo Veinte anuncian la “La obra capital de Simone de Beauvoir y uno de los libros capitales de nuestro tiempo, dos tomos, 1000 páginas”.

De acuerdo a las opiniones del historiador socialista y periodista Emilio Corbière “el eje vertebrador de los debates públicos de ese entonces se centraba en la antinomia peronismo-antiperonismo, en la crisis de la Iglesia. También se discutía sobre las secuelas políticas y culturales del fascismo, el Holocausto y el comienzo de la descolonización. De allí, que Simone era un tanto desconocida en esos ambientes, pero también lo era en los medios académicos durante esos años y en los posteriores”. Corbière descubrió El segundo sexo ya por los años sesenta, no así a Simone: “Yo la conocí por su campaña a favor de la revolucionaria argelina Djamila Boupacha, prisionera y torturada por la barbarie militar francesa. Simone la defendió como Emilio Zola lo hizo con Alfred Dreyfus. Cuando lo leí no reparé especialmente en la polémica incluida entre el machista Alejandro Dumas y una feminista, llamada María Deraismes. Muchos años después, supe que esta vigorosa feminista pertenecía a la masonería y fue la creadora a fines del siglo xix de la Logia Mixta El Derecho Humano”.

Safina Newbery, antropóloga, feminista e integrante de la UFA, fue la que hizo hincapié en el desinterés universitario por abordar la obra de Simone. Al respecto, ella contaba: “En 1960 entró a la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para estudiar Antropología. De El segundo sexo no se hablaba en sociología o filosofía. No sé si en la carrera de Letras era distinto”.

Quien también se ocupó de ella fue la especialista en historia de mujeres, Lily Sosa de Newton: “Leo el libro en 1965. En mi caso trabajaba sola, como una francotiradora y no pertenecía a grupos que se interesasen por el tema. El segundo sexo era centro de interés en círculos universitarios. Las asociaciones femeninas se ocupaban preferentemente de literatura, educación, historia. Incluso, supongo que no conocían la obra”. 

Entretanto, Mirta Henault, obrera metalúrgica y textil, delegada sindical de cuño trotskista, colaboradora del periódico Palabra Obrera y tiempo después integrante de las filas de la UFA, tuvo cosas que decir. En 1972, en su ensayo “La mujer y los cambios sociales: la mujer como productora de la historia” publicado en el libro Las mujeres dicen basta, inició el texto con planteos elogiosos a El segundo sexo, pero también con una crítica puntual en torno a la noción de otredad: “Según Simone Beauvoir, la situación de las mujeres se presenta como algo dado por la naturaleza y no como un producto histórico. Sin embargo, nosotras pensamos que, si las mujeres se plantean como ‘lo otro’ en relación al varón es porque ellas mismas han sido condicionadas por exigencias sociales, que determinaron sus características singulares, que son el reflejo de su ubicación en la base económica sobre la cual se sustentan esas relaciones sociales. Por otra parte, si la mujer es ‘lo otro’ en relación al varón. ¿Por qué lo otro se considera inferior?”. Henault con un brío intelectual procuró articular las inscripciones teóricas feministas con el campo del marxismo con el propósito de producir su ensayo propio, siendo este uno de los primeros escritos crítico que circuló anticipadamente dentro de la militancia feminista en el Río de la Plata y, tal vez, en América del Sur. En palabras de Eva Rodríguez Agüero y alejandra ciriza: “Henault forma parte de una trama genealógica compleja que articula izquierda y feminismo. Los nombres de Kollontai y Engels, de Lenin y las referencias a las revoluciones cubana y china constituían su mundo de experiencias y lecturas. Sus lazos con el trotskismo, puestos en cuestión por su experiencia y sus lecturas, se conservan tensados en la traducción del artículo de Peggy Morton, que ella realiza”.

A Henault El segundo sexo no la había conmovido como al resto de sus pares. Pese a ello, lo difundió entre algunas camaradas trotskistas. Fue el caso de Ladis Alaniz, quien señaló: “Lo leo, en 1968, influenciada por Mirta y no tuvo gran significado. Los grupos de izquierda eran solitarios, pequeños y no tenían contacto, a diferencia de las liberales, con escritores europeos. En su momento, las lectoras de Simone no la tomábamos como referencia. Nosotras hablábamos sobre la opresión de la mujer, pero no con la magnitud que le daba el feminismo; hubo que esperar unos años para hablar claramente sobre la opresión. A partir de 1970, nos empezamos a juntar para leer literatura norteamericana, italiana y francesa. Yo ingresé en la UFA apenas se funda y fue toda una revelación ya que las militantes de izquierda creíamos que nos íbamos a liberar con la revolución”. Por último, Sara Torres, también militante histórica de la UFA, amiga inseparable del poeta y militante homosexual, Néstor Perlongher, reveló haber leído El segundo sexo siendo una adolescente: “Azarosamente llegó a mis manos cuando una compañera de la secundaria me lo pasó como un paquete que se quiso sacar de encima. O a lo mejor, me lo sugirió un compañero de trabajo que no tenía nada que ver conmigo. Lo leí en 1959. A Simone de Beauvoir la conocía por ser una figura clave de aquella corriente filosófica europea y también por ser la mujer de Jean-Paul Sartre. Volver a leer El segundo sexo era parte de mi ritual feminista, al menos por la cantidad de veces que lo leí. Lo habré hecho cinco o seis veces más. Nunca lo compartí en grupo de mujeres, no existían las otras, aunque empecé a reflexionar con algunas compañeras en la terapia grupal y, a la vez, lo compartí con mis compañeros en el Grupo Política Sexual. Algunos de ellos lo hicieron circular entre los integrantes del Frente de Liberación Homosexual”.