Las voces menos conocidas que siguen clamando por sus hijos, hermanos y cuñados desaparecidos y asesinados, Luciano Arruga y Santiago Maldonado, son parte del primer libro de la periodista Adriana Meyer, Desaparecer en democracia, cuatro décadas de desapariciones forzadas en Argentina, que está a punto de llegar al público a través de Editorial Marea, con un prólogo de la abogada María del Carmen Verdú. La obra de la periodista desarrolla tanto los “casos emblemáticos” como los casi desconocidos. Y repasa el 17 de octubre de 2014 y de 2017, cuando aparecieron los cuerpos de Luciano Arruga y Santiago Maldonado, luego de haber estado cinco años y ocho meses y 78 días desaparecidos, respectivamente.
“Era de madrugada cuando policías del destacamento de Lomas del Mirador levantaron a Luciano Arruga de una esquina del barrio 12 de Octubre, lo golpearon salvajemente y lo desaparecieron. Ese sábado 31 de enero de 2009 su mamá, Mónica Alegre, se levantó temprano y ya no lo encontró. Había estado con sus amigos tomando vino hasta tarde. Su casa quedaba a pocos metros, en Bolívar y Perú, donde vivía con sus dos hermanos menores, y fue hacia ahí. Mientras volvía lo pararon y se lo llevaron. Enseguida comenzó la búsqueda por comisarías y hospitales, presentaron un hábeas corpus que fue rechazado. Todavía no había cumplido 17 años, estaba por empezar la secundaria. Trabajaba en una fábrica de fundición, era de River y le gustaba Charly García, la cumbia y el reggaetón. Seis años de su vida había vivido con su familia en el hotel Robertito, en el barrio porteño de Flores. Fue al colegio y leyó a Julio Verne, a Emilio Salgari y a Julio Cortázar”.
La causa por Luciano, como casi todas las referidas a la represión estatal, navegaba en un mar de desidia, burocracia y encubrimiento hasta que, a instancias del CELS, en 2014 la familia presentó un nuevo hábeas corpus ante la Justicia de Morón. “En ese expediente a alguien se le ocurrió cotejar las huellas digitales de Luciano con las de los N.N. enterrados a partir del 31 de enero de 2009. Así fue cómo lo encontraron. Alejandro Incháurregui, a cargo de la dirección de Personas Desaparecidas del Ministerio de Seguridad bonaerense, explica que “el Registro Nacional de las Personas no tenía sus huellas dactilares, la ficha decadactilar que tiene cada uno de nosotros. Al mes de su desaparición pedí al Renaper la ficha para compararla con los cadáveres N.N. y me vino en blanco, y con otro apellido. Ni a los 8 ni a los 16 sacó el DNI, por eso su ficha estaba con el apellido materno y sin huellas. Cuando el padre va a reconocerlo al Renaper de su localidad queda registrada ahí, pero no la pasan al registro nacional. El Estado entonces no tenía sus impresiones digitales”.
El funcionario afirma que él le sugirió al juez Juan Pablo Salas, en cuyo juzgado tramitaba el hábeas corpus presentado por el CELS, buscar las huellas que seguramente le habían tomado cuando lo detuvieron en septiembre de 2008, en la comisaría donde lo habían torturado. Y ahí estaban. (La idea de buscar las huellas de Luciano allí donde estaban fue de una joven funcionaria del Ministerio de Seguridad, la abogada Natalia Federman).
“En la conferencia de prensa que dio el CELS para anunciar el hallazgo del cuerpo, Vanesa quiso exorcizar cualquier intento de ponerle fin al caso. ‘Cinco años y ocho meses estuvimos pidiendo que se busque a Luciano. Pero esto recién empieza porque nosotros necesitamos saber la verdad’, dijo con angustia acumulada. El cuerpo había sido enterrado en el cementerio de la Chacarita como N.N. el 11 de mayo de 2009, luego de haber estado internado en el hospital Santojanni, donde había llegado en una ambulancia del SAME tras haber sido atropellado por un auto en la avenida General Paz, a la altura de Mosconi, la misma noche que lo secuestró la policía. Lo operaron y falleció a las ocho de la mañana del 1° de febrero de 2009. ‘Una persona tiene que estar muy desesperada y aterrorizada para correr por la General Paz’, dijo su mamá Mónica. Ella y Vanesa habían estado en ese hospital y nadie les informó que Luciano estaba ahí. La cadena de encubrimiento ya había hecho lo suyo, aprovechando la desidia y el descontrol burocrático de las instituciones. La persona que lo atropelló llegó a decir que el pibe estaba asustado, como escapando. Otro testigo vio una camioneta de la Bonaerense estacionada a pocos metros, en la colectora, con las luces apagadas”.
¿Son o se hacen (cómplices)?
“El 3 de febrero de 2009 el médico José Patitó realizó su autopsia en la morgue judicial, y consignó datos que nada tenían que ver con Luciano. Patitó, ya fallecido, escribió que ese cadáver tenía tez blanca y entre 25 y 35 años. Luciano era morocho y tenía 16. Con esa descripción era imposible que su familia lo hubiera encontrado”. A partir de la intervención de la médica forense Virginia Créimer, fueron apareciendo señales que confirmaban la saña y brutalidad policial en el cuerpo de Luciano. El daño ya había sido cometido, con esta experta criminalista la familia buscaba juntar todos los demás pedazos para seguir exigiendo justicia. Este año su hermana Vanesa Orieta junto al grupo de Familiares y Amigos de Luciano Arruga se volvieron a convocar en una radio abierta, con la consigna “17 de octubre, día de la lealtad a la impunidad, 7 años de encontrar a Luciano, 7 años sin verdad”.
Falta el Brujo
“Carolina Bozzi volvió a Veinticinco de Mayo luego de 27 años de vivir en Capital. ‘Hacía muy poco habíamos hablado por su cumpleaños, es el mensaje que salió por todos lados, donde yo lo llamo ‘Ardilla’, realmente lo estábamos esperando. Germán decía que estaba escondido, que ya iba a aparecer. Sentí que no, que era muy grave, llamé a un abogado. Me dijo ‘voy a presentar un hábeas corpus’, Víctor Mendivil, de la CPM. Desesperada, no podía creer lo que nos estaba pasando. Desde el juzgado de Esquel nos decían que estaba en Bariloche’. El maltrato hacia las víctimas había comenzado”, describe Meyer.
“El cuerpo llegó a Capital, Sergio, Germán, Andrea, Verónica y Carolina lo reconocieron en la morgue judicial. ‘Stellita me pidió que lo besara. El juez Lleral nos preguntó si era, le habían sacado ya toda la ropa. Le miré las manos, eran tan hermosas’, dice Caro. “El cuerpo estaba intacto. Nos dijeron que era por el frío y las capas de ropa que tenía. Sus tatuajes estaban como si se los hubiera hecho recién –recuerda Germán–. Ahí me alejé de todo, no me interesaban las marchas. Tampoco fui al velatorio, algo cristiano en lo que él no creía y yo tampoco’.
La abogada Heredia había estado una semana antes en el lugar del hallazgo, en un presunto pozo a la orilla del río Chubut, a varios metros de distancia del lugar donde había sido visto por última vez, río arriba. El cuerpo sin vida de Santiago apareció en territorio mapuche recuperado por la comunidad de Cushamen en Resistencia, y ese fue, según le confesaron a la autora, el peor día de sus vidas. “No me da para especular si lo plantaron, pero ahí no estaba. Roberto Cohen (del Cuerpo Médico Forense) y los demás especialistas dijeron que tenía razón yo, no estaba porque emergió 48 horas antes del hallazgo. El viernes 13 el juez Lleral nos había avisado del procedimiento, el 15 Santiago ‘decide’ emerger, el 17 lo encuentran. El 3 de octubre el prefecto Leandro Ruata le había dicho al juez de volver a rastrillar ese lugar. ¿Cómo sabía que iba a emerger el 15?”.
La noche del 20 el juez Lleral pidió silencio, otra vez, a las querellas. Dijo que él tampoco iba a dar detalles, pero en la puerta de la morgue dijo lo necesario para ponerle lápida al caso: “No hay signos de violencia en el cadáver”. Listo, se ahogó solo. Para la familia era al revés, tras la autopsia tenían más dudas aún. El perito que los asistió, Alejandro Incháurregui, tenía orden de no firmar el acta de aquel procedimiento. Sin embargo la firmó.
En el sitio web armado para intentar repeler de alguna manera la maquinaria de noticias falsas publicadas en los medios del sistema sobre Santiago, ayer su familia escribió:
Hoy 17 de octubre, un día muy triste para nosotros, se cumplen 4 años del hallazgo del cuerpo de Santiago en el mismo lugar que había sido rastrillado al menos 3 veces. La autopsia no pudo determinar qué día, cómo y dónde murió. Seguimos esperando que la Corte Suprema de Justicia de la Nación resuelva nuestro pedido para que su desaparición durante 78 días y su muerte no queden impunes. Después que el Juez Lleral haya dicho públicamente que él no es un juez imparcial, es imperioso y urgente que otro Juez lleve adelante una verdadera investigación. Seguimos exigiendo Verdad, Justicia y Castigo, a todos los responsables políticos y materiales!
¡¡¡JUSTICIA POR SANTIAGO!!!
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