Este trabajo pretende dar una visión aproximada sobre las primeras lecturas de El segundo sexo llevadas a cabo por mujeres y varones en Buenos Aires. Para ello, se entrevistaron a nombres destacados del mundo de la cultura, de la progresía intelectual y política, de las izquierdas y del feminismo histórico compuesto por liberales, católicas, progresistas y de izquierda. También, una recuperación de los testimonios de protagonistas de las minorías sexuales: el Frente de Liberación Homosexual (FLH) y el Grupo Política Sexual (GPS), durante la década de los setenta.
Todos estos relatos abrieron interrogantes en torno a cómo estxs pionerxs descubrieron al libro, el año en que fue leído. Además, de sus efectos posteriores en el pasaje de lectorxs individuales a sujetos colectivos. Nuestrxs entrevistadxs se conectaron con este libro simplemente por curiosidad personal, por asesoramiento de un librero, por consejo de una amiga, por el embeleso a la dupla Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre o por la admiración a la pluma de Simone.
En líneas generales, la conocían por su trayectoria más convencional, omitiendo las múltiples facetas de nuestra autora. Ante todo, era más por su literatura y sus singulares relaciones amorosas que por su obra consagrada. En menor medida, la vinculaban con el existencialismo francés y muy pocxs con las corrientes marxistas. En cuanto a las integrantes avezadas del feminismo local, la mayoría tomaron contacto con el libro en los inicios de los sesenta, mientras que una minoría lo leyó apenas salió publicado en Francia. En aquel Buenos Aires a horas del derrocamiento del segundo gobierno peronista, en 1955, el contenido revulsivo de El segundo sexo flotó en el vacío. Hubo que disponer de paciencia.
Iniciados los setenta, emergieron dos pequeños colectivos que centraron su accionar en la reflexión grupal: la Unión Feminista Argentina (UFA, 1970-1976) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF, 1972-1976). Fue en ese entorno histórico que este texto canónico comenzó su ruta. En nuestros lares, el mecenazgo de Simone y, en especial, la significativa relevancia de El segundo sexo no difiere al compararlo con lo que sucedía en el resto del continente o en España. Mientras tanto, en este contexto arremetió con una pujanza arrolladora en las monumentales urbes del Norte el Movimiento de Liberación de la Mujer (Women’s Liberation Movement). No obstante, la cercanía de nuestros feminismos con el MLM fue fluctuante. En tanto aquel se referenciaba con una contrahegemonía cultural, una heterodoxia política y una lucha anticapitalista y colonial, en Argentina no fue así.
En nuestra región primó la insurrección de las organizaciones político-armadas con el fin principal de la toma del poder, con un protagonismo significativo de mujeres que engrosaron además las filas de los partidos políticos revolucionarios. También hubo una extendida tradición de participación femenina en las famosas insurrecciones obreras y estudiantiles. En un gran número de militantes primaba un discurso en pie de igualdad con los varones, es decir, que en ese presente no se sentían discriminadas por ser mujeres, aunque la misma práctica y la cotidianidad se lo mostraran. No visualizaban que sus propios grupos de procedencia reproducían parcial o totalmente las concepciones tradicionales hegemónicas de una sociedad a la que se disponían a derrumbar junto a sus compañeros.
En cuanto a nuestras lectoras de El segundo sexo, todas disponían de un perfil clásico de época: cobraban importancia las universitarias, las profesionales destacadas, las personalidades de la cultura y el arte y algunas también eran autodidactas. Varias representaban voces referenciales del feminismo histórico y muchas se sintieron interpeladas por ese texto inaugural, pero de manera personal. Aún no estaban dadas las condiciones políticas para una lectura comunitaria y colectiva de esa narrativa emancipatoria. Este es un dato fundamental para entender porque El segundo sexo no tuvo auge en nuestro país a principios de los setenta. En realidad, tanto mujeres como varones llegaron a Simone por caminos diferentes, engarzándose de acuerdo a la multiplicidad facética de la escritora.
Lecturas y lectorxs
El segundo sexo tuvo que esperar hasta noviembre de 1954 cuando el gran editor y librero Gregorio Schvartz y la iniciativa de Ediciones Psique, quien se empecinó en publicar los dos tomos del famoso libro. Su traductor al castellano fue el destacado escritor, dramaturgo, guionista y estudiante de abogacía Pablo Tischkovsky Blant, más conocido como Pablo Palant. En esos momentos, Buenos Aires era el centro difusor por excelencia de toda novedad cultural, que aseguraba su propagación por todo el mercado iberoamericano. Las declaraciones de Schvartz nos permitieron entender las causas que lo llevaron a publicar, en momentos previos a la caída del peronismo, un libro de dos tomos, escrito por una mujer que, a su vez, analizaba la condición de sus congéneres: “En esa etapa, empecé a editar ensayos sociales y filosóficos básicamente. Si bien no era muy importante nuestra editorial, me sorprendió que me aceptaran para publicarlo. Lo mío fue una quijotada, una corazonada, aunque Simone ya era una figura de estatura y yo intuía la importancia fundacional del libro. El verdadero impacto de venta lo tuvo a partir de los sesenta y fue cabecera en muchos países como España, Colombia, Venezuela y México. Sucede que antiguamente no existía la crítica literaria como un género tan desarrollado como es en la actualidad. Antes la propaganda se hacía verbalmente. Ahora existen revistas y suplementos especializados para los lectores”.
De acuerdo a las opiniones del historiador socialista y periodista Emilio Corbière “el eje vertebrador de los debates públicos de ese entonces se centraba en la antinomia peronismo-antiperonismo, en la crisis de la Iglesia. También se discutía sobre las secuelas políticas y culturales del fascismo, el Holocausto y el comienzo de la descolonización. De allí, que Simone era un tanto desconocida en esos ambientes, pero también lo era en los medios académicos durante esos años y en los posteriores”. Corbière descubrió El segundo sexo ya por los años sesenta, no así a Simone: “Yo la conocí por su campaña a favor de la revolucionaria argelina Djamila Boupacha, prisionera y torturada por la barbarie militar francesa. Simone la defendió como Emilio Zola lo hizo con Alfred Dreyfus”.
En cuanto a Safina Newbery, antropóloga, feminista e integrante de la UFA, fue la que hizo hincapié en el desinterés universitario por abordar la obra de Simone. Al respecto, ella contaba: “En 1960 entré a la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires para estudiar Antropología. De El segundo sexo no se hablaba en sociología o filosofía. No sé si en la carrera de Letras era distinto”. Por último, Sara Torres, también militante histórica de la UFA, amiga inseparable del poeta y militante marica, Néstor Perlongher, reveló haber leído El segundo sexo siendo una adolescente: “Azarosamente llegó a mis manos cuando una compañera de la secundaria me lo pasó como un paquete que se quiso sacar de encima. O a lo mejor, me lo sugirió un compañero de trabajo que no tenía nada que ver conmigo. Lo leí en 1959. A Simone de Beauvoir la conocía por ser una figura clave de aquella corriente filosófica europea y también por ser la mujer de Jean-Paul Sartre. Nunca lo compartí en grupo de mujeres, no existían las otras, aunque empecé a reflexionar con algunas compañeras en la terapia grupal y, a la vez, lo compartí con mis compañeros en el Grupo Política Sexual. Algunos de ellos lo hicieron circular entre los integrantes del Frente de Liberación Homosexual”.
Para las elecciones de 1973, a sabiendas del triunfo arrasador del peronismo, Nora Ciapponi, una obrera textil y luchadora social trotskista y feminista, se presentó como candidata a vicepresidenta por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Si bien tuvo una trascendencia más política que feminista, Ciapponi acompañó a sus camaradas de militancia a incorporar reivindicaciones feministas dentro de las propuestas partidarias y, a la vez, en sus publicaciones sindicales como políticas abordaban la problemática de la subordinación de sus congéneres. Al respecto, ella relata lo siguiente: “La más grande influencia que recibimos fue entender la lucha de las mujeres durante los años sesenta y setenta que se dieron en el exterior. Leíamos a Simone de Beauvoir y, en especial, El segundo sexo que nos influenció fuertemente así también encontrábamos un rumbo para la revolución sexual con el Informe Kinsey y el de Masters & Johnson”.
Travesía homosexual
El escritor Juan José Sebreli, miembro cofundador del Frente de Liberación Homosexual, leyó El segundo sexo en francés cuando aún no se había publicado en Buenos Aires. Sebreli es uno de los intelectuales de Buenos Aires que conoce con intensidad en torno a la obra y a la vida de Simone de Beauvoir. La trató personalmente y se cartearon en varias oportunidades. Él interpretó que la ausencia de figuras protagónicas del existencialismo en el interior de los debates universitarios locales repercutió con fuerza en la visibilidad de El segundo sexo: “Ella en su primera época era existencialista. Esto fue repudiado por las izquierdas nacionales. Después del 55, en la Universidad de Buenos Aires se impuso en las ciencias sociales el funcionalismo. El período de Gino Germani estaba fuera del horizonte de Sartre y Beauvoir. Después vino el psicoanálisis que era irreconciliable con El segundo sexo. Todas las corrientes de moda en la universidad fueron adversas al existencialismo: el posestructuralismo, el lacanismo, el posmodernismo”.
Mientras tanto, en 1974, el Grupo Política Sexual se asentaba como un espacio de encuentro entre militantes feministas y homosexuales interesadxs en constituir un laboratorio para la confección de ideas políticas y sexuales. Por cierto, representó todo un posicionamiento disruptivo en el revolucionarismo porteño de los años setenta. Discutió en torno a sexo y liberación y procuró el estudio de autores poco frecuentados en la Argentina y también incluía los clásicos del feminismo de la época: Política sexual, de Kate Millett, La dialéctica del sexo, de Shulamith Firestone, y El segundo sexo, de Simone de Beauvior. De acuerdo a la opinión de Osvaldo Baigorria, uno de los impulsores del GPS, “leíamos al menos los primeros capítulos, que hablaban de biología y destino”.
Mientras, que Marcelo Benítez, miembro del grupo EROS del FLH, recurre a su memoria: “Los reclamos feministas nos llegaron por las charlas con las mismas feministas, en especial a Perlongher y a mí en forma oral. Por esa razón, estábamos al tanto de las lecturas de El segundo sexo”. En simultáneo, acudimos a otro fundador del FLH, Héctor Anabitarte, para ahondar sobre si El segundo sexo integraba la literatura militante de la organización: “Las compañeras feministas lo leían. En el FLH también, aunque no tengo presente datos concretos que puedan ayudar a precisar”. Por lo visto, las historias orales y las entrevistas nos garantizan una proximidad a los acontecimientos cuando existe una ausencia de documentos particulares que testimonien las matrices teóricas que disponían. El segundo sexo no solo acompañó a mujeres que estaban dispuestas y necesitadas de ser acompañadas, sino también a otras que por más que quedaron impresionadas por la firmeza argumental del libro, no sintieron al feminismo como parte de su patrimonio identitario.
En tanto, el ensayista e intelectual marxista, Eduardo Grüner, comenta que él conoció a Simone debido a que la generación existencialista de los sesenta era fanática de todo lo que le sucedía a la dupla Sartre-Beauvoir. “Llegó a mis manos como todo lo que producían los dos. El clima feminista por el que atravesaba el PST, en el cual yo militaba, habrá provocado en mí alguna inquietud. Eso sí, solo retroactivamente pude darme cuenta de su importancia fundacional. Recuerdo que me sentí atraído por esos paralelos, analogías que hace entre los desiguales: los obreros, los judíos, los negros, las mujeres. Aunque tiene una mirada esencialista, igualmente trata de categorizar al otro con mayúsculas. Es una verdadera visionaria del machismo dominante”. En resumidas cuentas, encontrarse con este libro significó para todxs una divisoria de aguas. A las mujeres les permitió poner en palabras su malestar subjetivo frente a la dominación heteropatriarcal. Mientras que los homosexuales entendieron que junto con las feministas era factible conformar un frente político al tener un enemigo en común: el machismo hegemónico.