Por Malena Rey
Dos libros particulares, que se desmarcan del resto de la oferta por su propio peso: una novela intensa, díscola, la única publicada por su autor en vida; y un ensayo compacto, esclarecedor, escrito con buena pluma sobre dos temas siempre interesantes y polémicos como el sexo y la pornografía.
1. El desierto y su semilla acaba de ser reeditado por Eterna Cadencia en uno de los sucesos editoriales del año, no sólo porque hace tiempo se encontraba descatalogado, sino por el hecho de acercar la única y descomunal novela de Jorge Baron Biza a nuevos lectores, 15 años después de su publicación. Para los que no conocen la trágica historia familiar en la que se basa, encontrarán allí la reconstrucción de los hechos (el padre que desfigura a la madre arrojándole ácido en el rostro, el suicidio de él, el penoso tratamiento de reconstrucción facial en una clínica italiana de ella) empalmada con un relato (etílico y sensible) de formación –la de su narrador y protagonista, Mario Grageac. Una extraña forma de conjurar la tragedia experimentando a su vez con el lenguaje, y describiendo las inexorables mutaciones de un rostro. Una novela fuerte e inolvidable.
2. Del sátiro griego a la pornografía en Internet. Por los caminos del ensayo, el escritor uruguayo Ercole Lissardi, después de entregar varias logradas novelas subidas de tono, enfoca su objeto de estudio a partir de lo que entiende por paradigma fáunico –una “fantasía cultural” que a diferencia de los impulsos amorosos privilegia el apetito sexual y la voluptuosidad–, y lo examina y disecciona en La pasión erótica. Un recorrido literario, social y cultural por los caminos del deseo y el desenfreno, de los sátiros griegos a Don Juan, de Casanova a la pornografía industrial.
Por Eugenia Almeida
1. El adversario. El origen de este libro está en un crimen que conmocionó a Francia: en 1993, Jean-Claude Romand asesinó a sus padres, su esposa y sus hijos. La investigación policial reveló una serie de mentiras y simulaciones sostenida durante años.
Emmanuel Carrère relata esa historia como una crónica, dejando que se cruce con su propia vida. El autor parece decir que no estamos solos. Pero la idea no es un alivio: es una invitación a comprender hasta qué punto el abismo que acecha a uno puede acechar a otro. El adversario nos alerta sobre el peligro de llamar “monstruo” a alguien que ha cometido un acto tan terrible. Esa palabra saca al culpable de nuestra especie, lo vuelve único, lo aísla. Nos permite fingir, para no aceptar que esa oscuridad es una de las posibilidades de la condición humana.
2. El guardián de la calle Ámsterdam. Galo crece en la calle Ámsterdam, atrapado en mandatos que lo han llevado a no salir de su casa. Desde allí observará el mundo con una mirada etnográfica, ingenua, inocente. Hasta su puerta llegarán exiliados, extranjeros, desterrados: hombres y mujeres expulsados de su tierra que buscan un territorio desde el cual resistir. Galo le otorgará a ciertos elementos la capacidad de conservar la memoria y se volverá su protector y guardián.
La paradoja de escribir un libro sobre el exilio abordando un personaje que no se mueve de su casa es uno de los hallazgos de esta novela que se inscribe, desde una perspectiva diferente, en la tradición de la memoria.
Una historia luminosa, conmovedora, que muestra cómo el tiempo y la distancia trabajan sobre nosotros.
Por Rogelio Demarchi
1. Gente de cerca, del cordobés Esteban Llamosas, incluye 19 cuentos muy bien escritos. Giran alrededor de una idea tan clara como reconocible en la vida cotidiana: las razones que hacen a nuestro bienestar pueden sucumbir bajo un rapto emocional que, como corresponde, incuba el desastre, de modo que un momento que debiera haber sido placentero deviene un verdadero infierno. Un viaje, una boda, un cumpleaños, una mudanza, un homenaje académico. Sujetos ordinarios, entiéndase comunes, que se transforman en extraordinarios cuando el relato los transforma en personajes.
Llamosas acierta al narrar estas historias desde una perspectiva levemente sarcástica, que en los mejores textos le permite crear una atmósfera de reminiscencia kafkiana. Por lo general, nada ocurre de golpe, y no es evidente cuándo y cómo la escena se tornará absurda.
2. Los crímenes de Moises Ville. Una historia de gauchos y judíos. Una crónica de Javier Sinay que sorprende por varios motivos. Por un lado, porque rastrea crímenes ocurridos en la más famosa colonia judía de la Argentina, a fines del siglo 19: 22 asesinatos en 17 años. Por otro lado, porque el primero que escribió sobre ese tema es su bisabuelo: este bisnieto tendrá que atreverse a poner en crisis su palabra si es que aspira a decir algo más, sobre todo cuando descubra que el pasado está plagado de mitos y leyendas.
A unos 120 años de distancia de los hechos, la investigación se apoya en documentos, artículos periodísticos, historias familiares, pobladores y especialistas de la cultura judía. Y si en un punto se vuelve sobre el autor y su familia, en otro giro, no menos sorprendente que lo anterior, conecta aquellos crímenes con el atentado a la Amia.
Por Martín Cristal
1. Así es como la pierdes. Entre las publicaciones de 2013 que leí, disfruté mucho el libro de cuentos de Junot Díaz. El autor vuelve al universo de los inmigrantes dominicanos en Nueva Jersey, pero con el recorte temático de las relaciones de pareja. Son nueve cuentos con nostalgia de una educación sentimental adquirida sobre la marcha, morenas voluptuosas, amores esquivos o interesados, sexo promiscuo, infidelidades a granel y un toque de machismo. Reaparecen personajes anteriores de Díaz, como el forzudo y calentón Yúnior. Pero el verdadero sabor del libro reside en su riqueza lingüística: Díaz escribe en inglés pero con giros del habla caribeña. Siembra palabras en castellano y jergas diversas, particularidades que gravitan sobre la sintaxis. Gran mérito entonces para su traductora, Achy Obejas, que no aplana esas variantes bajo un español neutro, tipo DVD de Disney.
2. Conversaciones con Mario Levrero. También recomiendo estas conversaciones con el escritor uruguayo, de Pablo Silva Olazábal, uno de los tantos libros que aparecieron este año sobre Mario Levrero. En rigor es una reedición –de la editorial independiente Conejos– que amplía versiones anteriores del libro. Su plato fuerte es la síntesis del intercambio de e-mails entre Silva y Levrero, que condensa “la expresión del pensamiento y las concepciones estéticas” del autor, “sus gustos, disgustos, manías, las formas de ver el mundo y la vida, y un etcétera largo y frondoso”. Es un documento importante, con gran valor didáctico: varios aspectos de la creación narrativa son reagrupados temáticamente para un abordaje claro de las técnicas escriturales y del arte poética levreriana, su humor, el plagio, el bloqueo, las diferencias entre imaginación e invención, o entre “gustos de lector” y “gustos de escritor”. También propicia la discusión de algunas obras de Levrero.
Por Flavio Lo Presti
1. Los cuentos completos de Rodolfo Walsh. Siempre asocié el verano con libros gordos, por eso en mi mochila llevo la reimpresión de 2666 de Roberto Bolaño. Como todavía no lo leí, recomiendo los cuentos completos de Rodolfo Walsh que editó recientemente De la Flor. Walsh es un cuentista sorprendente, sobre todo porque nos hemos quedado con una idea de él que cruza exclusivamente la militancia y el periodismo con un cuentito de orgullo colonial en el que inventa la no-ficción antes que Truman Capote. Sus cuentos son más diversos: arrancan con una irónica e ingeniosa revisión de la tradición de policial, pasan por un período político muy interesante (ahí está el admirado “Esa mujer”, pero también textos más raros, sobrecogedores, un poco ridículamente románticos a pesar de la exactitud de cirujano de Walsh para preparar efectos y jugar con distintas técnicas, como “Fotos”, “Cartas” y el inverosímil “Nota al pie”) y en el medio quedan quizás los mejores, los cuentos irlandeses: “Un oscuro día de justicia”, “Los oficios terrestres”, “Irlandeses detrás de un gato”, “Un kilo de oro”. Es una lectura en la que resuena un momento perdido de la literatura argentina, y además nos permite ver otro escritor detrás de la foto congelada del último minuto de su vida, una foto que no puede más que cegarnos la vista.
2. La trama nupcial. El otro libro gordo que recomiendo es La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides. Fue un poco vapuleado por la crítica, pero la historia de su heroína y sus dos exasperantes galanes (un depresivo, un místico) es el recurso ideal para levantar el nivel literario de las playas, una historia de amor escrita magistralmente y en la que el sentimiento es más la materia de una indagación que una línea de meta.
Por Emanuel Rodríguez
1. La vertiente. Cada libro de Sergio Gaiteri es una lección de estilo, una elegante demostración de las posibilidades que ofrece la literatura para la recreación de las sutiles, a veces imperceptibles motivaciones que pautan los comportamientos de las personas en los ámbitos que todos más o menos reconoceríamos como cotidianos. La vertiente le agrega al envite realista de Gaiteri un juego magnético de coincidencias entre una serie de relatos que ocurren en el valle de Punilla, algo que los une, que tiene la consistencia persuasiva del azar, pero que no supone ni forja alguna ominosa idea de destino. Una casualidad que atesora un levísimo misterio y que sale de foco para privilegiar la construcción no necesariamente lineal de los gestos que detonan una relación.
2. Los años de peregrinación del chico sin color. En la otra esquina del mundo, en Los años de peregrinación del chico sin color, la nueva novela de Haruki Murakami, la sobredosis surrealista de melancolía comparece en la forma de un relato inverosímil pero poderoso acerca de, también, las relaciones. Murakami enfoca y desenfoca la amistad y pone en funcionamiento su maquinaria habitual de recursos estilísticos para elaborar una continuación convincente de su teoría de la confusión entre el mundo real y el mundo de los sueños. El resultado es una aventura emocional extraordinaria y, sin embargo, simple como la resolución de una mentira.
Son dos extremos de la literatura (realismo y fantástico, edición local y best seller global, Valle Hermoso y Tokio, simpleza y artificio, un incidente de inexplicable vandalismo y un viaje de reconstrucción espiritual) que refuerzan, cada uno a su modo, claro, la idea de que los libros siguen siendo la herramienta inútil más hermosa para tratar de entender algo de lo que somos.
Por Carlos Schilling
1. Chesterton. La cuenta regresiva del año editorial termina para mí en dos libros de poesía. Uno lo comenté la semana pasada: Chesterton, de Alejandro Crotto, el otro no lo comenté aún, porque es de un poeta amigo cuyos poemas suelen dejarme sin palabras: Peluquería masculina, de Silvio Mattoni. Quisiera mencionar también La caja P, de Fabián Iriarte; Sioux, de Marcelo Dughetti; Romper la vida, la antología de Alejandro Schmidt; Pesadora de perlas, de Circe Maia, e Incombustible, de Carina Sedevich, libros que voy a seguir leyendo más allá de esta consigna impuesta por el calendario.
Chesterton tiene sólo 16 poemas (17 si se cuenta el que figura en la contratapa), pero parece una obra mucho más extensa, como si en ella se acumulara un cuántum de belleza (es la palabra justa) desbordante, una abundancia que se corresponde con la certeza o la fe de que la naturaleza es un don. Empleando un largo espectro de recursos formales que prefiere esconder antes que exhibir, Crotto compone en cada poema una especie de caja de resonancia para que esa dádiva universal encuentre sus palabras.
2. Los poemas de Peluquería masculina también son el producto de una abundancia, la abundancia sentimental de Silvio Mattoni, alguien capaz de extraer las máximas consecuencias poéticas de una experiencia mínima, como jugar a los autitos con su hijo, cortarse el pelo o tumbar un vaso sobre la mesa. Tan abierto a múltiples lecturas como sus libros anteriores, este contiene además un poema clave –“Mi religión” – donde la fe en la escritura, el amor paterno y la ironía suman sus potencias: “… está peligrosamente/ solo el que escribe en una mesa cualquiera/ y hace su religión con un pasado/ que se destruye antes de convencer/ a su primer creyente. Margarita –tu nombre/ es lo más cercano a una aparición/ verdadera– le dice a un visitante/ que quisiera escribir y que no me conoce:/ ‘su única religión es el silvismo’”.
Por Demian Orosz
1. Una muchacha muy bella. Apenas empieza y ya se siente el vértigo de haber comenzado a caer en un pozo de dolor, de ausencia irreparable, aunque Una muchacha muy bella intenta el prodigio de sostenerse en el aire y construye momentos deliciosos en medio de un tema que no suele admitirlos. La primera novela de Julián López se quita de encima los tics solemnes y el tabú que prohíbe la belleza en libros que tocan temáticas vinculadas a la última dictadura. Criatura extraña en la literatura argentina, establece sus propias leyes en el territorio de la intimidad, de las emociones infantiles, y arrasa con la sensibilidad de un niño que ensaya fragmentos de un discurso amoroso para que una red de palabras retenga a su madre del lado de los vivos. Novela del mundo familiar, hecha de miniaturas cotidianas, abre sin embargo interrogantes filosos que no dejan de ser netamente políticos.
2. Esto no es una novela. Otra criatura extraña es el ciclo experimental que David Markson inició con La soledad del lector y que continúa con Esto no es una novela. Curiosidades, incongruencias, acertijos, minucias, una interminable colección de muertes poco heroicas (más bien ridículas) de los héroes de la cultura y un zoom a episodios microscópicos de la vida y las obras de escritores, artistas y pensadores arman este alucinante sistema de referencias cruzadas. Fúnebre y juguetón, Markson logra que el lector devore las páginas con un libro que suprime el hilo narrativo y se carcome a sí mismo.
Por José Heinz
1. La vida interior de las plantas de interior. Por encima de sus pergaminos y su particular destino geográfico, o tal vez por eso mismo, Patricio Pron es un escritor de una lucidez extraña. En su último libro de relatos, cada uno funciona como unidad independiente por su heterogeneidad, tanto en el estilo como en los temas abordados. Cuestiones como las relaciones de pareja, la neurosis que flota en la crítica anónima en Internet, la vida en tránsito o la decadencia de las estrellas son abordadas por Pron como lo que son, algo profundamente humano, y, en concordancia, profundamente literario. En algunos momentos de su escritura hay una especie de fogonazo, no tanto por la belleza (que la hay), sino por un sentido de la revelación, un mecanismo que hace reverberar algunas palabras mientras se leen las siguientes.
2. ¿Hay vida en la Tierra? El otro libro que recomiendo es un conjunto de artículos (exactos 100) que Juan Villoro escribió en los últimos años para la prensa diaria. El truco que ejecuta el mejicano consiste en transformar algo presuntamente efímero en historias que trascienden la actualidad. Para decirlo en otras palabras: le encuentra un factor X a cualquier cosa que se le cruza en el camino, algo del orden de lo imperecedero. Y todo con una prosa elegante e ingeniosa, muy característica de él, llena de frases que parecen máximas o aforismos (“Sólo una cosa cuesta más trabajo que ser feliz: demostrarlo”; “Hemos usado tanto la amabilidad que ya la gastamos”).
Tanto el libro de Pron como el de Villoro se pueden leer de a ratos, por fragmentos, sin por eso perder su fortaleza narrativa ni sus propiedades transitivas. Una buena opción al momento de elegir los libros para llevar en el bolso o la mochila en una ida a la playa o en una caminata tranquila por las sierras.