Marea Editorial

Los libros ganaron la Patagonia

En sólo tres días, el encuentro congregó a más de seis mil cipoleños, que asistieron a una presentación de Osvaldo Bazán y mostraron con orgullo una antología poética regional

Por Silvina Friera
Desde Cipolletti

En Escribir en la Patagonia, Juan Carlos Moisés observa que “el ojo que mira selecciona el tamaño y la medida adaptando su lente”. ¿Con qué lente enfocar lo que sucede aquí durante la Feria del Libro? Quizá Moisés pueda proporcionar pautas para empezar a tirar del hilo del entendimiento: “Algunos vivimos en lo mínimo, nos aferramos a lo mínimo, para resistir lo inmenso, la desmesura, lo inabarcable. Varias veces vamos a preguntarnos por esa inmensidad que aparece y desaparece ante nuestra mirada. Al vértigo de lo inmenso se lo aplaca con lo pequeño”. A los cipoleños, tan orgullosos de su producción frutihortícola, les duele ser el patio trasero de la ciudad de Neuquén. Es una queja generalizada y que no deja de tener su dosis de verdad. Pero también es cierto que hay muchos patios traseros que resultan más atractivos que las casas grandes por el modo en que trabajan como hormigas para vencer las desventajas naturalizadas.

El director del Fondo Editorial Rionegrino, Juan Raúl Rithner, muestra los 14 títulos que logró editar en un año. Los cipoleños se acercan y hojean Poesía} río negro, antología de autores nacidos hasta 1965, que surgió por iniciativa de escritores de Viedma y Bariloche. El FER se creó en 1983, cuando se aprobó la ley 1.869, presentada por Guillermo Yriarte, peón rural que llegó a ser legislador. Pero las buenas intenciones no lograron vencer la cadena de desidias que paralizaron su funcionamiento catorce años. Hace un año se normalizó y comenzó a publicar libros de ensayo, poesía, narrativa y teatro. “El gran problema es la distribución –plantea Rithner–. Las distancias son enormes, se necesita un caudal importante, pero tenemos pocos títulos y librerías donde distribuir.”

La profesora Mónica Larrañaga, de la Universidad Nacional del Comahue, encargada del estudio preliminar de la antología, afirma que es imprescindible crear una Cámara Patagónica para fortalecer la circulación de los escritores de la región: “Las grandes distribuidoras no trabajan con pocos títulos y hay mucha producción que necesita llegar a los lectores”. Larrañaga señala que la Cámara tendría un carácter mixto: la participación de estados provinciales (Chubut, Río Negro, Neuquén, Santa Cruz, Tierra del Fuego) y los privados, pequeñas editoriales y autores, a través de los organismos que los representan. Respecto del trabajo realizado con Poesía} río negro, que incluye poemas de 23 autores, entre otros, Manuel Bendersky, Julio Nicolás Aguirre, Laura Calvo, Graciela Cros, Elías Chucair y Ramón Minieri, Larrañaga sostiene que es el primer paso para instalar la lectura de autores de la región en escuelas. Stella Maris Marándola, de SM (especializado en psicología y psicoanálisis), sostiene que “estamos todos los cipoleños”. La ciudad crece –se calcula que se instalan 20 familias por semana– y la fiesta se expande. Mercedes Zúniga, productora de filmaciones y fotografías, recuerda que en 2006 la Escuela 53 quedó chica. “Estamos contentos... queremos que sea un encuentro que convoque a todos los escritores de la región”, confiesa.

El periodista y escritor Osvaldo Bazán presenta tres de sus libros: las novelas Y un día Nico se fue y La canción de los peces que le ladran a la luna, y la investigación periodística Historia de la homosexualidad en la Argentina (Marea). Gustavo López, de la editorial Vox (Bahía Blanca), a cargo de la presentación, subraya que Y un día... es una novela con “una carga autobiográfica, una reflexión de las relaciones interpersonales, sociales y de la condición humana”. Y agrega que Historia... es “una obsesiva y exhaustiva investigación, un trabajo de arqueología que revela cómo el poder relega los temas que lo incomodan”. Bazán repasa el origen de esa novela en la que un muchacho después de seis años de convivencia con otro hombre es abandonado. “Yo estaba en Buenos Aires y me habían abandonado. Me recomendaron que fuera al psicólogo, y creo que como no me quería aguantar más llorando, me sugirió que escribiera lo que me pasaba”. Bazán escribió la novela y dejó de ir al psicólogo. “Quería que pudiera ser leído por todos porque muchos heterosexuales no tienen idea de lo que sentimos.” Una de las satisfacciones que le trajo la publicación fue enterarse de que muchos chicos se animaron a contarles a sus padres que son homosexuales “dejando la novela sobre la mesa del living”.

El escritor detalla cómo fue el momento en que le comunicó a su madre en Salto Grande, un pueblo de 1000 habitantes al norte de Rosario, su elección sexual. La mamá de Bazán estaba pelando cebollas en la cocina un 31 de diciembre. “Vos estás mal –le dijo a su hijo–. Este muchacho que estaba siempre en tu casa, ¿por qué no vino?”, le preguntó.

–No vino ni va a venir más –contestó Bazán.

–¡Qué pena! ¿Ustedes eran tan amigos o eran pareja?

Bazán confiesa que su primera reacción fue decirle: “¡Cómo se te ocurre!” Pero tras unos segundos dijo “Sí, éramos novios, vivimos seis años juntos”. De su investigación sobre la homosexualidad en el país, Bazán enfatiza el papel de la Iglesia Católica. “Las relaciones homosexuales eran consideradas terribles porque se derramaba semen no para la procreación, te penaban por derramarlo donde no correspondía. Con el argumento de Sodoma y Gomorra, se justificó cualquier cosa que pasó en América.” La idea de castigo, según Bazán, está presente cuando se dice que los indios patagones desaparecieron porque había sodomitas entre ellos. “Si Dios se va a enojar, cualquiera se siente en el derecho de denunciar al que es homosexual, y ésta fue la semilla que plantó la Iglesia para que prendiera la homofobia”, aclara. A fin del siglo XIX, y bajo la prédica de higienistas como José Ingenieros, la homosexualidad pasó a ser una enfermedad “que le servía mucho al poder”. La Iglesia la calificó de pecado nefando, de lo que no se puede hablar. “No es bueno que se comente que hay putos, por eso costó tanto dar vuelta la historia, y por eso decirlo sigue siendo hoy un acto político”, opina. “Con los militares, la homosexualidad fue pecado, enfermedad y delito.” Bazán conquistó a todos los cipoleños. “No tengo el pie en ningún lado. No soy un periodista del espectáculo como Polino ni un escritor como Aira. Para la gente de la TV soy un tipo que leyó demasiado; para los escritores no soy confiable porque aparezco bailando con el payaso Mala Onda”. Y añade con ironía: “Aunque no me tomen en serio como escritor, seguiré escribiendo. Algún día se darán cuenta de que soy heredero de Puig, pero mientras voy a seguir escribiendo y trabajando en TV”. En tres días pasaron más de 6 mil cipoleños. Y todavía queda esta semana y el próximo fin de semana para asistir a una fiesta que es orgullo de la ciudad, como sus manzanas y peras.