Marea Editorial

Marcapáginas: La cabeza de Mariano Rosas

Mariano Rosas o Panguitruz Güor, el cacique ranquel que formó parte de los dos mundos. En la niñez fue desarraigado y cobijado por Juan Manuel de Rosas. Adulto, retorna con los suyos para ocupar el lugar que tenía por destino.

Especial para La Nueva Mañana La frontera es un artificio que creó el ser humano para establecer espacios diferentes, para que no haya superposición ni mezcla. Pero las fronteras no dejan de ser ese lugar en el que las dos partes separadas se tocan. Cruzar una frontera desencadena efectos que transforma a quien lo hace. No se vuelve a ser de la misma manera que antes de cruzar. Tal es el caso de Mariano Rosas o Panguitruz Güor, el cacique ranquel que formó parte de los dos mundos. Arrancado de su pueblo en la niñez y cobijado bajo el ala de Juan Manuel de Rosas, quien lo rebautizó con su mismo apellido. Ya adulto retorna con los suyos para ocupar el lugar que tenía por destino. Allí es donde ocurre un nuevo cruce de fronteras: la de Lucio V. Mansilla, el entonces militar, pero también reconocido dandy, político y escritor que llegó a encontrarse con Panguitruz en las tolderías de Leuvucó. De ese encuentro nace un libro emblemático “Una excursión a los indios ranqueles” que publicara Mansilla allá por 1870. Posteriormente a este encuentro vendría una de las acciones militares más sangrientas de la historia argentina y por lo tanto un episodio clave en la fundación de los cimientos en los que se erige nuestra historia: La Conquista del desierto. Allí es donde el coronel Racedo profana la tumba de Panguitruz quedando su cabeza como pieza de museo. La historia que Sergio Schmucler narra en su reciente libro tiene estos elementos como punto de partida. Un avejentado Mansilla decide volver a la Argentina para asumir una empresa arriesgada: Recuperar la cabeza de Mariano Rosas que se encuentra en el Museo de La Plata y devolverla a la tierra de donde nunca debió salir. Son muchas pesadillas que lo atormentan y lo embargan de culpa. Para esto cuenta con la ayuda de un amigo, Meir Gueiser, quien oficia de interlocutor para que el viejo dandy pueda narrar toda la historia que trae consigo y así poder expiar la culpa de no haber podido reparar las atrocidades cometidas en el pasado. De esta manera Sergio Schmucler atraviesa otra frontera, la que divide la ficción de los hechos históricos tomados como insumo para esta novela. Ese cruce construye una historia que trae a la memoria la biografía de personajes fundamentales de la historia argentina a partir de la reinvención que opera el escritor en beneficio de la ficción. Pero este cruce también lo experimenta el lector y luego ya no puede volver a ser el mismo que fue antes de leer las primeras palabras. Para conocer más, pueden visitar el comentario audiovisual de la obra.