Marea Editorial

Margarita García Robayo: letras de un alma desinhibida

La aceptación de su libro “Primera persona”, lanzado a principios de 2019 en España, ha sido contundente. Ya había hecho lo suyo en Colombia y Argentina, país en el que reside desde hace poco menos de diez años.

Giancarlo Calderón

La aceptación de su libro “Primera persona”, lanzado a principios de 2019 en España, ha sido contundente. Ya había hecho lo suyo en Colombia y Argentina, país en el que reside desde hace poco menos de diez años.

Margarita García Robayo es una escritora sin recato y sin vergüenza. Es, por tanto, una escritora seria. Una que quiere decir la verdad. Y lo logra. O por lo menos nos engaña muy bien en este propósito. Pero ¿cuál verdad, si convenimos que hay muchas, según de dónde se mire y se hable?. Pues la única que existe en el arte, y en la vida: la complejidad humana, y cósmica si se quiere, con todas sus posibles e innumerables variables. Mostrarla, develarla. De qué manera se haga y con cuáles herramientas o recursos se cuente para ello – para decir esa verdad – constituye un espectro amplísimo, y un terreno de posibilidades creativas afortunadamente infinito.

La aceptación que ha tenido su libro, Primera persona, lanzado a principios de 2019 en España, ha sido contundente. Ya había hecho lo suyo, meses atrás, en Colombia y otros países de Centro y Sur América, incluido Argentina, país en el que reside desde hace poco menos de diez años esta escritora, nacida en 1980, en Cartagena de Indias, Colombia. Primera persona es un libro vital y diverso; diverso como una colcha hecha de retazos que termina teniendo su propia armonía, su propia belleza, al juntar sus telas variopintas. Es un libro compuesto por ‘islas’ que, sin embargo, al ser leído deja la sensación de ser un mismo cuerpo, un todo, caleidoscópico, sí, pero un solo cuerpo al fin.

Está muy bien hecho: bien escrito, bien pensado, bien sentido. Sin embargo, me atrevería a una osadía: sugerir una variación en el título, con una pequeña alteración,  retomando un concepto particular de la planimetría cinematográfica: primer primerísimo plano, y cuyo reemplazo en este caso sería Primera primerísima persona, que supondría, de ante mano, más intimidad y profundidad, que es de lo que está lleno este bello y entrañable trabajo. Para conocer un poco más de éste, hablamos con la autora.

¿Qué diferencia hay entre esta edición de “Primera persona” y la que ya había salido en Colombia y otros países?... ¿Cómo se ha sentido con este lanzamiento que es una especie de "renacimiento de un hijo que ya había nacido"?

La nueva es una edición que contiene más textos, y estos nuevos textos afianzan o completan el sentido de unidad que tiene toda la colección. Son textos más recientes, y en ese sentido me siento mucho más representada. Hay dos de los textos nuevos, en especial, que le suman todo el sentido que yo quería que tuviera este libro: se llaman Residenciay Mi debilidad. Y hay otro que se llama Aullidos sordos en el bosque, que me gustó añadirlo porque es el único texto que habla del amor, en el sentido más literal del término; se concentra en la etapa del enamoramiento porque ese fue el encargo específico que me dieron para la publicación original (un libro llamado Poliamor, editado por la Revista Anfibia, cuyo tema central era el amor). Fue muy difícil escribir del enamoramiento porque el terreno de la “felicidad” –aunque sea pasajera– no es mi especialidad. Pero me atrajo el desafío y hoy es uno de los textos que más me gustan del libro.  

Al escribirlas, las historias de “Primera persona”, ¿estuvo el proceso creativo relacionado o cercano al ‘gozo’, por la creación estética, o por la catarsis como descarga emocional, por ejemplo?, o, por el contrario, ¿qué tan aledaño a la ‘tortura’, en cuanto a detenerse a recordar y recrear emociones del pasado, en algunos casos, tal vez, no tan agradables?

Ni lo uno ni lo otro. Soy fría cuando escribo. No me interesa alimentar el mito del escritor torturado ni el de la escritura como catarsis; más allá de que lo que escribo está vinculado a mi experiencia personal, tengo siempre claro que se trata de literatura, o sea, de usar recursos, trucos, herramientas varias para conseguir el resultado que me deje más conforme, y ese es: un texto que fluya y que conmueva. 

Hace unos años fue mamá... ¿Su escritura ha cambiado por ese hecho?. En su caso, ¿hay un replanteamiento vital o temático en su trabajo a partir de la maternidad?

Absolutamente. Tener hijos me hizo más consciente de la ambivalencia, algo que me parece esencial en la escritura. Con ambivalencia quiero decir ese estado de ánimo en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos: de ese modo se siente una madre frente a un hijo. Tener hijos también hizo que mi sentido de la identidad diera un vuelco. A la identidad (que parece ser mi gran tema libro tras libro), ya no la entiendo solamente como algo constitutivo del origen, como algo que me precede, sino como algo que me trasciende.

Hablemos de la aceptación que ha tenido “Primera persona” en el público que, en su mayoría, lo está disfrutando, lo elogia, lo compra. Además de, supongo, ponerla muy contenta, ¿se sorprende?, ¿a qué cree que se deba que este libro en particular despierte tanta admiración y aceptación en varios tipos de público?

La verdad es que me ha tomado un poco por sorpresa. Es un libro que nunca estuvo pensado como libro, ya lo he dicho muchas veces, pero estos textos son, en su mayoría, encargos puntuales de revistas para las que escribo desde hace tiempo. Fueron mi modo de vida, cumplieron su función, es decir que todo lo que está pasando ahora con ellos es un plus fabuloso. Al mismo tiempo, no me sorprende que generen cierto tipo de cercanía con quienes lo leen porque a mi también me pasa como lectora que los textos que más me sacuden son esos que han sido escritos desde una rigurosa honestidad, sin que eso llegue a ser exhibicionismo. Y me atrae también esa prepotencia que tiene el “yo” de querer ser, en realidad, un “nosotros”. Es como si el autor te dijera: no te cuento esto porque me ha pasado a mi, te lo cuento porque (también) te ha pasado a ti.

Ya está publicado. Es un éxito editorial. ¿Pero se ha levantado alguna vez con alguna especie de sobresalto de conciencia o pudor diciéndole algo como: “Yo qué demonios hice contando cosas tan personales a millones de personas que en su mayoría no conozco"?

No me ha pasado porque han sido textos muy pensados desde su génesis. Tampoco son un calco de mi vida: casi todas las premisas son extractos de mis vivencias, pero hay personajes inventados, personajes desdoblados o suprimidos. Si bien, buena parte de mi entorno podría eventualmente reconocer y/o reconocerse en situaciones que están ahí narradas, ya he transitado este camino con quienes me importan, y comprenden que este es mi oficio, mi elección, y que si no me permito esa libertad acá, estaría siendo mezquina. En mi opinión, no hay nada que le haga más daño a un oficio creativo que la mezquindad.

¿Qué tan cómoda se siente en ese mundo paralelo que implica ser una escritora conocida? Las invitaciones, las ferias, las charlas, las entrevistas como esta...

Entiendo cuando un editor te pide estar porque “la cara del santo hace el milagro”, o bien, la presencia del autor ayuda a la promoción del libro; entonces voy y hago la tarea, me siento a que me pregunten una y otra vez sobre aquello que ya escribí, y lo hago contenta, aunque es bastante agotador. Ahora, la verdad verdadera es que no es un plan que me desvele y cada tanto, cuando me veo repetir como un loro lo mismo una y otra vez, fantaseo con que un día seré alguien a quien no le importe no ser nadie y, en consecuencia, me podré permitir prescindir de todo eso… Pero no es el caso. Quiero que mis libros se lean y me parece un gesto generoso que un periodista, o un bloguero, o un profesor, o un coordinador de Club de lectura, lo lea, se interese, lo reseñe. Todo eso es, sin exagerar, un pequeño milagro.

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