Marea Editorial

Memorias del Holocausto

por Pablo Chacon

 

Parece mentira: los fastos que en unos meses recordarán la caída de Berlín, punto final de la Segunda Guerra, coinciden estos días con una serie de noticias que se han entrelazado, puede decirse que involuntariamente, en distintas partes del mundo. La notable proliferación de bibliografía sobre el fenómeno nazi, es una de las vías que la industria cultural (alemana, pero no solamente) está utilizando, acaso para refrescar la memoria de muchos; sin embargo, como suele suceder, las estrellas de esta fiebre no son los libros –los libros serios– sino el merchandising que acompaña esta suerte de ataque contra la amnesia: juegos de cartas con los rostros de Goebbels, Himmler, Goering; muñecas que reproducen la figura de Eva Braun, la amante del Fuhrer, y por supuesto, el Hitler a cuerda, que hace furor entre niños y jóvenes, aquellos a quienes los libros debieran ilustrar sobre la generación que gobernó al país a mediados del siglo pasado. 
A miles de kilómetros, en el flamante Los niños escondidos, de Diana Wang, hija de sobrevivientes de la Shoá, muestra no la otra cara sino la única cara del fenómeno, destacando que entre los objetivos nazis no sólo estaba adueñarse de Europa (y en su imaginación, negociar con los Estados Unidos el aplastamiento de la URSS); el otro objetivo era la eliminación de los judíos. Esta historia ha sido muy contada y documentada, pero lo que este libro descubre y repone es el relato de un puñado de sobrevivientes, judíos, entonces niños, la mayoría franceses, algunos de los cuales vivieron escondidos en Vichy, otros protegidos y otros más, escapados de Auschwitz o Bergen Belsen, que finalmente, adoptados o milagrosamente recuperados, llegaron a la Argentina en un momento donde los burócratas se desvivían por recibir nazis de segundo y tercer nivel. El libro da cuenta de la resistencia, en Migraciones, a permitir el ingreso de los pequeños refugiados, mientras se facilitaba, por ese y otros canales, la bienvenida a los Mengele, Eichmann, Priebke, Von Owen y otros. Los niños sólo eran esperados por familias solidarias, horrorizadas.
El grupo de sobrevivientes que reunió la autora, tiene hoy entre 60 y 70 año; son ocho hombres, veintidós mujeres. Se sabe que hay más, y que han preferido continuar en el anonimato. Los nazis, dice Wang, lograron “eliminar un millón y medio de niños (judíos)”. Después de la guerra, del total estimado de judíos europeos, un 15 por ciento de los sobrevivientes era adulto, y un 7 por ciento, niños.
Paradojas: los mismos funcionarios que hacían la venia cuando llegaban los nazis, muchas veces eran obligados de muy mala manera por la propia Eva Perón a destrabar los inconvenientes que “impedían” el ingreso de los niños: la misma Eva Perón que se supone fue a Europa a dejar u ofrecer pasaportes falsos, de usufructo nazi y croata.
La actualidad del libro es sorprendente, Eugenio Pacelli, Pío XII, era el Papa cuando Hitler era el hombre fuerte. Acusado por diversos historiadores de “cómplice” del régimen nazi, Pacelli es, para su institución, el retorno de lo reprimido. El norteamericano Daniel Goldhagen es el principal expositor de esta tesis: los documentos que lo involucran son abrumadores; sin embargo, las vueltas de la historia han colocado a Pacelli al borde de la beatificación.
¿Podrían los opositores a esas medidas, que acaban de presentar un informe oficial donde puede leerse que por orden del Papa, se prohíbe entregar a sus familias a los pequeños judíos que, protegidos por la Iglesia, no estaban bautizados? ¿Puede alguien pensar que el bautismo es una especie de pasaporte al cielo, un techo desde donde puede mirarse cómo los réprobos arden bajo las llamas eternas?