Marea Editorial

Narrar un vacío que todavía perdura

Una hija busca a su padre, desaparecido durante la última dictadura militar. Un periodista la acompaña en todo el recorrido. La historia queda plasmada en un libro interesante.Entrevista a Sebastián Hacher.

Por Leonardo Iglesias Contín

Todos lo sabían. Pero cada vez que Mariana Corral preguntaba por el paradero de su padre, su madre, la tía, la abuela y la prima le decían algo de un viaje.

Improvisaban, en su casona del barrio ferroviario de Remedios de Escalada, un viaje.

Por entonces era una niña que solía repetir siempre, ante las preguntas de sus amigas, que Manolo estaba en Francia. Aunque esa excusa no lograba convencerla, esperó hasta los 15 años. En ese momento obtuvo el primer indicio. De tanto buscar, halló una caja con papeles en un placard de su casa. Uno de esos escritos decía que su padre había sido secuestrado el 21 de febrero de 1978 en Iguazú, mientras se alojaba junto a su novia en la Hostería Hoppe, a pocos metros de las Cataratas.

El golpe fue duro, pero ella siguió. Todo estalló cuando cumplió 17. El tío Pepe le acercó una carta que había sido escrita para ella. Las 12 hojas de ese texto estaban firmadas por Manolo Corral. El silencio se desvestía. Ahora comenzaba otra historia. Y hacia allá fue. A buscarla. A buscarlo. “Lo que quería era contar una historia contemporánea. Narrar un vacío que todavía perdura y que en algún momento hay que empezar a sanar para seguir adelante sin dejar de hacernos cargo de las cicatrices que dejó la dictadura”. El que habla es Sebastián Hacher, periodista, el que inició la búsqueda de Manolo, junto a Mariana, en abril de 2003 y que luego transformó en una bella y dolorosa crónica: Cómo enterrar a un padre desaparecido (Editorial Marea, 2012). Acaso esperando poder abrir un surco que sirva para depositar los dolores de tantos años.

–¿Cuándo advertiste que habías encontrado una historia que merecía ser contada y que te iba a permitir abrir un puente para investigar cómo vivieron los hijos la desa­parición de sus padres durante la dictadura?

–En realidad, no quería contar algo de la dictadura. Tenía la sensación de que había mucho sobre el tema y no quería volver sobre eso. La carta era lo único que Mariana tenía de su padre. Fuera de eso, no había ni siquiera un testimonio de la gente que lo conoció. Me pareció que ahí había algo. Primero la ayudé a tratar de reconstruir la vida de su padre. No tenía intención de narrarla o, por lo menos, no era el objetivo central. Con el tiempo, descubrí que la búsqueda en sí misma era una historia que valía la pena contar. Y valía la pena porque era una historia contemporánea, presente. La gran pregunta del libro quizá sea cómo hacen los hijos de la generación de los ’70 para enterrar a sus padres. Y la historia de Mariana es una metáfora que intenta responder a ese interrogante.

Manolo, el padre

Corre 1977. Manolo se sienta en una de las mesas de La Perla del Once. Buenos Aires huele a plomo. El mítico bar que enfunda la historia del rock contiene al padre de Mariana, que escribe una interminable y testimonial carta para su hija. Sabe que está marcado, que se tiene que ir. Que su vida la ha dedicado a las mujeres y a la militancia. Sabe que su hija ya no lo está perdonando.

–El primer tramo de la carta es desgarrador. Pero hay una construcción casi épica que utiliza el padre en su narración –a tono con los años– y tal vez lo que Mariana necesitaba era sólo un padre.

–Creo que es una marca de época. La construcción del desaparecido ciento por ciento heroico e infalible nos sirvió en una época: a la entrada de la democracia, cuando se necesitaba consolidar la idea de “nunca más”. Desde un punto de vista generacional e histórico, ahora podemos ver la historia en general y las historias particulares de una forma más compleja, contradictoria y con bemoles que antes nos estaban vedados.

–Es interesante la mirada que tiene ella en la segunda parte de la carta, donde les quita todo ese costado heroico a esos años y a su propio padre. ¿En dónde creés que está ese quiebre?

–Cuando Mariana le quita heroísmo al padre, incluso cuando es demasiado dura con él, lo que está haciendo es volverse parte de una época. Convierte a la figura del padre en una figura humana y se vuelve adulta. Ese pasaje a la adultez está simbolizado en el ritual del entierro.

–¿En algún momento ella te manifestó estar preparada para encontrar o no a su padre?

–La búsqueda tuvo varios altibajos. Durante mucho tiempo pensamos que ya no íbamos a encontrar nada, y aparecieron nuevos testigos que nos ayudaron. Al final del camino, poco antes del entierro simbólico, entendimos algo clave: que nunca íbamos a conocer la verdad. Manolo había construido, a partir de las cartas y de sus historias, una ficción sobre sí mismo, ficción que luego fue reformulada por las mujeres que todavía lo recuerdan y siguen, en cierta forma, enamoradas de él. Cuando terminamos de entender eso, creo que fue liberador para todos.

Mariana, la hija. El ADN de Mariana no difiere en absoluto del perfil de los miles de hijos de desaparecidos que sembró la última dictadura militar: todos buscan a sus padres. Ella comenzó en su adolescencia. Y lo profundizó cuando pudo al fin sortear el cerco familiar y decidió que iba a estudiar Bellas Artes, en Capital Federal. En 1997 participó de la fundación del Grupo de Arte Callejero (GAC) que luego se integró en la agrupación Hijos. Pero su ruta no fue igual a la de todos. “Es que yo no uso ser hija de desaparecido como carta de presentación”, se lee en el libro. La mirada es dura. Casi distante. Sin embargo, tiene entre sus manos la carta, el único objeto que prueba la existencia de su padre. Y la lee. Arma ese rompecabezas una y otra vez sobre una mesa. Y lo vuelve a odiar. Y lo vuelve a amar.

–Hay un punto en el que Mariana no pretende apurar el engranaje de la carta porque es una manera de no perder el contacto “vivo” con el padre. ¿Cómo lo vivió ella?

–Pegar fragmentos de la carta sobre la mesa era, para Mariana, no sólo hacer una obra de arte: también era una forma de responderla y de mantener un diálogo imaginario con el padre. A partir de la investigación, ese diálogo se volvió más intenso. Creo que eso de cerrar etapas se dio a partir del entierro y de la aparición del libro. Fue liberador para ambos, pero sobre todo para ella, que necesitaba sacarse esa mochila de encima: enterrar a sus muertos para poder seguir adelante. Algo que todos tenemos que hacer en algún momento.

–Ella intenta una reivindicación que luego, con las cosas que va descubriendo, se desvanece. Qué le ocurre a una persona a la que su padre le está diciendo “te amo”, 
pero “te dejo” por una causa política.

–A medida que fuimos reconstruyendo la historia, descubrimos que Manolo no era el desaparecido heroico e impoluto que imaginábamos, sino un personaje bastante particular: un viajero delirante, con dificultades para concretar proyectos y con una inestabilidad permanente. Cuando empezamos a descubrir eso, esa contradicción que se plantea en la carta se hizo cada vez más evidente. Mariana habla de un padre abandónico, bastante irresponsable, que cree que se debe a sus hijos sólo en un plano histórico. Eso hizo que la historia se volviera más interesante para mí también. Uno de los problemas de este tipo de relatos es que se tiende a idealizar a las víctimas, y eso, además de quitarles relieve y volverlas una completa ficción, hace que las historias sean aburridas. Manolo tiene la virtud de plantear un drama desde el vamos, y eso lo vuelve entrañable.

Hacher acompañó a Mariana en toda la investigación. Fue un espectador calificado y el soporte que escribió su voz. Viajó, junto a ella, a Río Negro, Misiones, Córdoba y Santa Fe. A mitad de camino publicaron un blog para tejer vínculos con personas que pudieran aportar datos y, más tarde, se presentaron en la oficina de los antropólogos forenses, el organismo que trata de identificar a personas desaparecidas. Pero todo fue en vano. Sólo quedaba la carta y un puñado de fotos que iban a ser enterradas en el Cementerio de Flores, en noviembre de 2011, cuando Mariana decidió poner punto final a esta historia.