Marea Editorial

Oche Califa: “La canción popular es una de las creaciones más singulares del arte de masas del siglo XX”

Por Gustavo Grosso

Toda la piel de América es el nuevo libro del escritor y gestor cultural Oche Califa, un compilado de historias relacionadas a la canción latinoamericana. Tiene prólogo de Sergio Pujol y fue editado por Marea Editorial.

“Sobre la base de géneros o especies existentes o nuevas, la música popular del Siglo XX cursó sus caminos para el baile o la escucha”, reflexiona Oche Califa en las primeras paginas de un libro donde repasa la historia de medio centenar de canciones fundamentales. Titulado Toda la piel de América, se trata de un viaje por la historia y la identidad sonora de la canción latinoamericana y fue impreso por Marea Editorial. En 250 páginas el autor chivilcoyano recorre canciones que no solo reflejan una identidad compartida, sino que se muestran como poderosas herramientas contra el olvido, para preservar la memoria de los pueblos. Entre presentaciones en la Feria del Libro y compromisos en los que siempre aparece la palabra impresa, Oche Califa charló con De Coplas.

– ¿Cuál es la génesis de Toda la piel de América? ¿Cómo surgió la idea de ir por una investigación tan abarcativa, y a la vez tan necesaria?

– Cuando escribí mi libro anterior, Canto rebelde, la canción de protesta en Argentina y América Latina en los 60 y 70, acumulé información que no correspondía al período o que hacía extenso su desarrollo. Luego advertí algunos temas especiales en el cancionero de Félix Luna y Ariel Ramírez, como la mujer, los indígenas, el pasado histórico, América Latina. Finalmente, creí que podía ocuparme un poco más de ver la canción popular como una de las creaciones más singulares del arte de masas del siglo XX. Así empecé.

– Las casi 250 páginas de Toda la piel de América invitan a un recorrido necesario para interpretar los orígenes de una identidad cultural. ¿Qué filtros, qué tamizado utilizaste para elegir las 50 canciones que analizás en el libro?

– Traté de que el cancionero, que es parte del libro, fuese representativo de los cuatro temas. Que lo fueran también de todo lo que se ha producido en el continente. Por supuesto, siempre habrá un lector que considere que “falta” una composición.

– Durante el primer cuarto del siglo pasado aparecen dispositivos mecánicos, como el tocadiscos, que cambian ese presente. ¿Qué significó en la vida familiar, del barrio, la incursión de esa tecnología, que fue de la mano también de la radio?

– Nos cuesta hacernos a la idea de que antes de la reproducción mecánica las sociedades no disponían de música todo el día, como ocurre hoy. Lo cierto es que la música estaba solo donde se ejecutaba: en una casa, en una fiesta, en la iglesia. Luego no había música y hoy está en todas partes, incluso si no queremos oirla. Por eso su gravitación actual es enorme. Fue indispensable en el desarrollo de la radio, el cine y la televisión. Lo es en las concentraciones deportivas y políticas. Entramos a un bar y hay música, vamos en auto y hay música; en los lugares de veraneo y, por supuesto, en todas las casas. Y ni hablar en lo que logran convocar los recitales y los festivales.

– El tango marca una época, luego el folklore y en los inicios de los 70, el rock ¿Qué recuperás de esos tiempos claves en tu trabajo de investigación?

– Todos esos géneros y incluso los melódicos o pop y los bailables juegan un papel en cada época, van acompañando los ciclos de las sociedades y, por lo tanto, mutando. Ahora bien, en el caso del tango y del folclore (aunque sería mejor decir los folclores) cuando se instalan y proyectan viven un momento de oro, a lo mejor dos. Luego, se ve esos momentos como “inalcanzables”, con obras y autores que se determina como clásicos. Eso no ocurre con el rock por su carácter omnívoro, de apropiación de estéticas de todo tipo; se va reinventando todo el tiempo. Vistos en mayor detalle, todos van ajustándose a la época, incluso a una circunstancia puntual. De todos modos, para dar un ejemplo sobre uno de los cuatro temas, el tango es el único que otorgó voz propia a la mujer, de hecho uno de los primeros tangos es “La morocha”, donde la mujer habla. Eso casi no ocurre en los folclores y en el primer rock, donde el hablante es siempre masculino y la mujer está vista solo como “prenda de amor”. Fuera de eso un cambio significativo ocurrió a partir de los años 60 cuando las intérpretes empezaron a modificar, toda vez que se pudiera, el enunciado, para que se entendiera que quien hablaba era una mujer. Eso antes no ocurría: si el tango tenía un hablante masculino evidente, la intérprete lo cantaba así.

– En su momento, Gardel se hizo solista y definió un estilo de canto para el género. Para vos, ahora, hay músicos que “son Gardel”.

– Claro que hay cantantes excelentes. Lo que no existe es el fenómeno, al menos no en el tango. Porque el fenómeno es la explosión sorpresiva de un talento, que crea algo y lo impone. A su vez, hoy hay en los intérpretes en general, de cualquier género, algo a lo que Gardel no recurría, que es el manejo del escenario. En eso hay numerosos talentos que enfrentan multitudes con una destreza sinigual, cosa que no fue una experiencia posible en los años 20 y 30.

– Imaginate que sos el director técnico, tenés que armar un seleccionado musical de once y podés elegir a tus preferidos. ¿Quiénes no faltan en el equipo?

– Cuando se toma América Latina, pensar en once nada más es poco. De todos modos, si tomamos los folclores es evidente que la marca que dejaron en todo el mundo de habla hispana creadores como Atahualpa Yupanqui o Violeta Parra es enorme, le abrieron un camino a varias generaciones. O Gardel en el tango. Después uno puede tener preferencias personales, que entiendo que es lo que me piden. Entonces, yo tengo algunos además de los nombrados: Chico Buarque, por ejemplo.

– ¿El de escritor es un oficio? ¿Cómo es ese día a día en la tarea de escribir?

– Puede serlo o no. Hay autores de obras enormes que no se plantearon la escritura como oficio, que incluso les fue ocasional. José Hernández, como poeta solo escribió el Martín Fierro, en dos momentos o dos libros. El segundo debido al éxito sorpresivo que tuvo el primero, seis años después. Pero luego fue un periodista o escritor político, ese fue su oficio y, sobre todo un político tanto en el terreno militar como legislativo. Ahora bien, los que asumimos la escritura como oficio o profesión, de todos modos solemos hacerlo de manera intermitente. Por momentos es algo cotidiano, de varias horas en el día, y otras veces tiene una pausa. Salvo el caso del periodista, que tiene que trabajar todos los días.

– ¿Se puede enseñar a leer y escribir literatura? ¿Un cuento, una historia, una canción puede ser una semilla?

– Se enseña, por supuesto. Hay numerosos talleres que promocionaron autores conocidos. Pero el talento está o no está. De todos modos, a veces lo que cuesta es encontrar el género o “formato” en el que uno se expresa mejor. O, como mínimo, el momento en la vida en que eso puede ocurrir. Un caso distintivo es el de Miguel de Cervantes, que quiso ser existoso como autor teatral y lo fue por su gran novela.

– En tiempos de tanta complejidad, tanto en lo político como en lo social, la Feria del Libro sigue siendo un bálsamo. ¿Cómo la viviste este año, desde ese merecido lugar de privilegio que alguna vez significó ser el director cultural de la Fundación organizadora?

– La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, de la que fui director en cinco ediciones, intenta expresar el total de la industria del libro. Eso hace que deba interesar públicos muy diversos y masivos. Organizarla es un trabajo para el que hay que tener cuatro manos y dos cabezas. Nadie las tiene, pero la Fundación cuenta con un equipo muy veterano y muy jugado a favor de la Feria. Eso sí, no lo vivía como lugar de privilegio porque tenía una gran tensión diaria. Yo he dicho que la Feria, cuando llega está toda organizada, pero luego viene el percance. Es lo único que seguro vendrá, sin que uno sepa qué (el vuelo atrasado que trae un autor, un equipo de sonido que falla, una disputa política, la lluvia que no cesa) y hace correr como loco. A la vez, provoca una enorme satisfacción.

 

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Oche Califa nació en Chivilcoy en 1955. Es escritor, periodista, editor y gestor cultural. Publicó más de veinte libros para niños, niñas y jóvenes, editados en Argentina y México. Fue periodista de las revistas Humi y Humor y los diarios Clarín y La Nación, entre otros medios. Fue director editorial de Oxford University Press de Argentina; editor general de Colihue y director general de Depeapá Contenidos Editoriales. Durante más de seis años ejerció como director institucional y cultural de la Fundación El Libro y director de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En Marea es autor de Canto rebelde (Marea, 2021) y coautor de El mundo por delante (Marea, 2024) junto con Calica Ferrer.