Marea Editorial

Patrones del mal en Argentina

“Narcosur: la sombra del narcotráfico mexicano en la Argentina”, de Cecilia González, revela la cara oculta de un tema que da miedo y al mismo tiempo produce fascinación.

Por Lorena Vincenty

Neuquén > “Es un tema que mueve al morbo”. La tonada mexicana de Cecilia González resultaba atinada para la charla que se estaba por iniciar. La periodista atendió el teléfono para hablar sobre su nuevo libro, “Narcosur: la sombra del narcotráfico mexicano en la Argentina”, e invitó a analizar “ese  monstruo que desde hace años deambula y se multiplica en México; y en Argentina, conforme pasa el tiempo, asoma la cabeza con mayor frecuencia”.
En nuestro país, en los últimos meses, el tema del narcotráfico se instaló con fuerza. Del lado mediático, es consecuencia de la aparición de series televisivas que ganaron la batalla del rating y retratan a personajes como Pablo Emilio Escobar Gaviria, en “Escobar, el patrón del mal”, o la historia del profesor de química devenido en cocinero de metanfetaminas que se relata en "Breaking Bad".
Por otra parte, los noticieros se hacen eco de estos casos. Son ejemplo de esto los siguientes casos que ganaron recientemente las pantallas: el asesinato de un narcotraficante en plena bicisenda de Palermo, la detención de Sandra Yaquelina Vargas, alias “La Yaqui”, y del Chapo Guzmán. A su vez, el domingo pasado los resultados de una encuesta (publicada en el diario "La Nación") ubicaban el narcotráfico y el consumo de drogas, entre las primeras preocupaciones de los argentinos, desplazando a la inseguridad que durante años mantuvo el invicto.
Es sabido que la ficción se nutre de leyendas, y la industria cultural desfallece por vender masivamente la próxima tendencia. Si bien los cárteles, hoy están en primera plana, el libro de González, no pretende hablar de algo que está de moda, sino que presenta el resultado de cinco años de tránsito por los tribunales federales, entrevistas a jueces y fiscales, y rastreo de las huellas narco entre la geografía de dos países: esto no es ficción, es realidad.
Todo comenzó en mayo de 2008, cuando a esta corresponsal mexicana, que vive en el país desde hace 12 años, sus editores le pidieron que escribiera sobre los decomisos de efedrina en la ruta Argentina-México, y concluye cinco años después con ‘Narcosur’. Allí González reconstruyó los casos en los que estuvieron implicados los cárteles mexicanos, su arribo a Buenos Aires a mediados de los ‘90, el millonario lavado de dinero que quedó impune, los supuestos nexos del crimen de María Marta García Belsunce con el Cartel de Juárez y los modus operandi de las bandas que se disputaron el mercado negro de la efedrina.
 
El libro se presentó en noviembre en Buenos Aires, y fue muy bien recibido. ¿A qué se lo adjudicás?
Su lanzamiento coincidió -y esto no lo esperábamos ni lo planeamos- con que a la semana siguiente, la Conferencia del Episcopado de Argentina publicó un documento durísimo en el que alertaban sobre la penetración del narcotráfico, y se armó un escándalo nacional. Luego la Corte Suprema también se sumó al debate y como en el país no hay mucha bibliografía sobre el tema, ni periodistas especializados, muchos empezaron a preguntar por "Narcosur...". Incluso ahora, tuvo un nuevo resurgimiento hace unas semanas, a partir de la captura del Chapo Guzmán.
 
Figuras como la de El Señor de los Cielos y Pablo Escobar Gaviria generan algo así como una fascinación en la gente y pareciera que de golpe Argentina se interesa por un tema que hasta ayer no estaba en la agenda. ¿Por qué?
Es un tema que mueve el morbo de la gente y genera audiencia, por eso crea una tensión. Yo lo que trato de dar es un mensaje sereno y equilibrado, porque no se trata de alarmar a la sociedad. Es normal que si te la pasas bombardeando con noticias de narcotráfico, la sociedad empieza a pensar que es un tema prioritario. De todas maneras, si bien a veces critico la irresponsabilidad y cómo se maneja la información, creo que es muy bueno que se abra el debate, porque a partir de eso hay más presiones para que las autoridades actúen.
 
¿Por qué decidís publicar el libro?
Partió todo de un compromiso ético con mis compañeros de México. La situación de lo que están pasando los que están vinculados con estos temas es tremenda, desoladora. Hay periodistas amenazados, exiliados, desaparecidos. Nunca me desligué de nada de lo que pasa en mi país, voy allá cada seis meses, y siempre vi cómo los peligros se incrementaban, por eso me sumé al tema que primero no quería tocar. Pienso que tenemos que hablar de lo que otros no quieren que se hable.
 
Después de investigar los orígenes y el crecimiento de la llamada “ruta de la efedrina”, empezás a sentir que el tema toca con insistencia a tu puerta. ¿Qué cosas te impactaron cuando comenzaste a indagar en ese mundo?
Cuando empecé a reunir los expedientes, me encontré con que hay un submundo criminal que está muy cerquita de nosotros. De hecho, los primeros años de la investigación, entraba a los restaurantes de Puerto Madero, y volteaba a ver a la gente, pensando si no serían narcotraficantes. También la sensación de impunidad. Ver que Mario Segovia se mandaba correos electrónicos con un narco mexicano, y a partir de ese intercambio armaban la ruta de la efedrina, te deja la sensación de “lo arreglamos por mail, total no pasa nada”.
 
¿Tuviste miedo en algún momento?
Sí, al principio no me quería meter, pero fui a México a una marcha, y me dio vergüenza tener miedo porque acá trabajo en un clima totalmente de privilegio. También pude establecer pautas para cuidarme, no menciono ni acuso a narcotraficantes prófugos, ni visibles, lo que hice es armar un rompecabezas, para manejar la información con responsabilidad.
 
En alguna oportunidad sostuviste que Argentina no se podría convertir en México o Colombia.
Cuando yo digo eso es por algo evidente: porque no tiene cultivos ni la frontera con Estados Unidos, que es el mayor país consumidor. Son características históricas culturales, pero no quiere decir que la situación no sea grave, o que no pueda agravarse.
 
Pareciera, finalmente, que la lucha contra los narcos está perdida y tiene pocas posibilidades de ser ganada. ¿Es así?
Creo que la lucha se hizo de una manera irresponsable y derivó en una tragedia social que supera por mucho a los propios narcos. Está bien que se estén rompiendo los paradigmas que fijó Estados Unidos durante el siglo pasado para la lucha contra el narcotráfico, porque a partir de ellas, se penalizó el consumo y se militarizó el combate. Eso no funcionó, porque creció el consumo, la violencia, se multiplicaron los cárteles y se expandieron al mundo.
 
¿Creés que hay alguna medida efectiva que podrían empezar a tomar los gobiernos?
Veo como innovador y ejemplificador lo que hizo Uruguay al legalizar la cadena de producción, por lo menos de la marihuana, de producción, venta y consumo. Ese puede ser un primer paso para empezar a resolver el problema.

¿Un país de puertas abiertas?

Narcosur recuerda que Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos, líder del cártel de Juárez, planeó en 1996 refugiarse en Argentina luego de hacerse una cirugía plástica. Durante la presidencia de Carlos Menem, compró autos y apartamentos de lujo en las zonas más exclusivas del país. Estaba en planes de expandirse, cuando murió a causa de una complicación quirúrgica. Sin embargo, su organización siguió operando bajo el mando de su lugarteniente Eduardo González Quirarte.
Con el apoyo de una veintena de argentinos, los integrantes de Cártel de Juárez complementaban la venta de drogas con la creación de empresas y una red de lavado de dinero.
En mayo de 1998, funcionarios de Estados Unidos informaron sobre la Operación Casablanca, emprendida por el gobierno de su país, en la cual destacaron que a través de Citibank, una financiera y dos funcionarios de la administración Menem, habían transferido al país 11,7 millones de dólares. Sin embargo, las investigaciones se frenaron, Argentina vivía “años de relaciones carnales” con Estados Unidos. Los lugartenientes del Señor de los Cielos regresaron a México y hoy la causa está cerca de prescribir. “Ya pasaron muchos años, no se avanzó, no pasó nada, y eso es terrible, porque cuando generas inseguridad, dejas una puerta abierta para que vengan otros, si total acá no pasa nada. En cambio lo de la Ruta de la efedrina terminó, hubo dos juicios, 30 personas procesadas, 24 condenas, no sé llegó a las altas esferas de responsabilidad, pero sí se desarticuló la red”.