Marea Editorial

Protagonista y testigo incómodo del siglo XX

Su gran tema fue la crisis espiritual del hombre en la sociedad moderna.

Su prosa magnífica, su crítico e indómito pensamiento y su compromiso cívico en favor de la libertad, son parte de los valores esenciales que Ernesto Sabato legó a la posteridad.

Nacido en Rojas, provincia de Buenos Aires, en junio de 1911, Sabato fue el escritor argentino más leído en su época con novelas que marcaron a varias generaciones de lectores y agudos ensayos en los que expuso con valentía su mirada del país y advirtió sobre los riesgos que pendían sobre el planeta.

Testigo y protagonista incómodo del siglo 20 interpretó cabalmente la idiosincrasia de los argentinos. Después de haber incursionado durante su juventud en el anarquismo y el comunismo -al que abandonó espantado por los crímenes del régimen de Stalin- Sabato quedó cautivado por la rebeldía antirracionalista del surrealismo e inició una deriva existencial que lo alejó de la ciencia para la que se había formado como doctor en Físico-matemáticas en la Universidad de La Plata.

En 1938 estaba en la Meca del mundo científico como becario en el prestigiosísimo laboratorio Curie de París -donde en esos años se logró la fisión de uranio fundamento inicial para lo que más tarde fue el proceso de elaboración de la bomba atómica- cuando vislumbró el perfil de una ciencia puesta al servicio de intereses contrarios a la propia humanidad. La denuncia de la crisis espiritual del hombre en la sociedad moderna conforma la genética del universo sabatiano cuyos fundamentos quedan expuestos en sus dos primeros libros de ensayos: "Uno y el Universo" (1945) y "Hombres y engranajes" (1951). Ante un mundo deslumbrado con el progreso tecnológico denunció que esa evolución podía transformarse en una trampa deshumanizante. Hasta que las fuerzas lo acompañaron alertó sobre el colapso ecológico y la tragedia alienante que implicaba la vida en las ciudades.

Sabato reconoció los logros del peronismo en materia de justicia social aunque combatió el carácter autocrático que impregnó a sus gestiones. Junto a buena parte de la intelectualidad vernácula aplaudió en 1955 el derrocamiento de Perón. No obstante, también fue uno de los primeros en denunciar al régimen de Aramburu por la cruenta persecución a militantes peronistas. En su texto "El otro rostro del peronismo. Carta abierta a Mario Amadeo" (1956), con el que Sabato se subió para siempre al ring principal del debate político argentino, señaló la necesidad de superar el "resentimiento" que a lo largo de la historia nacional había enfrentado a "los doctores" con "el pueblo".

Le gustaba autodefinirse como un francotirador. En tiempos siempre difíciles de un país complejo pagó el costo por su autenticidad, con la que buscó escapar a las encerronas del consabido binarismo argentino y levantó la voz ante todos los gobiernos que restringieron las libertades. Su verbo controvertido y provocador lo llevó a fuertes confrontaciones en el terreno político e intelectual que, sin embargo, no mellaron su prestigio y popularidad.

Durante la última dictadura fue una de las pocas personalidades que se atrevió a alzar su voz contra el régimen denunciando la censura y el cercenamiento de las libertades. No obstante, algunos de sus pasos contradictorios o desafortunados hicieron que su figura emergiera de los años de plomo envuelta en polémicas, sospechas y acusaciones, en ocasiones desmesuradas.

A partir de 1983, con la frágil democracia recuperada, cumplió un rol clave al presidir la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), órgano que documentó el horror del genocidio y dio sustento al procesamiento y condena de sus máximos responsables. Aquel protagonismo, que lo catapultó como modelo de compromiso ético y ciudadano, tuvo como contracara una tan curiosa como ostensible merma en la recepción de su obra. Desde entonces, el canon literario lo cuestionó de un modo perseverante, El túnel sigue siendo una de las principales puertas de entrada a la lectura de los argentinos y Sobre héroes y tumbas una de las más logradas que la literatura nacional ha dado al mundo. La trilogía que se completa con Abaddón el exterminador y conforma un friso que puede ser visto como un enorme ejercicio de autoafirmación: un proceso expurgatorio de su interioridad, a la vez imperioso y desgarrador enriquecido por pliegues que permiten múltiples niveles de lectura.

En sus novelas, al igual que en su afición por la pintura en los últimos años de su vida, Sabato buceó en las zonas más recónditas del alma habitada por fantasmas y obsesiones ajenas al mundo en apariencia diáfano de la razón. Ese derrotero operó tanto en la base de su creación artística como en la cosmovisión de la realidad expresada en sus trabajos ensayísticos, poblados de agudos interrogantes sobre los misterios de la existencia y el destino de la humanidad, algo que convierte a su obra en un material tan indispensable como imperecedero.

 

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