Marea Editorial

“Sentí la responsabilidad de cubrir los baches en la historia de las mujeres en el rock”

La periodista Romina Zanellato habla de Brilla la luz para ellas, libro en el que recorre el lugar de las mujeres y las disidencias a lo largo de 60 años de cultura rock en nuestro país. De Cristina Platé a Eruca Sativa, de novias de rockeros a figuras protagónicas de la escena, en una mirada que faltaba.

“Yo tenía ganas de leer este libro. Y no existía…”. Quien habla es Romina Zanellato, periodista y autora de Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020. En el libro aunó las dos especialidades en las que desempeña su profesión: la militancia feminista y el rock.

Estructurado en dos partes, que a su vez se subdividen en tres capítulos que abarcan una década cada uno, el libro aborda la temática de manera exhaustiva intercalando las historias de las mujeres que transitaron desde los orígenes de nuestra cultura rock con los respectivos contextos históricos y la historia de los feminismos en nuestro país, desde las primeras compañeras de los músicos varones hasta las grandes estrellas cuyas canciones forman parte del inconsciente colectivo, pero también las que forjaron la nueva escena y las que formaron parte sin subirse a un escenario.

Zanellato tiene vasta trayectoria en medios como las revistas Rolling Stone, Los Inrockuptibles, Brando, La Cosa Cine y los portales Infobae, LatFem e Indie Hoy. “Como periodista de música y como periodista feminista hubo un momento en el que me di cuenta que había baches en la historia de las mujeres en el rock y que era mi responsabilidad cubrir esos baches”, prosigue.

Y plantea: “Si me reconozco en el activismo del feminismo y en el periodismo musical tengo que tener pleno conocimiento de la genealogía de las mujeres en el rock. Esa información estaba muy oculta en los textos que yo había leído sobre rock nacional. Así empecé a hacer mi propia investigación para ver donde habían estado las mujeres en la historia del rock. Y ahí fui armando una línea de tiempo y una historia que es la que conté en Brilla la luz para ellas”.

El espectro que abarcás no se limita sólo a las músicas. De hecho, las primeras mujeres que aparecen en el libro son las novias o compañeras de esos primeros náufragos. ¿Cómo surgió esa idea?

En esa pregunta que me hacía acerca de dónde estaban las mujeres, las primeras que encuentro son las novias. Incluso las encuentro en las revistas, en los libros tradicionales sobre los inicios del rock están nombradas. Ahí aparecen, la Negra Renée o Diana Divaga las mencionan mucho en estos textos tradicionales que todes hemos leído como Historia del rock nacional de Marcelo Fernández Bitar, Rock de acá de Ezequiel Ábalos o incluso el Cómo vino la mano de Miguel Grinberg.

Entonces lo que hice fue buscarlas a ellas e intentar conseguir la mayor información posible y retratar cómo era el vínculo con el rock. Lo que está claro es que el rock no es sólo la pieza musical. Más en ese momento en el que era el inicio de un movimiento que lo integran distintas personas en distintos roles. Eso es lo que quise retratar y eso lo fui retratando en las distintas décadas con otros roles que fueron surgiendo: prensas, managers, periodistas… Cómo las mujeres fueron ocupando distintos roles que conformaron el rock nacional.

Otro punto interesante es que abordás la relación del rock con las disidencias en los orígenes. El planteo es que la figura del macho rockero llevó a una actitud despectiva hacia la comunidad gay.

-Estuve leyendo muchos textos de sociólogos como Pablo Alabarces o Eduardo Berti. Ellos analizan mucho en esa primera instancia a fines de los 60 y comienzos de los 70, cómo se va configurando la sociedad en relación a los roles de masculinidad y feminidad vinculados también a la gran opresión que vivía el pueblo argentino en medio de dictaduras, y cómo los varones rompían con ciertos patrones de lo que un varón debería ser, como usar el pelo largo, usar jean con jean y las vestimentas tan rebeldes. Desde ámbitos como el tango o el folklore decían que eso estaba más cerca de la femineidad.

Sin embargo, a pesar de que se los ligaba y se los discriminaba por esta estética más “femenina”, al mismo tiempo ellos no abrían el juego a que mujeres fueran parte del rock nacional. Sobran los dedos de una mano para contar a las mujeres que pudieron grabar discos durante los 70. Y fueron aquellas que eran parejas de algunos de estos músicos. Ellas fueron las únicas que tuvieron acceso a los estudios de grabación. Así que ahí hay una contradicción: por un lado, eran acusados de femeninos, pero a su vez ellos formaban una corporación que no dejaba que ingresen mujeres a la música.

Partiendo de que es un libro sobre la historia de la mujer en el rock, ¿qué te llevó a ponerle tanto énfasis y rigurosidad en torno a los varones que las acompañaban? En los discos de las primeras décadas se nota un trabajo muy exhaustivo en torno a esa información, que no es abundante.

-Eso es porque yo quería entender cómo habían llegado a un estudio de grabación. Era algo que me obsesionaba. ¿Por qué ellas y por qué no otras? Porque estoy segura que hay mujeres que hacen canciones desde el momento que existe la música. Eso me obsesionaba y lo primero que pensé fue que se hacía de la misma forma que se hace ahora: una banda se forma porque hay un grupo de amigues que se juntan y hacen canciones. Entonces empecé a buscar con quiénes estaban tocando. Lo que me di cuenta en esos discos de los 70 y los 80 es que todos tocaban en los discos de todos y estas pocas mujeres que logran hacer sus discos solistas los hacen con estos mismos varones que están tocando en todos lados.

¿Por qué el gran corte del libro lo hacés a partir del 90?

-Mi pretensión en la temporalidad de esa primera parte del libro fue contarlas a todas. Hasta ese momento pude hacerlo. Las conté a todas por orden. Cuando el rock nacional estalla a fines de los 80 ya esa pretensión se me hace imposible de lograr. Ahí se separa el mainstream del under y estalla la cantidad de músicos y músicas. Quise representar desde la formalidad esa imposibilidad. Esa segunda parte ya no son perfiles de las distintas mujeres de manera cronológica, sino que se cambia la entrevista. Ahí hay entrevistas, perfiles, textos en primera persona, textos más de crítica y ensayísticos. Esa segunda parte también intenta mostrar cómo se dinamitó la situación.

En el prefacio establecés una serie de reglas o contratos con el lector. Por un lado aclarás que vas a usar el inclusivo y por otro que en la segunda parte vas a hablar en primera persona. La primera decisión se explica teniendo en cuenta tu posicionamiento y la temática. ¿Por qué la segunda y por qué en ese momento puntual?

-Es una decisión que me costó bastante e intenté medirme lo más posible. La primera vez que aparezco en el texto es cuando hablo de María Fernanda Aldana. Me parecía que tenía que ser lo más transparente posible con el lector o la lectora. Yo no podía hablar de ella sin mencionar que yo había cubierto para Rolling Stone el juicio contra su hermano por abuso sexual y corrupción de menores en el que lo condenaron. Me parecía que ese contrato tenía que estar claro con los lectores desde un primer momento y que no podía ocultar esa información. Después me sucedió lo mismo con Rosario Bléfari que es mi amiga y trabajamos juntas y éramos intimas amigas. Contar la historia de ella en tercera persona genera una distancia. No es lo mismo escribir de una persona que no conocés que hacerlo de alguien que es tu amiga. Entonces cuando aparezco es porque quería ser lo más transparente posible con quien lea.

Además, esa es una etapa que viví. Son cosas que presencié. No es algo que investigué o entrevisté a la gente sin haber estado. Claro que me hubiera encantado estar en los 70 o en los 80, pero no estuve. Entonces todo eso lo tengo que reponer con lo que me cuentan o leo. Pero a partir de los 2000 yo estuve. Eso también cambia el registro

En esta última etapa de ebullición de la escena tuviste que hacer un recorte importante en cuando a nombres porque reflejarla en su totalidad sería inviable. ¿Qué criterios estableciste?

-En un momento tuve que hacer un recorte importante porque se me iba muy de las manos. Lo que intenté fue tomar una referente de cada escena en la medida de lo posible, sobre todo en la época de 2010, en la que la información tenía que funcionar para la tesis que yo estaba teniendo ahí, que trata sobre cómo la organización de las mujeres y los movimientos feministas afectaron el rock. También cómo eso contribuyó a que esa escena que venía creciendo en los últimos 30 años en el under hoy tenga una especia de sub-mainstream. Desde esa tesis, las selecciones de a quiénes representé en mayor o menor medida en ese capítulo están vinculadas a eso.

Elegí a Marina Fages porque ella tiene Mercurio, una tienda discográfica que propulsó el under de una manera muy concreta. Está Lucy Patané porque ha tocado en una cantidad de bandas increíbles y se diferencia de las demás porque llegó a ser una productora reconocida dentro de su propia escena. Está Paula Maffía porque también siempre desde el camino del under logró llegar a escenarios inmensos cómo telonear a Patti Smith en el Luna Park. Obviamente están las Eruca Sativa porque son la banda de mujeres más convocante de Argentina. Marilina Bertoldi porque llegó al mainstream total como es que la reconozcan con el Gardel de Oro. Y está Barbi Recanati porque en el activismo feminista lo que a ella le pasó y lo que ella hizo con Goza Records es clave y fundamental. Así que las que elegí están vinculadas a esta tesis de cómo los movimientos feministas y de mujeres se vincularon con la música. Quedó un montón de gente afuera a quienes lo que intenté fue aunque sea nombrarlas. Ojalá que se vengan más libros de este estilo, cosa que sé que están cocinándose, y esos nombres sigan apareciendo.

¿Qué aportes pueden hacer nuevos libros sobre esta temática?

-Puede haber aportes infinitos. Cada punto de vista puede hacer un aporte y puede contar la historia de manera distinta y enriquecer la discusión. Mi libro es una historia, no pretendo contar la historia completa. Estoy segura de que mi punto de vista parte de una manera muy clara. El feminismo en el que me encuadro es interseccional, así que tengo una postura muy clara y la explico en el prefacio. Todo lo que cuento tiene esa mirada.

Todo el resto de los libros que surjan y los anteriores, como Mina de rock que hizo Karim González en el 97 tienen otra información y lo que nos diferencia es el punto de vista. Es como cuando ves que sale un libro nuevo sobre Charly García o Spinetta. Está lleno de libros sobre cada unos de ellos, pero cada escritor tiene un punto de vista o algo nuevo para aportar. Lo interesante de que surjan más libros sobre esto es que significa que hay interés en analizarlo y entender estas cosas y se está valorizando la producción de todas estas mujeres que han sido silenciadas o cuya historia no se conocía.

El título hace referencia a Brilla tu luz para mí, una canción de Sumo. ¿Por qué una canción escrita por un varón?

-Me gustaba hacer la operación de sacarle la frase al varón y cambiarle el sentido. Luca dice brilla tu luz para mí. Y lo que yo pensaba de una manera muy gráfica es correrle el foco que lo ilumina a él y poner la luz sobre ellas, que habían estado ahí en los márgenes de toda esta historia. Además, es una canción que me encanta.