Marea Editorial

TELEVISION : “HUMANOS EN EL CAMINO”, EN POLONIA Una historia, muchas historias

Gastón Pauls acompañó a una sobreviviente de la Shoa al reencuentro con la familia católica que la ocultó cuando era niña.

Entre tantas otras miserias y horrores del genocidio nazi, el que pondrá en el foco esta vez Humanos en el camino (Telefé, jueves a las 23) es el de la identidad. Durante la Shoa, miles de niños judíos de Polonia fueron entregados a familias católicas por sus propios padres. Esos chicos debieron renunciar a sus orígenes, a su idioma, a su grupo de pertenencia, y a su identidad para sobrevivir.

En la emisión de esta noche, se muestra el ansiado viaje de regreso de una de aquellas niñas a su país de nacimiento. La animaba la búsqueda de sus raíces y la ilusión de reencontrarse con sus salvadores y, en especial, con Tomek, el chico con el que compartió ese "jugar a la escondida" tan real. Gastón Pauls acompañó a Irene Dab en ese viaje, y fue testigo de un reencuentro que tardó 60 años. Estuvo con Irene y la familia que le dio cobijo en la casa en la que todos sobrevivieron y se ocultaron entre 1943 y 1945.

En Varsovia, Irene también condujo a Pauls a través un viaje de recuerdos, visitando el departamento en el que vivió antes y después de la guerra, caminando por los restos del Gueto de Varsovia, entrando a la prisión de Pawiak donde estuvo alojado su padre y recorriendo la Plaza de la Memoria.

Además, Gastón e Irene viajaron hasta el Museo de Auschwitz, el campo de concentración en el cual murieron los abuelos de Irene y todos los hermanos de su padre. Juntos, visitaron las barracas en las que se hacinaban los prisioneros, los crematorios y los restos de las cámaras de gas.

Irene tenía apenas cuatro años cuando Polonia fue invadida, en los comienzos de la Segunda Guerra Mundial. Durante varios meses vivió en el Gueto junto a sus padres, una tía y primos, todos hacinados en un cuarto. Finalmente, su padre logró sacar a Irene dentro de una bolsa de papas y llevarla a la casa de una familia católica. Pero hubo una delación, otro escondite, otra delación. Todo parecía perdido cuando Jazda y Boyedar, otro matrimonio católico, la cobijó como hija propia. A cambio, Irene tuvo que acostumbrarse a no saber, no preguntar y, mucho menos, llorar. Ella pudo, al finalizar la guerra, reencontrarse con los suyos y con su historia. Miles como ella, sobreviven también, pero con una vida que no es la propia.

Humanos en el camino tomó contacto con esta historia a través del libro Los niños escondidos: del Holocausto a Buenos Aires. Y más allá del horror, pone el foco en la esperanza, y en la actitud de los que salvaron a los niños y, luego, los restituyeron.