Marea Editorial

Veinticinco años sin Sebastián

En septiembre de 1997 Sebastián Bordón viajó a Mendoza con sus compañeros de quinto año. Se sintió mal, lo llevaron al médico y el profesional indicó que había que avisarle a sus padres, algo que los profesores no hicieron sino que lo dejaron en un destacamento de la policía, de donde luego dijeron que “se había escapado”. Su cuerpo apareció en el Cañón del Atuel el 12 de octubre, día en que hubiera cumplido 19 años. El tribunal oral condenó a algunos de los policías involucrados y ordenó seguir investigando el encubrimiento, pero eso nunca ocurrió.

Carlos Menem era Presidente, Eduardo Duhalde Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Arturo Lafalla de Mendoza y Vicente Russo era el Intendente de San Rafael cuando a Sebastián Bordón le arrebataron la vida en su viaje de egresados. “Era hincha de Racing, escuchaba a Gilda y a Sombras, tenía mucho humor, ayudaba en las tareas domésticas, quería formar una familia con su novia y seguir estudiando”, dice Miriam Medina, su mamá, cuyo gesto se volvió adusto, y transformó en acción ese dolor que casi no se puede poner en palabras. “En esto de la desaparición si no hubieran estado las Madres (de Plaza de Mayo) no hubiéramos sabido cómo salir a buscar a nuestros hijos cuando están desaparecidos. Conseguimos dos helicópteros pero no había plan de búsqueda porque lo tenía la propia policía”, dice a revista Haroldo a 25 años de la última vez que el joven fue visto con vida. “Todo el barrio se movilizó a buscarlo, era un vecino que se fue a su viaje de egresados, lo dejaron en un destacamento policial donde lo golpearon y lo desaparecieron, le hicieron de todo y murió de hambre y de sed”, agrega.

Aquella madrugada esperaba noticias de Sebastián. Cerca de las cinco de la mañana sintió que su corazón latía aceleradamente. “En ese momento algo se desprendió de mí. Sentí la muerte de mi hijo”, recuerda la mamá del pibe de 18 años que fue de viaje de egresados a Mendoza en 1997, y que estuvo desaparecido entre el 2 y el 12 de octubre de ese año. El subjefe de la policía de Mendoza, comisario Ignacio Medina, engañó con datos falsos al padre de Sebastián, Luis Medina, que había ido a buscar a su hijo a El Nihuil. Le dijo que el juez que había tomado intervención en la causa iba a viajar a Moreno, provincia de Buenos Aires, porque habían encontrado a un señor que iba a entregarle a su hijo. Luis no le creyó. Para convencerlo, el policía le dijo: “Quédese tranquilo que el domingo estará comiendo fideos con su hijo”.

El 27 de septiembre de 1997 Sebastián Bordón había partido junto a sus compañeros de la Escuela Media 13, de Moreno, hacia El Nihuil, en San Rafael, al sur de la provincia de Mendoza, donde se hospedaron en unas cabañas de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Toda la familia y su novia Verónica fueron a despedirlo. Sus padres lo llamaban todos los días para saber cómo la estaba pasando. Sebastián comenzó a sentirse mal, tuvo taquicardia y fiebre. Sus compañeros lo llevaron a una sala de primeros auxilios. El médico aconsejó que volviera a su casa, que les avisaran a los padres. Las profesoras lo conocían bien, pero no avisaron a la familia. Antes de irse a Las Leñas sus compañeros lo ayudaron a vestirse y le dieron de comer en la boca.

 

Les profesores Ana María Bava, Patricia Landalde y Jacinto Araujo no asistieron a Sebastián, y en el camino decidieron dejarlo en el destacamento de El Sosneado, junto al policía Carlos Escobar, a quien le pidieron que diera aviso a la familia. De allí lo trasladaron al Destacamento de El Nihuil a cargo del cabo Esteban Merello. El 2 de octubre les avisaron que se quedaba en un destacamento policial y eso la desesperó. “Salimos inmediatamente pero ya era tarde para ir en colectivo, por eso el papá de Sebastián se fue en un vuelo a San Rafael”. Miriam tuvo miedo, no le daba ninguna tranquilidad que hubiese quedado en manos de la policía, a más de mil kilómetros. “Él solo estaba retenido hasta que llegara su padre a buscarlo”. Miriam habló por teléfono con él, le explicó que su papá estaba en camino. Sebastián le dijo que estaba bien, que sabía que su papá lo iba a buscar, pero en ningún momento le contó que se sentía mal de salud.

Cuando Luis llegó a San Rafael llamó al destacamento de El Nihuil. Le informaron que su hijo “había escapado” y que el comisario Hugo Trentini había ordenado que un móvil saliera a buscarlo. Así, comenzó una intensa búsqueda, Luis en Mendoza y su madre en Buenos Aires difundiendo la foto de su hijo por todos los medios de comunicación. Organizaron la primera marcha para pedir por la aparición con vida de Sebastián, el 7 de octubre de 1997 frente a la Casa de Mendoza en Buenos Aires. El gobierno de esa provincia decía que peligraba el turismo en San Rafael por el caso.

“Las Madres nos acompañaron repartiendo volantes, hablando en un recital, planteando que Sebastián estaba desaparecido”. En otra manifestación Miriam conoció a Hebe de Bonafini, quien le recomendó que contactara a un abogado, Alfredo Guevara, militante por los derechos humanos en la provincia, quien consiguió los recursos para que las pericias fueran hechas por Gendarmería y no por la policía mendocina. El último lugar donde había estado el chico era un destacamento policial y sus efectivos eran responsables de la vida de Sebastián. “Hubo testigos que dijeron que lo vieron salir de ahí, que un móvil lo interceptó, encontraron un pelo de Sebastián en el móvil. Había sido la policía. Íbamos a bajar el cielo hasta encontrarlo”.

Con el paso del tiempo fue posible reconstruir lo sucedido. Salieron a buscarlo el cabo Abelardo Cubillos, con el oficial Daniel Gómez y el agente Roberto Gualpa. Lo interceptaron y lo golpearon. Era un grupo de policías que recaudaba dinero para el comisario Trentini, que dirigía la comisaría 38. “Dejaron a nuestro hijo en coma, ese comisario decidió sobre su vida”, sostiene Miriam.

Sobre la responsabilidad de les docentes, Miriam es clara. “Las profesoras que lo dejaron en el destacamento no fueron enjuiciadas, conseguimos que fueran exoneradas, y Mario Oporto, ex director General de Escuelas, las reincorporó para que no le hicieran un juicio laboral. Pero lo peor que le pasó a nuestro hijo fue haber quedado en manos de este grupo de policías”, afirma.

Sebastián Bordón había nacido el 12 de octubre de 1978. El día que cumplía 19 años su cuerpo fue encontrado en el fondo de un barranco en el Cañón del Atuel. Juan Cruz Poblete, un baqueano del lugar, junto con dos vecinos de Miriam, protagonizaron el hallazgo. “Mientras el juez de la causa investigaba a toda nuestra familia y a los compañeros de Sebastián, en Mendoza pusieron el cuerpo sin vida de mi hijo en la madrugada del 12 en ese barranco, el papá había estado en ese mismo lugar el día anterior y no había visto nada”, recuerda Miriam con dolor.

El juez subrogante permitió que las pericias se hicieran en Mendoza y que se preservara el cuerpo de Sebastián “para que no le pusieran nada, porque en San Rafael se acostumbraba a hacer pericias telefónicas y la mayoría de los pibes terminaban ‘suicidándose’ en los calabozos”, apunta Miriam. La autopsia indicó que su muerte fue entre el 7 y el 9 de octubre por la golpiza que recibió, tenía golpes en la cabeza, la clavícula quebrada, golpes de defensa en los bordes de los brazos y marcas del palo de la policía. Sebastián tenía un cuerpo atlético, no le encontraron sustancias prohibidas, ni alcohol.

El comisario Trentini fue condenado a 15 años de prisión en 2000 porque la Justicia determinó que él tenía la mayor responsabilidad. El día que terminó el juicio por Sebastián fue detenido por delitos de lesa humanidad, y fue condenado a prisión perpetua junto con doce policías y militares en la denominada Megacausa de San Rafael. “No es un viejito enfermo, es un asesino que ahora cumple su arresto domiciliario en la casa de su hermano”, dice Miriam. El resto de los policías involucrados ya están en libertad. Sus condenas fueron de entre diez y doce años. El comisario Medina –allegado al ex gobernador Lafalla, que le había dicho a Luis que pronto estaría comiendo fideos con su hijo–, nunca estuvo procesado. El tribunal oral ordenó seguir investigando el encubrimiento, pero eso nunca ocurrió. Años después, policías exonerados por el caso Bordón se reciclaron: aparecieron en los planteles de agencias de seguridad privada de Mendoza.

Un lugar de luz

“Son 25 años del asesinato de mi hijo y 20 de La Casita de Sebastián, un lugar de ternura, amor y memoria para devolverle a la gente del barrio lo que hizo por nuestro hijo, a los 12 vecinos que fueron a golpear puerta por puerta en El Nihuil y la gente les decía que buscaran abajo porque cuando a la policía se le va la mano tiran los cuerpos en las cuevas, y así fue”, describe Miriam sobre el jardín maternal que montaron en Moreno. Así nació La Casita de Sebastián, un jardín maternal donde asisten los chicos del barrio “donde las caricias, los chichones, las mamaderas, los abrazos, los besos nos reconfortan”.

El domingo 2 de este mes hubo una jornada con artistas, la inauguración de un mural en la medianera de la casa de la Negra Nancy, que se había subido al micro para buscar a Sebastián e inauguraron el “sendero de la memoria”, paradas de colectivos con la historia del barrio 3 de Diciembre y de los vecinos que fueron a Mendoza. Para el 12 volverán al lugar del hallazgo de su cuerpo, en San Rafael, que el año pasado fue señalizado por la secretaría de Derechos Humanos de la Nación y hace un mes fue vandalizado. “Hicieron pintadas de odio, pusieron ‘comunista’, ‘narco’ y ‘terrorista’. Si ser comunista es querer lo mejor para el pueblo, y bueno, seré comunista. Los narcos son los policías, y el terrorismo de Estado lo instalaron ellos en la dictadura cuando desaparecieron a los compañeros. No es casual, un genocida estuvo al mando cuando desapareció Sebastián”. Miriam asegura que hace 25 años que soportan calumnias.

Como muchas otras mamás que tuvieron que transitar el mismo camino, Miriam no se quedó de brazos cruzados. “Vamos transformando tanto dolor en lucha y nos agrupamos con otras madres a lo largo de todo el país. Somos Madres en Lucha contra la impunidad, y acompañamos juicios, marchas, homenajes; conseguimos los recursos que se necesitan cuando matan a los chicos. Y derivamos casos a las direcciones de Derechos Humanos de cada lugar”, asegura.

Miriam reflexiona sobre la resiliencia. “Cuando te matan un hijo podés dedicarte a tener otros hijos, al alcoholismo, a la religiosidad, o la espiritualidad; nosotras elegimos el camino de la lucha para que estas cosas no las sufra más ningún joven, ni hombres, ni mujeres, ni travestis, ni trans en nuestro país”, señala. Ella aprendió que las luchas son colectivas, porque “de otra manera como papás de Sebastián solos no hubiéramos podido enfrentar a las fuerzas de seguridad de Mendoza, y a la justicia corrupta. El primer juez de la causa decía defender a su gente y señalaba a los policías que luego fueron condenados por el asesinato de Sebastián. Somos muchas madres que salimos a la calle, soportamos las barbaridades que dicen de nuestros hijos, somos la voz de nuestros hijos”.