Por Mariano Dorr
En estos días se está publicando la autobiografía de Victoria Montonegro, Hasta ser Victoria (Marea Editorial), con prólogos de Estela de Carlotto y de Horacio Pietragalla. En esta conversación con Mariano Dorr, Victoria repasa parte de su historia y la necesidad de pensar la figura del “Bisnieto” de Abuelas de Plaza de Mayo, la nueva generación que impulsa la reconstrucción de la Identidad y la Memoria.
Agencia Paco Urondo: Desde la Secretaría de Derechos Humanos de CONADU y también como parte de la Intersindical de DDHH, estamos comenzando a desarrollar una campaña de comunicación y visibilización en las Universidades Nacionales sobre un tema muy sensible que surge a partir de tu compromiso e iniciativa, y tiene que ver con los “bisnietos” de las Abuelas, los “nietos” de las y los desaparecidos, que hoy pueden llegar a ser muy significativos a la hora de reconstruir la Memoria. Esos chicos y chicas que hoy tienen dieciocho, veinte años, y tienen madres o padres nacidos entre 1975 y 1980 que dudan de su identidad, pero no se han animado hasta hoy a dar el paso hacia la recuperación de su identidad. ¿Cómo surge la idea en torno a los “bisnietos”?
Victoria Montenegro: En principio se trata de poder comunicar y visibilizar la búsqueda de las Abuelas, porque más allá de que son temas que todos conocemos, lo que nos pasa muchísimas veces es que, aun compañeros nuestros muy comprometidos, cuando se encuentran con un posible caso no saben cómo reaccionar. A mí me pasó, en una charla, en un encuentro regional, feminista, donde hablábamos a propósito de un homenaje a una compañera, conversando sobre el rol de las mujeres, la historia, etc. Cuando terminamos la actividad se acercó una chiquita, una jovencita, y me plantea que ella sabe que su mamá tiene serias dudas sobre su identidad. Su mamá había nacido en el 76 y tenía cierto vínculo con gente de la Fuerza, familiares, y a ella esto la angustiaba mucho. Ella me dice que entiende y respeta a su mamá, y que entiende que es su decisión, y entonces ella me dice “pero también tiene que ver conmigo, no tiene que ver solo con ella”. Entonces vi que estaba esa tensión, más allá de toda la experiencia que tengo en estos temas. Me impactó mucho y de hecho me costó contener la situación, explicarle cómo son los pasos, los datos necesarios, etc. Porque lo primero que sucede en los casos donde hay alguien que tenga dudas con respecto a una persona que lo acompaña es precisamente el miedo a romper una especie de pacto de respeto que uno tiene con esa persona. Una piensa “es mi amiga” o “es mi mamá y confía en mí” y yo no puedo romper esa confianza denunciando. Porque hay una especie de fantasía que se instaló muy fuerte con la Causa Herrera de Noble: la idea de que vos denunciás y viene la Policía y te saca sangre a la fuerza. Todo eso, aunque parezca mentira, caló muy fuerte. Al mismo tiempo hay que explicar aquí que la sangre de los chicos, la sangre de los bisnietos de Abuelas, los nietos de los desaparecidos, no sirve para el banco genético. Tiene que ser la sangre sí o sí de su mamá o su papá. Porque en su sangre, en la sangre del bisnieto, hay una parte en la que puede haber dudas, pero en la otra parte ya pertenece a otra familia y por lo tanto no nos va a dar el resultado. Yo por eso soy muy respetuosa. Primero porque sabemos lo que significa vivir con esa duda. Es algo horrible. Seas o no hijo o hija de desaparecidos, es muy difícil vivir con la duda. A mí me tocó durante muchos años. Luego de la confirmación de que no era hija biológica del matrimonio Tetzlaff-Eduartes, tardaron tres años más en confirmar que era Victoria. En ese momento te surgen millones de preguntas. Si te quiso, si no te quiso, si nací por parto normal o cesárea, si me dejaron estar con mi mamá o si me arrancaron de ella, si está o no desaparecida… Estás todo el tiempo dando una batalla, incluso de manera inconsciente. Y en ese momento, ninguna de esas preguntas tiene respuesta. Cuando se confirma que sos hija de desaparecidos empieza otro camino, que es difícil, no voy a decir que es fácil, pero al menos ahora sí hay una respuesta. Hay un enorme sector, una enorme cantidad de personas, que no son hijos de desaparecidos y que fueron víctimas del tráfico de niños y quizás nunca encuentren esas respuestas. Y siguen viviendo con esa misma duda, con ese mismo dolor. Un dolor que hay que poder transformar, y la CONADI viene trabajando en ese sentido. Son más de mil casos en los que se ha podido recuperar la identidad de esas personas que la habían perdido sin ser hijos o hijas de desaparecidos. El Estado ha hecho un trabajo enorme para la recuperación de esas identidades. ¿Por qué señalo esto? Porque soy respetuosa de todo eso. Mi mejor amigo nació entre el 76 y el 78, su abuelo era de la Inteligencia de la Marina. La persona que lo cría le confiesa que no es su padre, lo maltrata y le dice: “vos nunca vas a tener la verdad”. Mi amigo va al banco genético, y no le dio positivo el resultado. Puede ser que no esté en el banco genético el dato correspondiente a sus padres, pero también puede ser que haya sido una víctima del tráfico de niños. Entonces uno tiene que entender lo que significa para esa persona no saber nunca la verdad. Me pasó también de acompañar un caso en donde, en principio, yo habría firmado que sí, que se trataba de padres desaparecidos, un caso en el que la madre quiso envenenar a su hija, a ese nivel. Un altísimo nivel de violencia. Y sin embargo las pruebas terminaron comprobando que era hija biológica de quien la quiso envenenar. Es decir, cada caso es especial e increíble a su modo. Pero aquí siempre de lo que se trata es de la reconstrucción de la identidad de alguien. Entonces, lo primero que uno hace es ponerle un freno para que luego no sea tan fuerte el golpe si no llegás a tener la respuesta que de alguna forma cierre una pregunta. Entre esas preguntas aparece la idea de que puedo tener una abuela que me esté buscando, o un hermano, etc. Es algo muy difícil y doloroso.
Entonces, cuando se me acercan las chicas… me pasó en La Pampa, me pasó en este encuentro feminista y me pasó en dos escuelas más la misma situación. Fueron cuatro chicas (siempre mujeres) planteándome: “Mi mamá tiene dudas, no se anima, pero yo quiero saber”. Y siempre con la angustia de sentir que estás traicionando la confianza de tu mamá. Entonces, es muy importante trabajar a partir de la idea de que el disparador sea la identidad, el derecho a la identidad, aunque duela. Aunque luego no sea la que pensabas. Pero además, porque tiene que ver con algo que nos pasó a todos los argentinos. Desaparecieron quinientos bebés, que hoy son hombres y mujeres, madres y padres. Algunos de nosotros, que fuimos padres muy jóvenes, hoy somos abuelos. Yo tengo un nieto de un año y medio. Mi nieto fue el primero de mi familia que… A ver, mi abuela fue secuestrada. Mis papás, desaparecidos. A mí, me robaron la identidad. Mis tres hijos nacieron y su primer documento de identidad es con el apellido de mi marido y de mi apropiador. Entonces, mi nieto Noah, es el primero que nace en libertad, con la verdad, con su identidad. Eso es el Terrorismo de Estado, hoy. Eso nos está pasando hoy. Tenemos desaparecidos “con vida”. Que tienen otro nombre, otra fecha de nacimiento. Que son padres y que en breve van a ser abuelos. Y hay una herencia genética, un nombre, una identidad, una historia, y una familia que tiene toda una vida transitada esperándote. Esperando solo el momento de ese encuentro. Entonces, una vez que tenés esa verdad, la vivís como querés. Lo cierto es que lo que sucede con nuestros hijos es que tienen otra forma de vivir esa verdad. Por supuesto, hay una diferencia, ellos tienen a su mamá y a su papá. Nuestros hijos sí crecieron con nosotros, con nuestras identidades falsas, con nuestras contradicciones, con todo lo que después tuvimos que transitar los nietos, que cuando nos encontraron ya teníamos nuestra “familia” conformada.
APU: Los bisnietos, en efecto, continúan con su identidad robada. Este concepto de “bisnieto” es verdaderamente revolucionario a la hora de pensar esta herida abierta, la vigencia del crimen de los apropiadores y la actualidad del Terrorismo de Estado.
VM: Hoy son nuestros hijos los que van a la Universidad. ¿Qué es lo que pasa ahí? Es todo un desafío hablarle a los chicos, a los jóvenes. Y esto lo conversamos tanto con Abuelas como con Avelina Alonso, de CONADU. Porque, literalmente, para ellos, esta historia es “en blanco y negro”. Ellos ven las fotos y son de hecho en blanco y negro. Es algo que “ya pasó”. Es parte de una historia tremenda, dolorosa, pero que ya pasó. Entonces, es difícil entender que efectivamente está también pasando ahora. Hay chicos que están construyendo una vida con un nombre que no es el suyo.
APU: Cuando repaso tu historia de vida, es increíble el hecho de que hayas pasado tu infancia junto a Horacio Pietragalla; y es increíble el lugar que tienen hoy los dos en la conducción de los destinos de la Patria. Vos sos diputada, él es Secretario de Derechos Humanos de la Nación.
VM: Mi apropiador fue el jefe del operativo que asesina a la mamá de Horacito y se lo da a Lina, que era la señora que trabajaba en mi casa, y nosotros crecimos como hermanos, o primos. Nos decíamos primos pero éramos como hermanos. Jugábamos juntos, no teníamos otros amigos. A él lo dejaban salir un poco más. A mí no. Crecimos literalmente como hermanos. Después nos peleamos, cuando él aparece. Fallece mi apropiador ahí, a los pocos días. Y estuvimos peleados varios años. En realidad, soy yo la que estuvo peleada con él. Pero después, hay que señalar la importancia de la contención de Abuelas. Porque en nuestras historias no todos los nietos tenemos las mismas reacciones. Hay nietos que necesitan mucho más tiempo. Porque cuando a uno además lo forman con una ideología, no es solamente tu nombre o tus afectos, sino toda la forma en la que vos te construiste como persona. Y entender y depurar toda esa información que desde muy chica, todos los días de tu vida, te creíste del lado del bien, de los valores, etc., y que de repente todo eso desmorone no es algo que ninguno de nosotros haya podido hacer en un día. Y ahí, el rol de las Abuelas, conteniendo, esperando, aceptando los primeros tiempos de enojo nuestros, de maltrato incluso, de no atenderlas o no querer verlas, es muy importante. También es importante el momento político en la Argentina. Porque no es casualidad que Horacio (Pietragalla), Juan (Cabandié), Vicky (Donda) o yo y otros nietos y nietas en diferentes lugares tengamos hoy estas responsabilidades. Tiene que ver también con el momento de reconstrucción de la Memoria. Porque si no hacemos ese ejercicio de Memoria corremos el riesgo de no entender nuestro proceso. Porque cuando Néstor asume (aclaro que yo no lo voté, nunca más voy a decir a quién voté en el 2003, me lo prohibieron) yo era parte del “que se vayan todos”. La política para mí era mala palabra. En mi casa, en la casa de “María Sol”, no había peor insulto que, a ver… Si a mí me pegaban, porque además me golpeaban mucho, era parte de algo que ya estaba naturalizado. Ahora, el peor insulto que tenía mi apropiador, la peor humillación era cuando me decía “Evita”. Yo prefería que me muelan a palos antes de que me dijeran “¡Callate Evita!”, porque sabía que era el peor desprecio. “Evita” era el peor insulto que podían hacerme. Entonces, cuando Néstor asume… uno lo ve en lo simbólico, en bajar el cuadro, en el hecho de pedir perdón por primera vez en nombre del Estado Nacional. Para quienes vivimos en medio de ese infierno y que teníamos una estructura que justificaba el horror desde la teoría de los dos demonios… Porque yo incluso decía, bueno hubo una guerra. Mi papá era del ERP, mi apropiador era del Ejército Argentino. Hubo un enfrentamiento y ahí mis papás se murieron, y mis apropiadores me criaron con amor. Toda esa construcción no era mía, de “María Sol”, es de la sociedad argentina. Cuando Néstor asume no era un reclamo de la sociedad argentina recuperar la ESMA. No. Había que pagarles a los docentes. El país estaba quebrado. Había un quiebre moral de toda la sociedad. Y cuando Néstor hace esto, por primera vez en nuestra historia se dice “bueno, está bien, nos quebramos, tocamos fondo, estamos en el peor de los infiernos, nos tenemos que parir de nuevo”. Teníamos que nacer de nuevo, no había otro camino. Y esta vez nacimos en serio, poniendo como bisagra nuestra historia, la Memoria, la Verdad y la Justicia. Vamos, por primera vez, a llamar a las cosas por su nombre. Se pide perdón en nombre del Estado Nacional porque esto fue un genocidio. Al mismo tiempo, es la primera vez en nuestra historia que no empezamos de cero. Porque Néstor dice “bueno, nosotros somos parte de esta lucha, somos parte de una generación diezmada, y me paro en este lugar para reconstruir ese sueño, no estamos empezando de cero, somos la continuidad de un proyecto que quedó truncado por una dictadura cívico-militar”. Se reconoce hijo de las Madres y las Abuelas. Y a partir de ahí empezamos a construir un país distinto. Era imposible reparar los daños de la Argentina con los genocidas tomando café en el bar de la esquina. Acá hubo cuestiones de fondo, intereses económicos: que nuestro pueblo quedara siempre de rodillas. Y en esta particular perversión que ocurrió en la Argentina, donde los genocidas deciden quedarse con estos quinientos bebés, no solo te secuestran, te torturan, te violan, te matan y te desaparecen, sino que además ven crecer a tu hijo todos los días, con otro nombre, otra educación, muy lejos de su origen. Y algo aún peor, que es ya la perfección del Mal: logro que me quiera. Pero hay algo que inclusive los supera a ellos, que tiene que ver con una concepción y una formación que tenían los hombres de la Fuerza, y es que en esos quinientos bebés estaba de algún modo la identidad de un Pueblo. Intentaron llevar adelante la posibilidad de que nosotros, como Pueblo, nunca tuviéramos nuestra identidad. Es lo que vimos también durante los cuatro años del gobierno de Macri: lo mejor siempre está afuera. Buscá el espejo lo más lejos posible de vos mismo, así nunca te das cuenta de quién sos. Por eso es tan importante lo que nosotros hicimos y hacemos. Porque aquí, a través de estos quinientos bebés que fuimos nosotros, se quiso borrar la identidad de un Pueblo. Es algo que tiene que ver, en definitiva, con algo tan simple como la diferencia entre el amor y el odio. Yo aun no pude retirar las fotos de la autopsia de mi papá (Roque “Toti” Montenegro), no lo puedo ver, porque no puedo dimensionar que a un chico de veinte años lo encadenás a un bloque de hormigón y lo tirás vivo desde un avión. No lo puedo pensar. Ese horror no me entra en la cabeza, porque obviamente tenés que ser un genocida para poder entender eso. Mi humanidad, por suerte, no puede entender eso. Porque no soy como ellos. Porque la mayoría del Pueblo no es como ellos. Y una se pregunta, ¿cómo es que con tanto odio y perversión, sin embargo, nosotros aparecimos? Hubo un momento en mi vida que fue un gran quiebre, el momento en que encontré los restos de mi papá.
APU: Ahí te das cuenta de que lo que te había contado tu apropiador no era cierto, que tu papá no había muerto en un enfrentamiento, que te había mentido.
VM: Nada de eso era cierto. Cuando me dicen que mi papá apareció en Colonia, Uruguay, yo estaba convencida de que había un error. Y entonces me explican que los restos de mi papá sí son reales, que todo lo demás es lo que no es real. Es el ADN. Mi nene mayor tenía en ese momento la edad de mi papá en el momento en que lo asesinan. Es algo muy fuerte. Yo veía a mi hijo y veía a mi papá, sus restos, y pensaba que no podía estar sucediendo. Y de manera absurda pensé “me mintió”, pensando en mi apropiador. Pero es obvio que me mintió siempre, aunque sin embargo en ese momento era muy difícil entenderlo. La aparición de los restos de mi papá rompió toda la lógica de mentiras que mi apropiador había construido. La aparición de Toti fue tremenda. Ahí comencé a pensar todo de otra manera. Sobre todo el trabajo impresionante que hicieron las Abuelas. Lo único que sabían era que yo había nacido morocha, con un lunar en la rodilla. Tenía trece días de vida cuando me apropiaron. Luchar, ir a la Justicia para que avancen, años enteros dedicadas a esto hasta que un grupo de científicos se une a ellas para avanzar en la ciencia y poder encontrar a partir de la sangre el vínculo que compruebe que eran nuestras abuelas. Hicieron todo ese camino en un contexto de dolor, de desaparición, haciendo posible que con mi sangre se compruebe que soy Victoria. Hicieron posible que una gota de mi sangre, porque es solo una gota de mi sangre tomada por el Equipo Argentino de Antropología Forense (que nace también por las Abuelas de Plaza de Mayo), hicieron posible que una gota de mi sangre valga más que toda la inmensidad del Río de la Plata. Así se pudo recuperar a mi viejo, que estaba como NN en un cementerio de Colonia. Fue solo una gota de sangre. Nunca dejaron de buscarnos. Siempre con amor, con risas, de manera cálida. Eso es el amor. Todo el dolor, la violencia, la perversidad infinita, todas las dificultades, las complejidades, en definitiva, terminan siendo esto: el odio y el amor. Y la disputa, a ver quién gana. Hoy sigue habiendo un sector, por mínimo que sea, que trabaja desde el odio y está todo el tiempo tensionando. Que no son 30.000, que es todo un curro, que nos tenemos que volver a sacar sangre, etc. Y ahí, tenemos que volver al origen. Por eso es tan importante la identidad. Yo me llamo Victoria. Pueden haberme cambiado el nombre, enseñarme las cosas de otro modo, pero tarde o temprano la verdad llega. Y sin dudas existió una decisión política de que algunos de esos nietos formáramos parte del nuevo país que comenzamos a construir. Nietos y nietas que tienen su nombre, que tienen su identidad, que saben quiénes son y quiénes son sus padres. Y hemos tomado el ejemplo de ellas, de las Abuelas, que después de cuarenta y trés años siguen luchando, que no se cansan, que siguen al frente de la defensa de los Derechos Humanos y la búsqueda de sus nietos. Y es todo esto lo que nos hace pensar: y ahora, ¿cómo le hablamos a los bisnietos? ¿Cómo le hablamos a nuestros hijos? ¿Cómo le decimos a esos chicos que esa historia en blanco y negro quizás es también su historia? ¿Cómo les hacemos entender que esas imágenes tienen que ver con su propia historia? Porque, de hecho, tienen que ver. Y quizás, en algunas de las universidades estén hoy los hijos de nuestros hermanos, los hijos de los nietos que aún no recuperaron su identidad y su historia.