Marea Editorial

A 100 años de su nacimiento, el día en que Favaloro pasó a la historia

El 12 de julio, el cardiólogo René Favaloro cumpliría 100 años. Aquí, el adelanto de un libro sobre su vida, que narra los detalles del primer bypass, uno de los 400 inventos más importantes de la Humanidad Por Pablo Morosi

Desde que a finales de la década de 1960 René Gerónimo Favaloro sistematizó el procedimiento para sortear la obstrucción de las arterias coronarias con el injerto de una vena tomada de una de las piernas del propio paciente, los cirujanos del mundo han logrado salvar más vidas que las que se perdieron durante los cuatro años que duró la Primera Guerra Mundial.

Difícilmente otro argentino haya hecho una contribución similar para enfrentar un problema actual de dimensión tan acuciante: fuera de las bajas producidas en territorios en conflicto y en desastres naturales, las dolencias del corazón son la primera causa por la que mueren los seres humanos.

El bypass aortocoronario logró cambiar totalmente el pronóstico de una enfermedad que hasta entonces equivalía a la pena capital y convirtió a Favaloro, nacido en La Plata en julio de 1923 y fallecido en julio de 2000, en uno de los pioneros en la historia de la cirugía cardíaca.

La primera vez

En la mañana del martes 9 de mayo de 1967, el cirujano platense René Favaloro recibió en la mesa de operaciones de la Sala 17 de la Cleveland Clinic, a una mujer de 57 años que había sido estudiada por el cardiólogo David Fergusson. Tenía una obstrucción en la arteria coronaria derecha.

Con el tórax abierto y el corazón detenido, se le mantuvo el paso y la oxigenación de la sangre a través de una máquina de circulación extracorpórea durante poco más de sesenta minutos.

A medida que los resultados del bypass se iban haciendo conocidos, la lista de espera comenzó a engrosarse y los pacientes tardaban hasta tres meses para poder concretar una operación.

El tapón de la arteria fue abierto para luego restaurar el flujo mediante un injerto de vena safena con un empalme que se extendía desde la aorta hasta el extremo libre de la arteria taponada.

En esa jornada se escribió una de las páginas más importantes en la historia de la cardiología mundial.

Fue la primera cirugía programada de revascularización miocárdica que utilizó la técnica luego bautizada con el término bypass, vocablo inglés que significa derivación o puenteo.

“Aquel día me sentí como si fuera un plomero que entraba en una casa donde los caños estaban tapados. Puse caños nuevos y, de pronto, un torrente de linda sangre oxigenada fluyó al corazón”, rememoró Favaloro más de una vez.

Al estudiar la evolución del caso, ocho días después de la intervención, se advirtió que la arteria afectada se hallaba totalmente reconstruida y presentaba una buena escorrentía distal.

Sin embargo, René era plenamente consciente de que el procedimiento tenía sus limitaciones y debía ser perfeccionado.

En base a una selección minuciosa de pacientes, se fueron realizando nuevas operaciones en las que se ensayaron diferentes alternativas.

Cada caso fue minuciosamente documentado hasta encontrar, en la operación número 15, la técnica más segura y, por tanto, duradera.

Alguna vez, el reportero del New York Times Eric Nagourney describió así el procedimiento: “Después de detener el corazón, el doctor Favaloro tomó una sección de la vena de la pierna del paciente y le cosió un extremo a la aorta.

Luego, de la misma manera en que un conductor podría usar un camino lateral para rodear un atasco de tráfico, conectó el otro extremo a la arteria bloqueada, más allá del bloqueo” (The New York Times, 1° de agosto de 2000.)

La estandarización de la práctica del bypass, a partir de 1968 fue el principal trabajo de su carrera, ya que gracias a ello cambió radicalmente la cura de la enfermedad coronaria y posibilitó salvar la vida de millones de personas que habían sufrido un infarto agudo.

Durante largo tiempo se discutió la paternidad del bypass. En el mundo médico norteamericano no fue fácil aceptar el reconocimiento para un extranjero, y menos para un latinoamericano.

La controversia se originó apenas Favaloro dio cuenta de sus experiencias y resultados.

Entonces, dos de sus colegas (Sabiston y Garrett) alegaron que habían usado la misma técnica con anterioridad.

Por su parte, cada vez que fue consultado, Favaloro relativizó la idea de haber protagonizado un descubrimiento.

En cambio, destacaba la existencia de un proceso evolutivo que permitió a sus antecesores avanzar con distintos aportes: “En medicina nadie inventa nada, todo es evolución”, repetía.

“La idea del puente aortocoronario viene desde lejos y empezó nada menos que con las contribuciones de Alexis Carrel a principios de este siglo”, señaló, en referencia a los experimentos en animales realizados por el médico francés galardonado con el premio Nobel en 1912.

A su vez, siempre subrayó la contribución esencial de su amigo Sones por haberlo instruido en la lectura y análisis de cinecoronarioangiografías y, sobre todo, por haber sostenido en el tiempo esos estudios.

Por lo pronto, el trabajo del Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular de la Cleveland Clinic se multiplicó.

A medida que los resultados del bypass se iban haciendo conocidos, la lista de espera comenzó a engrosarse y los pacientes tardaban hasta tres meses para poder concretar una operación.

Las instalaciones no daban abasto, de modo que muchos enfermos debían permanecer en un hotel cercano a la expectativa de que se liberara una plaza. Effler y Favaloro pensaron en crear un departamento específico de cirugía cardiovascular, para lo cual era imperativo conseguir más espacio.

Favaloro les propuso a las autoridades de la clínica desplazar la maternidad del sexto piso para dar lugar a nuevas salas de cirugía, instrumental quirúrgico y anestesia.

–Y díganos, Favaloro, ¿usted puede asegurar que esto funcionará? –preguntó uno de los directivos.

–No solo vamos a llenar todas las camas, sino que pronto necesitaremos más espacio –alardeó el platense.

La contundencia de aquella respuesta, sumada al aporte de datos y proyecciones elaborados con gran esmero, hizo que el proyecto quedara aprobado. Inmediatamente se puso manos a la obra.

Favaloro se ocupó personalmente de la organización del Departamento de Cirugía Cardiovascular con miras a elevar al máximo su productividad.

En los nuevos quirófanos, se llegaban a realizar diez bypass por día, con lo que los cirujanos adquirieron una experiencia muy difícil de igualar y que, como siempre, René se encargó de asentar en un registro.

El bypass significó la cura de una enfermedad que terminaba en la muerte de más del 80 % de los pacientes y redujo ese guarismo a solo el 5 %.

Pese a mostrar resultados tan contundentes, la técnica enfrentó durante varios años una fuerte resistencia que, poco a poco, fue cediendo hasta a ser universalmente considerada como un procedimiento estándar para este tipo de patologías.

El amplio reconocimiento en el mundo científico hizo que la Cleveland Clinic se convirtiera en una verdadera meca de la cirugía de revascularización de miocardio.

Hubo que ampliar sus instalaciones quirúrgicas e incluso construir un nuevo edificio. Así, su técnica también movilizó en el mercado médico un negocio multimillonario.

Las contribuciones acerca de los casos de insuficiencia coronaria aguda fueron sus últimos trabajos en Estados Unidos.

Hasta que dejó la Cleveland, alrededor de 520 pacientes habían recibido bypass múltiples.

En su libro De La Pampa a los Estados Unidos reveló que llegó a realizar hasta un máximo de seis simultáneos en un mismo paciente.

En dicho texto, Favaloro reflexiona, como pocas veces lo hizo, sobre la relación entre el cirujano y la muerte: “El verdadero médico sufre la profesión, particularmente el cirujano. Si el paciente fallece después de una operación hay una relación directa entre el cirujano y la muerte mucho más marcada que la del clínico. Después de ejercer mi profesión por más de 40 años, la pérdida de cada uno de mis pacientes me golpea igual que la del primero. No puedo acostumbrarme y mis colaboradores son testigos de que en la sala de cirugía sigo luchando y luchando aunque a veces los hechos demuestren que todo está perdido desde hace largo rato. La muerte es mi principal enemiga pero sabe que debe esperar, a veces, hasta mi total agotamiento antes de llevarse a uno de mis pacientes. El día que deje de sufrir habrá llegado el momento de dejar que el bisturí caiga de mis manos”.

Su prestigio profesional se expandió por todo el mundo y llegaban comitivas de médicos solo para verlo operar.

En esa época, René Favaloro realizó el primer trasplante de corazón en la Cleveland Clinic. Pese al estricto secreto con el que se realizó todo el operativo, la noticia se filtró al periodismo, que al informar al respecto atribuyó el trasplante a otro médico, Effler.

Días después, se realizó en el Departamento de Educación una reunión plenaria presidida por el jefe de Cirugía, Stanley Obermann Hoerr.
 

En cierto momento, Effler tomó la palabra para destacar la trascendencia de las contribuciones de su colega argentino tanto con el bypass como con el reciente trasplante cardíaco.

En tono de broma, recordó sus serias dificultades iniciales para hablar en inglés y arriesgó que era mejor asador que cirujano, para terminar por lanzar la propuesta de rebautizar a la clínica con el nombre de Favaloro. Sus palabras, efusivamente festejadas por los presentes, hicieron llorar al halagado.

Ese fue el comienzo de todo.