Por Julio Fernández Peláez
Gabo Ferro, más conocido como cantante y poeta, es historiador y ha escrito un libro singular, pretencioso y necesario en la historiografía argentina. La obra es una adaptación de su tesis de Maestría en Investigación Histórica (arranca con un genial prólogo de su director de tesis José Emilio Burucúa el cual desmenuza el devenir teórico de la Historiografía desde la década de los 70 y su campo de trabajo-acción actual), lo cual no le quita para nada valor estético, sino que por el contrario le dosifica un marco teórico absolutamente deleitable e interesante tanto para el lector común como para el especializado en ciencias políticas y sociales. A esto hay que sumarle una prosa poética (limpia y precisa) que recorre todo el libro de Ferro, dándole un tinte que por momentos nos hace recordar a los historiadores románticos franceses del siglo diecinueve pero con un ritmo y un tratamiento del tema (post) moderno que lo acercan a la literatura de Roberto Bolaño (Escritor Chileno) y la actitud generacional de Rodrigo Fresan (ambos Rockeros de la primera hora).
La temática del libro por demás novedosa y llamativa nos adentra en laberintos nunca antes visitados de nuestro pasado: la Sangre (como metáfora y como realidad) y sus monstruos, ritos y representaciones durante el segundo gobierno de Rosas, un periodo que se ha merecido kilos de bibliografía tanto de sus detractores como de sus panegiristas, pero sobre el cual nadie había investigado el sentido de la palabra “sangre” y todo el corpus significativo que encarnaba en dicho contexto histórico-cultural. Gabo revisa minuciosamente la utilización de las metáforas sanguinarias, vampiricas y esotéricas tanto en el discurso “Bárbaro” (Rosista, Federal y mazorquero) como en el “Civilizado” (Unitario, Culto y elitista), recurriendo a una inmensa cantidad de fuentes y documentos de época y sirviéndose de las herramientas que la historiografía cultural le ofrece para analizarlos y deconstruirlos, dando lugar a una interpretación actual de los usos y costumbres de la Argentina de mediados del siglo XIX e invirtiendo las categorías que han marcado nuestra sociedad y política a lo largo de dos siglos de Historia: Barbarie y Civilización.
Con esta labor el polifacético cantautor se opone a la concepción Clásica de la Historia, según la cual los hechos remotos deben ser analizados a la luz de nuevos documentos. Ya en el prólogo marca esta pugna, cuando cita a Félix Luna (referente innegable de la “civilización” en el siglo XX argentino): “Yo personalmente estoy aburrido del tema Rosas, no me interesa […] Hace rato que no veo que se traiga ningún papel, ningún documento realmente significativo”. Ferro responde a esta cita con una concepción de avanzada: “El desarrollo de los estudios Históricos no gravita solamente entre los hallazgos de papeles nuevos, sino en la renovación de las lecturas de los documentos existentes y la reconsideración de algunos elementos y cuestiones descuidadas o desatendidas por autores, métodos o escuelas anteriores.” Es decir que el libro además de interesante y revelador es absolutamente iconoclasta en lo que concierne a los personajes e historiadores que han esculpido una concepción del pasado de la Nación.
“Barbarie y Civilización” (integrante de la Colección Pasado Imperfecto de Editorial Marea) es interesante por donde se lo vea, desde su diseño exterior a las geniales representaciones graficas (tomadas de dibujos originales de la época) que acompañan toda la obra con sus respectivas interpretaciones; dibujos y grabados que sorprenden a primera vista y causan repulsión luego de ser analizados: en todos ellos la sangre cumple un rol determinante como así también los murciélagos, las vísceras, los cráneos, las serpientes y los monstruos mitad humano mitad bestia. Así fue graficado el Rosismo, sumándole a todo ello imágenes orgiásticas y satánicas, con lo cual resulta simple hacer una analogía con las obras de Goya, que de hecho Gabo hace pero a manera de paráfrasis: “El sueño del monstruo produce la razón”.
Así es el libro de este brillante músico en el cual no escatiman las metáforas, ni los recursos poéticos ni mucho menos la Ética Política que (de manera solapada) cabalga todas las páginas de la obra, posicionándola en un plano objetivo y absolutamente reacio a lo que convencionalmente se entiende por “libro de historia”.
Esta singular obra puede (y debería) ser leída tanto por lectores de Historia como por lectores de literatura, ya que la ficción esta presente en todo relato y al toparnos con este periodo de la Historia argentina vemos que la realidad supera a la ficción constantemente: es una obra reveladora y fantástica que viene a llenar un espacio vacío. Creo que esto se debe a que Gabo nos tiene acostumbrados a la excelencia: es músico y hace buena música, es poeta y escribe buenos poemas y es Historiador y como no podía ser de otra manera es un brillante historiador.