Son casi las siete de la tarde de un martes de invierno en Buenos Aires. Estoy en la librería La Coop. Subo los cuatro o cinco escalones que dan a la puerta y salgo a la calle Bulnes, hacia Corrientes. Tengo un libro envuelto en papel madera en una de mis manos. Doblo para el lado de Pin-Pun. Abro el paquete y saco la reedición de Raúl González Tuñón periodista, escrito por Germán Ferrari y reeditado este año por la Editorial Universitaria Villa María. Hay viento helado, como cantaba Rosario Bléfari. No lo siento demasiado porque me distraigo al hojear estas 500 páginas que cuentan cómo González Tuñón, hace un siglo, podía escribir artículos para el diario Crítica y también poemas donde continuaba con su visión de la ciudad. Cosas como: “Calle Pedro Mendoza. Bodegones sombríos / Gente que viene de lejanos mares / Y de lejanos ríos / Y oficia en los altares del alcoholismo y de los desvaríos”.
Pero caminar y leer se hace difícil. No por mirar hacia abajo en medio de una vereda transitada. Con los celulares nos hemos acostumbrado a hacerlo. El problema es que a esta hora casi no hay luz natural. Además, aún está en mi cabeza, llevo en mis oídos, diría el General, el ruido inolvidable de las máquinas de escribir de la redacción del diario Noticias. Un sonido que se produjo en 1974 y estuvo guardado durante décadas hasta que surgió nuevamente en un audio que fue subido a YouTube a comienzos de junio pasado. Desde entonces, casi no pienso en otra cosa.
En realidad, el audio es una entrevista a Rodolfo Walsh que fue difundida este año en un artículo de Facundo Lo Duca publicado en el sitio Ornitorrinco. En esa charla, Walsh habla con tono seco, cortante, con tres estudiantes secundarios que hacen preguntas básicas y un poco torpes. Es fascinante escucharlo. En especial en ese contexto: rodeado de sus compañeros del diario que teclean sin parar las máquinas en las que escriben las notas que llenarán las páginas del día siguiente. Los cigarrillos de esa redacción casi que se pueden percibir. Como gránulos humeantes impregnados en la cinta que ahora se desprenden de manera digital.
Pero como bien lo sabe cualquier periodista, ninguna experiencia en la web, a través del éter, telefónica, televisiva o en papel puede ser igual que estar presente. El famoso “lugar de los hechos” es el pico del oficio periodístico. Donde siempre vamos a encontrar algo para contar. Puede haber periodismo sin moverse de casa. Pero hasta la nota más insignificante crecerá si le agregamos lo vivido tras haber estado ahí. En la calle para tomar nota de las consecuencias de un accidente. En la cancha para escuchar lo que dicen las tribunas. En las plateas para sentir cómo los artistas se conectan con la audiencia. En la plaza para entender los reclamos de la gente. Para describir el silencio de los barrios peligrosos. Para conocer las voces angustiadas en las guardias de los hospitales, el mal humor en el colectivo a la hora pico y las risas nocturnas de los bares.
Y ahí, en la calle, es donde lo veo venir. Camina despacio. Mira al frente. Es inconfundible. Es Carlos Ulanovsky, que en octubre va a cumplir 82 años pero todavía está activo, como si supiera -por supuesto que lo sabe- que el periodista no detiene jamás su marcha. Ulanovsky avanza como en la tapa de su nuevo libro, El periodismo es lindo porque se conoce gente, publicado en junio por la editorial Marea, donde aparece dibujado por Rep como si fuera parte de Los Beatles en la tapa de Abbey Road.
No le digo nada, lo dejo seguir. Ulanovsky camina por una ciudad que siempre estuvo invadida por periodistas. Buenos Aires fue y es contada por periodistas. Ahí están las crónicas de Enrique Raab, sólidas como el primer día. Porque antes de que la dictadura se encargara de hacerlo desaparecer, él fue capaz de reflejar lo que pasaba con más precisión que las imágenes de los canales o las fotos de los diarios. Y lo hizo sólo con palabras. Contó con maestría todo lo que se vivía alrededor de un discurso de Perón, en una conferencia de Borges o en la víspera de un Boca-River.
En esta ciudad están los bares sin wifi donde Hugo Alconada Mon se reúne con las fuentes que alimentan sus investigaciones. Está el parque donde Leila Guerriero sale a correr para reordenar las ideas. Son las calles donde hasta un periodista ficticio como el Loco Chávez podía transitar. Y tantos más, célebres, anónimos u olvidados. Algunos de ellos fueron rescatados por Ulanovsky en su nuevo libro.
A tono con otros trabajos de su autoría como Redacciones o Paren las rotativas, en El periodismo es lindo porque se conoce gente Ulanovsky realza la vieja escuela de un oficio que siempre parece estar despidiéndose. Es un manual para recordar de qué se trataba aquello y lo contrasta con nuestra época, repleta de esbirros y canjeadores seriales, pero también de periodistas que luchan por sostener su dignidad ante la precarización y el avance de la intolerancia. El libro recoge historias de compañerismo y complicidad en medio de este “tiempo mediático caracterizado por largar noticias sin el debido chequeo, por el debilitamiento de la palabra”. Rescata decálogos de distintos autores y autoras para ejercer el oficio de manera honesta. Critica a los medios digitales por los cierres constantes que buscan “la ilusoria fantasía de llegar primero a ningún lado”, y también por “la perversión de ese nuevo género” llamado “noticias en desarrollo”.
Ulanovsky hace foco en la “picardía periodística”, que según cuenta en el libro, puede sintetizarse en el famoso chiste que termina con la pregunta “¿A favor o en contra?” a la hora de escribir una nota. Y dice: “Todo periodista con algo de experiencia sobre sus hombros puede garantizar haber escrito uno o más capítulos de la picaresca del periodismo. ¿Quién no fantaseó 50 o 60 líneas a partir de dos o tres fotos que no ofrecían dato alguno?, ¿quién será capaz de negar que, por ejemplo, sin saber una palabra de armamentos y de política bélica escribió con precisión y acierto unas heroicas líneas sobre la guerra del momento?, ¿a quién no le tocó, de un minuto para el otro, tener que describir lugares y escenarios del mundo sin haberlos visitado nunca?”.
****
Ahora Ulanovsky no va por la calle. Está del otro lado del teléfono, en su casa, relajado. Lleva más de sesenta años de actividad periodística sin interrupciones. “Siempre mis hijas se asombran -dice. ‘¿En serio, papá, es de lo único que trabajaste?’. Y sí, de lo único que laburé. Desde los 19 años. Y cuando viví en México, también. El otro día, en la presentación (del libro), dije eso: que acá me gané los garbanzos y en México me gané los frijoles (risas)”.
Ulanovsky, que tuvo dos etapas mexicanas desde la segunda mitad de los setenta hasta el final de la dictadura, también reconoce que no usa más grabador o celular cuando le toca ser entrevistador. Ahora sólo hace anotaciones. “Y como ando más o menos bien de la memoria, me acuerdo. No he tenido tampoco desmentidas”, comenta, y vuelve a reírse.
“Ula”, como le dicen muchos, analiza su nuevo libro, el número 27 de su carrera, y comienza con un detalle que no le pertenece: “Hay una frase de Sergio Olguín, en el prólogo, que para mí ha sido muy luminosa. Dice que la picardía tiene que ver con el ADN del periodista. Que debe tener la picardía en sus genes, porque un periodista sin picardía es un empleado administrativo que escribe bien. Me pareció una definición extraordinaria”.
“¿De qué hablamos cuando decimos pícaro, picardía, picaresca?”, se pregunta Ulanovsky en la introducción del libro. Responde: “No es la viveza criolla, ni el aprovechamiento que propicia la desigualdad, ni la ventajita que inferioriza al prójimo. No es la canchereada, la sobrada, la humillación al compañero. Y muchísimo menos, la operación interesada, el sobre por debajo de la mesa o cualquier otra variante de procedimiento corrupto”.
El libro está lleno de anécdotas y nombres. Desde el pragmatismo de Julio Ramos en Ámbito Financiero hasta las prioridades de Alfredo Serra, que decía: “Entre la primicia y la calidad moral, siempre elegí lo segundo”. Hay un cameo de Santo Biasatti en calzoncillos y aparece la frase de Martha Ferro que también se escucha en el extraordinario documental Tinta Roja, de Carmen Guarini y Marcelo Céspedes, que muestra cómo se trabajaba en la sección Policiales del diario Crónica: “Acá, en este país, está todo mezclado. Los que tienen que administrar la ley son más delincuentes que los delincuentes. Eso lo ves todos los días. Mi abuela, que era anarquista, siempre me decía: ‘El peor delincuente no es peor que el comisario. El comisario no es peor que el juez. Y el juez no es peor que el presidente de la República’”. En el libro, además, Ulanovsky concluye que la ética, el fervor por la verdad, la honestidad, la pasión y la defensa de los derechos no siempre se consiguen en las aulas de una universidad.
Pero quizás la historia que mejor sintetice la picardía periodística bien aplicada sea la de Luis Soto. “Gran periodista, gran notero”, dice Ulanovsky. “Un día llegó a Clarín y lo pusieron en la sección Turf. Y entonces él dijo ‘Bueno, estoy acá, esta es la realidad’, y en lugar de hacerse mala sangre lo que hizo fue pensar: ‘¿Cómo puedo destacarme?’”. Soto aplicó una máxima atribuida al ex jugador de Talleres, Daniel Willington: hay que jugar donde nadie juega. Convirtió la sección hípica en una trinchera propia donde desarrollar su creatividad. “Y un día, después de haber escrito todos los días una pequeña nota casi editorial en la sección, se entera que en la cátedra de David Viñas, en Filosofía y Letras, se leían sus notas. Eso es fantástico. Y eso fue porque el tipo entendió que su sección no era una sección chica”, sigue Ulanovsky, que cree que esos son procesos que la inteligencia artificial no puede replicar. “Eso en los laboratorios no se consigue”, completa.
Para Ulanovsky, la amenaza más concreta de la actualidad no es la IA sino LLA. El ataque y las provocaciones del presidente Javier Milei y sus trolls son algo mucho más palpable. Una “invitación a la agresión”.
“Y la verdad me tiene triste. Me limita mucho la cabeza. Porque vos fijate una cosa: ahora no tengo auto, pero suponete que en la calle tenés un accidente automovilístico, o lo que fuera. Alguien te mira mal y te peleás. El tipo te putea y vos lo puteás también. Uno sabe cómo reaccionar. Pero cuando el que te putea es el presidente, ¿cómo reaccionás? ¿Cuál es la mejor manera de reaccionar? ¿O la única manera de reaccionar? Eso es muy difícil”, dice.
“Yo, que tengo muy desarrollado el músculo de la escritura, ahora tengo seguramente las mismas dificultades que hubiera tenido durante la dictadura de haber vivido acá. Es así. No me salen fácil los temas, viste. Hasta te diría que algunos temas me dan un poco de miedo tocarlos. Y eso es horrible. Es horrible”, sigue.
****
El periodismo es lindo porque se conoce gente comienza con un dibujo de Rep donde se lo ve a Ulanovsky como si fuera un chico. Juega con un auto marca Duravit y mantiene un diálogo con un adulto. El hombre le pregunta qué quiere ser cuando sea grande. El pequeño Ula responde: “Periodista, pero no hombre de prensa, gente de medios, comunicador, escriba. Y nunca amanuense, gacetillero, operador o panelista”.
“Me olvidé de cagatinta, también”, dice ahora, al repasar ese dibujo. “Era una ironía. A partir de cierto momento, al periodista se le dejó de llamar periodista. Esta denominación ‘hombre de prensa’, ‘gente de la comunicación’. No, yo soy periodista”, agrega.
Hay una cita muy famosa de Antonio Di Benedetto que dice: “Conseguí ser periodista. Persevero”. Ulanovsky persevera desde 1963. En la actualidad conduce un programa de radio junto a Hugo Paredero. Se llama Dos dinosaurios vivos y se emite los sábados de 9 a 11 por Radio Provincia. Ulanovsky persevera también en el trabajo colectivo y nunca confunde al periodismo con otros oficios. No cruza la línea que separa al periodista del publicista, algo que muchos colegas en la actualidad realizan al intentar convertirse en una empresa de sí mismos, con canjes de lo que sea, selfies, tragos, y eventos. Perseguidores del like a los que el analógico Ulanovsky les manda un mensaje indirecto, involuntario. A todos aquellos “creadores de contenido” que en cada posteo emiten comunicados como si fueran celebridades. A esos a los que habría que decirles lo que cantaba Spinetta en “Dale gracias”. Que es inútil que pretendan brillar con su historia personal.
- - -
Federico Anzardi
Federico Anzardi es periodista. Trabaja en rocksalta.com. Escribió Hay cosas peores que estar solo: Fito Páez y Ciudad de pobres corazones (Gourmet Musical). En Twitter es @federicoanzardi.