Marea Editorial

El destino de un símbolo

Rogelio C. Paredes

La enigmática figura de Mariano Moreno (1778-1811) sigue brillando entre los primeros hombres y episodios de la Revolución de Mayo: por su juventud, por el inesperado fuego de su ímpetu revolucionario -que sorprendió incluso a aquellos que lo sospechaban en exceso moderado- y por su muerte trágica y prematura, que lo preservó de las alternativas, los sinsabores y las amargas decisiones que debieron tomar quienes lo sobrevivieron a lo largo de un curso vacilante que iría oscureciendo de a poco la pureza de los propósitos iniciales de la Revolución.

Miguel Wiñazki explora una vez más la sorprendente grandeza y destino del numen de Mayo en su biografía Moreno, el fuego que inventó la patria , una biografía que, como anticipa nítidamente el título, ofrece una laudatoria valoración del personaje histórico.

Recorriendo un amplio y abigarrado camino de citas y referencias bibliográficas y documentales, el autor traza con sobriedad, pero de manera amena, los contornos de ese héroe jacobino cuya desaparición, según piensa, evitó o postergó la realización de una revolución más radical y, por eso mismo, a su juicio, más justa y necesaria. La habilidad de Wiñazki como periodista y ensayista lo lleva a elaborar un texto atractivo, surcado de fragmentos literarios, memorias y transcripciones de fuentes, que no se propone, sin embargo, revisar los aspectos más conocidos, difundidos y aceptados del ardiente secretario de la Primera Junta de Gobierno Patrio.

El Mariano Moreno cauteloso y obediente de sus primeros años o el abogado porteño que se aprestó a colaborar con las autoridades coloniales no opacan, para Wiñazki, la figura tan bien reconocida más tarde en el liderazgo de los sectores más lúcidos y radicales; más bien encubren al observador atento que espera un momento apropiado para lanzarse por el camino de la acción revolucionaria. De este modo, los escasos meses de la brillante actuación política de Moreno como secretario de la Junta, entre mayo de 1810 y marzo de 1811, descifran por sí solos, opina Wiñazki, el destino prefijado de un hombre nacido "para inventar la patria".

La torva versión de una conspiración para la muerte de Moreno, surgida de los odios y sospechas políticas del momento, parece afirmarse con más certeza en cada nuevo relato sobre su vida, algo que acaso estimule el creciente escepticismo del público lector sobre la política y la historia del país. Wiñazki la incluye en su biografía sin afirmarla ni negarla del todo, pero la incorpora, sin dudar, entre los aciagos presagios de un futuro sombrío para la nación que el prócer había luchado por crear. El Moreno portador del fuego "que inventó la patria" murió también como había vivido, signado, más que por el destino de un hombre, por el destino de un símbolo.