Marea Editorial

Los llovidos

Cuando leía Los jueves de redención (Matías Crowder, 2019, Marea Editorial) creí estar leyendo una muy buena novela con una carga inusitada de realismo mágico para la tendencia literaria de esta época.

“El pequeño pueblo de Los Alamos, escondido en el Delta, guarda un secreto. En 1977, en plena dictadura militar, un terror del que no se habla cae del cielo al río cada jueves a la madrugada y estremece la vida de esa remota aldea dispersa entre los canales y la selva” avisa la contratapa del libro para después agregar que “Las voces de los habitantes de Los Alamos se combinan en un rompecabeza que, poco a poco, va develando la historia de los ‘llovidos’”. Y una crítica, en esa misma contratapa, termina diciendo que el autor “se ‘inventa’ el territorio en el que caen esos cuerpos desde el cielo, los ‘llovidos’ en la novela. Es un territorio que ya existe: el Delta del Paraná, precisamente en la provincia de Entre Ríos; y dentro del Delta, construye el territorio imaginario de Los Alamos”.

Todo puede ser en una obra literaria. Desde la alegría desenfrenada hasta el horror más oscuro y ominoso jamás imaginados. El periodista, creído de tener posiblemente una de las bibliotecas más completas sobre la historia de la Argentina de los ’70 y haberse convertido en un especialista del tema, se asombra por la obra de Crowder. La fabulosa imaginación del escritor había creado Los jueves… como una pieza perfecta.

Salvo la historia de “El Silencio”, el único campo de concentración que existió en El Delta, nunca antes se había planteado el tema de la represión y el exterminio en esa zona del Paraná.

 

La Justicia

Sin embargo, lo que parecía solo una ficción recreaba una ficción histórica dolorosa y casi desconocida. Los “vuelos de la muerte”, una de la formas más macabra, cobarde y sórdida de matar seres humanos puesta en práctica por la última dictadura militar, no solo había surcado los cielos y las aguas de Magdalena, Punta Indio, la bahía de San Borombón, San Clemente, Las Toninas, Santa Teresita o Villa Gessel sino que también sobrevolaron el Delta del Paraná.

Con una Justicia cada vez más lenta e ineficiente que mientras se dedica a perseguir y detener determinados políticos, cajonear expedientes y defender a jueces o fiscales leales a la oposición, no es raro que los juicios por delitos de lesa humanidad o que sus sentencias tarden en iniciarse o dictarse. Póngase como ejemplo lo que sucede por crímenes en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA). En la que el Tribunal a cargo de cuatro juicios descartó habilitar la feria para que uno de los represores acusados diga sus últimas palabras y así se pueda dictar sentencia en un juicio que comenzó en… ¡2018! Y sufrió cantidad de postergaciones. ¡A 35 años de tener gobiernos democráticos!

 

La realidad supera la ficción

El título de la noticia del diario Página/12 del 8 de enero pasado decía “Villa Paranacito, otro escenario del horror” Y la bajada agregaba “La fiscalía asegura que está probado que cientos de cuerpos sin vida fueron arrojados en el Delta. La causa existe desde 2016 pero estuvo paralizada los últimos cuatro años”.

La historia ficcionada en la novela de Crowder tenía un sustento real. Todo comenzó con una denuncia del periodista Fabián Magnotta en su libro El lugar perfecto sobre vuelos realizados en la última dictadura militar que arrojaban cuerpos en las aguas de ríos y arroyos del Delta de Entre Ríos. Y el trabajo se basó en testimonios de vecinos del lugar.

Sin embargo, aún hoy a los testimoniantes de aquellos hechos les cuesta recordar porque en sus exposiciones se entrevé el miedo por revelar aquello que saben que sucedió.

Según la nota del matutino, los primeros datos de su investigación Magnotta los obtuvo de un policía que recordó que su ex novia le contó que se había encontrado con un tambor de gasoil de 200 litros relleno de cemento, con un cuerpo en su interior y la cabeza afuera. El policía, ya fallecido, hizo la denuncia en el Juzgado de Gualeguaychú, pero no pasó nada. Sin embargo, el periodista continuó reuniendo confesiones de isleños, conductores de lancha almacén y ex policías que se animaron a contar lo que veían casi diariamente: que aviones Hércules y helicópteros arrojaban bultos y que barcos de la Prefectura tiraban barriles cerrados a las aguas del Delta. Así, en 2016, su libro se convirtió en denuncia.

El testimonio de Fabián Magnotta continuó en diciembre de 2020 con el señalamiento de posibles lugares de enterramientos clandestino de los cuerpos que aparecieron en tambores. Para ello se realizaran barridos en los cauces de los ríos Ceibo y Sauce que son muy profundos.

Pero además, existen testimonios aterradores de habitantes del lugar como el de una ex maestra que cuenta que “los pobladores me contaban que aparecían cadáveres a diario o que veían aviones tirar bultos desde el cielo. Yo escuchaba a los aviones y casualmente las noches que los escuchaba, durante la tarde pasaba Prefectura a avisarme que tratara de no salir de la escuela hasta el otro día”.

 

Ojalá se pueda hacer algo

A pesar de la poca trascendencia que se le dio en los medios de comunicación, desde el gobierno nacional parecen haber acusado recibo de estos hechos tenebrosos. La abogada Lucía Tejera. Representante de la Secretaría de Derechos Humanos, después de reconocer que la causa está virgen, se sumó como querellante en septiembre pasado y pedirá la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense, siempre bienvenido para estos casos.

Lo trascendentes, más allá del inicio de una nueva investigación que confirmaría nuevos elementos y escenarios del horror en la causa de los vuelos de la muerte, es cómo el periodismo de investigación (en este caso Fabián Magnotta) y la literatura de ficción histórica (en este caso Matías Crowder) muchas veces pueden aportar más que cualquier investigación oficial. Desde el rigor de la pesquisa periodística hasta el realismo mágico de la literatura, el Horror del terrorismo de Estado puede adquirir la verdadera dimensión que muchas veces no consigue transmitir la verdadera dimensión que muchas veces no consigue exhibir el estilo de un frío expediente judicial.