Marea Editorial

“Los nietos nos cuentan”: el libro que ilustra la chica desaparecida por el militar que reivindicó Villarruel

Es una investigación que reúne las experiencias de 13 hijos de desaparecidos que fueron apropiados y recuperados tras la última dictadura militar. Contadas para jóvenes y adolescentes, incluye la historia de Sabrina Gullino Valenzuela Negro, abandonada por Daniel Amelong. Ella también dibuja. Por Belén Marinone

El llamado de Mariana Zaffaroni Islas llegó un domingo a la mañana al teléfono de Analía Argento. Acababa de leer por segunda vez el libro De vuelta a casa. Historias de nietos restituidos, que Argento había publicado en 2008, y ahora trabajaba en otro proyecto, alejada del tema. Zaffaroni Islas estaba emocionada: “¿Por qué no seguís escribiendo las historias de los nietos?”.

El tema volvía, como si la buscara. “No puedo escaparme de algo que me gusta, me interesa y me conmueve”, le contestó Argento, pero puso una condición: “Puedo arrancar este proyecto si lo hacemos juntas”. Así surgió el libro Los nietos cuentan cómo fue. Historias de identidad.

El libro, que publica Marea Editorial y se podrá encontrar en librerías los últimos días de noviembre, es un libro especial. Pensado para hablarles a jóvenes y adolescentes, Mariana ―que cuando estuvo apropiada se llamó Daniela― y Analía, periodista con familiares desaparecidos, escriben la mitad de los capítulos en el que reúnen las experiencias de 13 nietos y nietas recuperados y que pudieron conocer su identidad. Ellos, de distintas maneras, fueron esos bebés nacidos en maternidades clandestinas o chicos secuestrados junto a sus padres.

Las ilustraciones son de Sabrina Gullino Valenzuela Negro, también nieta restituida, nacida en cautiverio, que supo en 2008 que es hija de desaparecidos. Su caso cobró relevancia a partir de las declaraciones de la candidata a vicepresidenta por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, cuando mencionó a Daniel Amelong, el militar que abandonó a Sabrina en un hogar de huérfanos de Rosario. Todavía busca a su mellizo, que está vivo. Sabrina, en este libro, no solo es ilustradora, también es testimonio.

“Contar la historia de Sabrina era un desafío”, dice Argento en diálogo con Infobae Leamos. “Ella ha dado muchas entrevistas, hay un libro escrito, muchos artículos periodísticos y era difícil contar lo que ya se había contado”, explica.

Pero la piel se eriza cuando confiesa: “Además, lo contamos pensando en qué pasaba si este melli lee el libro, si lee el capítulo de Sabrina. Eso es muy fuerte para mí, más allá de lo que provoque el libro, me gustaría que el melli vea y quiera conocer a su hermana o diga: ‘¿Será mi hermana?’”. Hay familias e identidades incompletas todavía.

Los nietos cuentan cómo fue parte de una pregunta, aún hoy, dolorosa: ¿Cómo fue enterarse de pronto que su mamá y su papá no eran los que creían? En las más de 150 páginas, el libro propone acercar a los adolescentes la historia argentina reciente. “El principal desafío fue ponerse en los zapatos de los lectores, de su edad, de su mirada, de su lenguaje, de sus códigos e intereses. Tratar de comunicarnos en su terreno”, dice Zaffaroni Islas.

Todos los capítulos tienen una portada con el número de restitución, una reseña sobre los padres biológicos, secuestro y datos de nacimiento.

El libro cuenta con otros recursos, para generar cercanía con los jóvenes lectores: cada uno de los nietos y nietas aporta anécdotas, sus películas y libros favoritos, fotos y material para descargar gratuitamente mediante códigos QR. Sabrina Gullino Valenzuela Negro, por ejemplo, comparte un sueño recurrente que transformó en un corto de animación y que se puede descargar. Tiene que ver con la historia de una bebita. Sin saber su identidad lo tituló Negra Idea. Como si el tema la buscara.

“La importancia de contarles esto a los chicos es la que surge de la necesidad de que conozcan la historia de su país”, reflexiona Zaffaroni Islas en comunicación con Infobae Leamos. Ella también se abre y escribe su impactante historia en Los nietos cuentan cómo fue.

“Es tan terrible lo que sucedió en esos años. Es importante que todos sepan todo lo que pasó. Nosotros elegimos esta pequeña parte, que es la que vivimos, la que sufrimos y la que podemos contar”, refuerza.

“Estas historias son fuertes desde lo humano y la Historia de nuestro país, agrega Argento .“Es bueno volver a contarlas porque hay muchos que ponen en duda el plan sistemático sobre el robo de bebés, las maternidades clandestinas, las torturas. E incluso hay quienes vuelven a justificarlo”, dice Argento.

“Yo tenía un año y medio cuando mi vida se partió en dos. Pero no tengo ningún recuerdo”. Mariana Zaffaroni Islas

Y sigue, contundente: “Me parece importante contarlas porque cuando algunos ponen en cuestionamiento a los desaparecidos yo siempre pregunto: ‘¿Y los bebés?’ No tenían militancia política y son seres humanos a los que se le robó la identidad. Hay muchos que todavía no conocen su verdadera identidad y mientras eso pase, hay un delito que se sigue cometiendo sobre ellos”.

Entre los testimonios que seleccionan en el libro, además del de Zaffaroni Islas y Gullino Valenzuela Negro están los de Anatole Boris y Victoria Eva Julién Grisonas, que fueron de los primeros casos de reencuentro; Paula Eva Logares, nieta de Elsa Pavón y fue el primer caso en el que se usó “el índice de abuelidad” para lograr la restitución de la identidad.

También está el caso de Ezequiel Rochistein Tauro, nacido en cautiverio y cuyo apropiador, el agente de las Fuerzas Armadas Juan Carlos Vázquez Sarmiento recibió este año la condena de 15 años de prisión por la apropiación tras estar dos décadas prófugo. Ezequiel vive en Brasil y Argento cuenta que vino a la Argentina hace pocos días para hacerle un homenaje a su papá porque el Equipo de Antropología Forense encontró sus restos en un cementerio enterrado como NN. Los restos fueron identificados gracias a una muestra de sangre de Ezequiel.

Argento detalla sobre otro caso que la impacta: “Andrea Hernández Hobbas fue apropiada cuando era más grandecita y tiene recuerdo de sus hermanos y su historia siempre me pareció muy fuerte cuando veía las fotos en Abuelas. ‘Si no los encuentran, ¿estarán vivos?’, me preguntaba”.

Según explican las autoras, elegirlos fue otro de los obstáculos. Querían que en Los nietos cuentan cómo fue. Historias de identidad no se relataran experiencias ya conocidas, “para darles el lugar y la voz a nietos y nietas cuyas historias no haya sido contada”.

Argento y Zaffaroni también detallan que buscaron tres casos por cada década de democracia ininterrumpida en Argentina. “La democracia trabaja desde hace 40 años para sacar toda la verdad a la luz, para que se haga justicia por todo el daño que se provocó y para educar en la memoria para que todos comprendan la importancia de luchar por conservar nuestra democracia”, opina Zaffaroni.

En primera persona

“Esta historia podría empezar, como tantas otras, con imágenes del secuestro, del horror. Yo tenía un año y medio cuando mi vida se partió en dos. Pero no tengo ningún recuerdo. (...) Tuve una infancia muy feliz. Y normal. Hasta que un día todo cambió. Yo estaba en el patio del colegio con una amiga, y una mujer se nos acercó. Con muy buena onda nos ofreció sacarnos unas fotos. (...) Con esa imagen se llenaron de afiches las calles de Buenos Aires. Debajo de mi foto con dos colitas decía ‘Así es hoy Mariana Zaffaroni Islas’. Yo me llamaba Daniela Furci, ¿quién era Mariana Zaffaroni?”, escribe Zaffaroni Islas en el libro.

Pero, ¿cómo es contarlo en primera persona y para jóvenes? Según cuenta Mariana, coautora del libro y nieta restituida, fue el último capítulo que escribió porque lo iba pateando, hasta que no pudo sostenerlo más. Tenía que hacerlo.

“Fue muy raro”, comparte. “Yo conté mi historia muchísimas veces, pero siempre para que la escribiera otro. Tener que hacerlo yo fue una experiencia muy movilizante. Muchos recuerdos se empezaron a agolpar en mi cabeza y tuve que ir eligiendo cuáles contar y cómo hacerlo”, expresa.

“A diferencia de otros nietos, el día que Sabrina recuperó su identidad, no la recuperó completa. Le falta una mitad”, se lee en el capítulo de Sabrina Gullino Valenzuela Negro en Los nietos cuentan cómo fue. Y sigue: “Al momento de ser restituida Sabrina acababa de ganar un premio por su trabajo como ilustradora y animadora. Pero ella no podía pensar en sus dibujos sino en encontrar al mellizo”. Aunque en octubre de este año le autorizaron a tramitar su DNI incluyendo los apellidos de su papá y su mamá, a Sabrina le falta un hermano, una parte de su historia.

En su capítulo también aparece el episodio en que Sabrina encaró a Walter Pagano, uno de los dos condenados por haberla dejado en el Hogar de Huérfanos de Rosario. Así se cuenta en el libro:

–¿Usted es Pagano?

El hombre se levantó del asiento y le dijo que sí.

–¿Por qué no nos dicen dónde está el melli? –lo increpó Sabrina.

Él balbuceó una defensa y le dijo que no era cierto, como ella había dicho alguna vez, que planearan tirarla al río. Sabrina volvió a preguntarle y a rogarle que le dijera a quién le habían entregado a su hermano mellizo. Pagano no pudo responderle. “Vos de Paraná llegaste sola”, fue todo lo que dijo.

“Estoy convencida de que hay que contarlas porque es lo más horroroso que pasó en la última dictadura militar y me parece humanamente muy difícil de entender”, dice Argento. Las dos autoras hablan de sus hijos y de las nuevas generaciones, a las que le dejan este libro.

Así empieza “Los nietos te cuentan cómo fue” (Fragmento)

Una historia contada a dos voces

Buenos Aires, 26 de septiembre de 1976. Están escondidos en la bañadera. Los ruidos que les llegan desde fuera del baño son aterradores. Gritos, golpes, cosas que se rompen contra el piso. Anatole y Victoria están muertos de miedo, calladitos, para que no los encuentren. Anatole tiene cuatro años. Victoria, uno y medio. Y para ellos la vida acaba de cambiar. Para siempre

A pesar de todos los recaudos de su mamá, que también se llamaba Victoria, entraron al baño y los encontraron. Seguramente lo que les tocó ver a medida que los sacaban de la casa fue un espectáculo dantesco. Su papá, Roger, no estaba a la vista. A su mamá la golpearon salvajemente y la sacaron a la rastra del que, hasta ese día, había sido el hogar de la familia.

Los niños fueron llevados a una estación de servicio cercana a la casa. Mientras a Victoria (madre) la metieron a la fuerza en el baúl de un auto. También el cuerpo, aparentemente muerto, de Roger. Los vecinos, que querían mucho a los Julién Grisonas, pedían que a los niños al menos los dejaran con ellos. Con malos modos les respondieron que no se metieran. Todos fueron trasladados.

Durante unos días, estuvieron los tres, mamá Victoria, Anatole y Viki, en el centro clandestino de detención conocido como Automotores Orletti. Allí seguían los gritos desgarradores, pero de personas que ellos no conocían. Anatole aún se acuerda de ese lugar.

Después de esos días en el infierno de Orletti, Anatole y Victoria fueron llevados al Uruguay. ¿Los iban a devolver a su familia, a sus abuelos y tíos que vivían allá? No. Los tuvieron algún tiempo en lugares inciertos. Lo cierto es que en diciembre emprendieron un largo viaje. Anatole todavía se acuerda de cruzar la Cordillera de los Andes en avión. Él estaba en la cabina del piloto y veía por la ventana las montañas blancas. También recuerda un taxi donde iban él, su hermanita y otra niña pequeña que la hacían pasar como su hermana.

Los acompañaba una mujer. Una “Tía Mónica” que nadie puede identificar. Finalmente, la “Tía Mónica” dejó a Anatole y a Victoria en una plaza con juegos para niños en Valparaíso, Chile. ¿Por qué ahí? ¿Por qué solos y abandonados a su suerte? Anatole con sus cuatro años abrazaba a su hermanita que lloraba. Pasaban las horas y nadie los recogí...

Alguien avisó a las autoridades que esos dos niños estaban claramente abandonados. Estaban bien cuidados, hablaban bien, tenían acento argentino, no eran de allí… ¿de dónde eran?, ¿quién los había abandonado?