Marea Editorial

Reseña de WIENER, Gabriela (2012) Nueve lunas. Viaje alucinado a la maternidad

María Soledad Nívoli*

La experiencia corporal de la gestación es de por sí algo suficientemente gigante e imponderable como para ameritar un testimonio escrito, tal como el que nos ofrece Gabriela Wiener en Nueve lunas. Viaje alucinado a la maternidad. Cada una de las mujeres que pasamos por esa mutación monstruosa que se produce en el apretado lapso de nueve meses –semanas más, semanas menos– tuvimos, creo, alguna vez la pasajera ilusión de imprimir cada una de las modificaciones y de los sucesos, miedos y deseos que allí se amontonan, con la esperanza de compartir aunque sea una difusa pintura de todo eso e intentar transmitir a otros lo que se siente. Pero la verdad es que la mayoría de las gestantes no somos escritoras, y las que lo son, supongo, están demasiado abrumadas por lo que viene después del alumbramiento como para ocuparse de la previa. Rápidamente, el olvido y las constantes novedades se encargan del resto, y lo que fue una de las experiencias lisérgicas más fuertes que se puede vivenciar se va transformado poco a poco en un recuerdo estancado y lleno de clichés.

Gabriela, en cambio, se puso manos a la obra. Reconstruyó en sus pormenores más recónditos esas nueve lunas de espera vigilante, retrospectiva y prospectiva, delineando con precisión de relojería su itinerario de viaje alucinado. El resultado es un libro que excede ampliamente la escritura de una experiencia gestacional y avanza sobre el tema universal de la maternidad con preguntas que no admiten respuestas generales: ¿por qué la maternidad nos sitúa al borde de la estupidez?, ¿el amor de madre es a prueba de monstruos?, ¿se podría matar hijos por amor?, ¿sería capaz de amar a un hijo sin destruirlo?, ¿qué tipo de madre voy a ser?, ¿qué espero de todo esto?, y otras por el estilo.

Hay algo de convencional y algo de escandaloso en el relato de Gabriela Wiener, alternados en un vaivén sostenido que va construyendo las estaciones de su viaje: una de cal y otra de arena, como suele decirse. Lo convencional es la puerta de entrada al libro, empezando por el título y el índice. En efecto, está perfectamente estructurado según las etapas del embarazo: nueve secciones, una por cada mes, la última con la fecha exacta del nacimiento, la que corta el ciclo estableciendo el antes y el después, esto es, el antes de la existencia entrelazada y el después de las vidas que aprenden a diferenciarse. Ahora bien, con adecuadas plantillas censoras, sería posible convertir este libro (que claramente es un anti-manual) en una perfecta guía de la embarazada o en un decálogo de las encrucijadas actuales a la hora de afrontar la maternidad, cuyas secciones se limitarían a explorar los tópicos de cada mes, como el tamaño del embrión y las proporciones del feto, las discusiones médicas acerca de lo que es mejor para el cuidado del mismo, la alimentación de la madre, las precauciones generales de la gestante, los dolores comunes, las consultas a los especialistas, los análisis de rutina, etc.

Lo escandaloso, no obstante, convive aquí con lo convencional y lo pulveriza por dentro. Reside simplemente en el despojo con el cual la autora se muestra en el espejo de su pluma, exponiendo las ideas más oscuras entremezcladas con las revelaciones más pueriles, sin por ello hacernos pensar que estamos en viajes distintos. Por esto mismo, se trata de un libro que no admite la grilla de la censura: simplemente pasa a través de ella, como en un sueño o en un chiste. Disfraza la verdad del agujero negro de la maternidad con ropajes que apenas disimulan el abismo, el dolor, las dudas y la certeza de que, hagamos lo que hagamos, las cosas siempre nos van a salir mal si las medimos con la vara del bien que pretendemos.

La autora se pregunta cómo es posible escribir después del test positivo. ¿Qué sucede con la escritora que, luego de iniciado el viaje hacia la maternidad, pretende seguir escribiendo?“Por lo pronto, el embarazo te convierte en un saco de gases. No hay una pizca de poesía en ello, puedo asegurarlo”(p.24), afirma la autora, arrancándonos una buena carcajada. Claro, venía de publicar artículos periodísticos sobre la gente que encuentra placer en el intercambio de parejas –la subcultura swinger–, investigación que luego continuaría en el libro Sexografías (2008), comprometiéndose en cuerpo y alma a la cuestión y configurando así un yo escriturario erótico, deseante, pornográfico y escandaloso. ¿Cómo componer esta configuración con la de la embarazada pedorra? Parece una verdadera misión imposible. Quizás haya que aceptar, dice la gestante, que para el escándalo hay un límite de edad. Quizás existan momentos en la vida, pocos, en los que hay que tomarse más en serio la vida que la literatura.

Nuestro propio lado pacato se apresta a encenderse acompañando estas declaraciones con preguntas obvias, pero la escritora nos ahorra la vergüenza, porque se la carga en sus propios hombros, siendo ella misma la que formula esos interrogantes pasados por la “moral de madre”: ¿qué pasará cuando esa pequeña célula que crece en su cuerpo aprenda a leer, se desayune con las descripciones de su madre respecto del sexo grupal o de sus propios trabajos de campo, se enfrente a la burla de sus amiguitos, deba dar explicaciones y, peor aún, las exija?, ¿en qué colegio alternativo debería matricularlo?

Y no es que se burle de ese costado moral. De hecho, reconoce que con el pasaje hacia la maternidad, ha adquirido sin saberlo un paquete explosivo de mandatos, prejuicios, temores y advertencias que deberá aceptar con resignación antes de poder siquiera imaginar las estrategias que intentarán desactivarlo. No obstante, es evidente que ha podido dar con alguna fórmula maestra, teniendo en cuenta que ha logrado conjugar en este libro la maternidad y la poesía, la convención y el escándalo, para entregarnos una memoria lúcida de sus avatares. Y quizás esa fórmula consista en hacer trabajar a la literatura a contrapelo de la vida y no hacerle asco a nada, ni siquiera al asco frente a la nada.

Los materiales de su relato se apilan como suelen hacerlo los libros sobre la mesa del estudioso obsesionado por algún tema puntual, con una sola diferencia, que es crucial: los tratados, ensayos y manuales, junto a una gran cantidad de producciones culturales sobre la maternidad (películas, canciones, poemas, novelas), aparecen aludidos por una escritura que se estructura según el plan riguroso de la investigadora, pero que, al mismo tiempo, se deja desbarrancar alegremente por la mirada hormonalmente drogada de la gestante. El resultado es algunas veces humorístico, otras veces tierno y algunas otras repulsivo, pero la mayor parte del tiempo es inquietante.

Los tabúes en torno a la maternidad se diseccionan aquí con el mayor de los desparpajos, como si un ser sin escrúpulos se hubiera puesto a agitarlos para saber cómo suenan. El apetito sexual y su desaparición, los tres abortos provocados y el temido aborto del hijo esperado, la crueldad entre madre e hija y el miedo a su repetición, el amor de madre y su efecto destructivo, el gusto por la estética gore y un porvenir rosa o celeste, entre otros, emergen como fantasmas del pasado y monstruos del futuro, perforando el devenir de la “dulce espera” y defraudando todo anhelo de armonía.

Cuando se emprende el viaje hacia la maternidad, aparece una cantidad impredecible de temas y problemas que no es posible ni siquiera vislumbrar cuando la vida nos lleva por otros carriles. Como en todo, las diversas posiciones recubren un espectro complejísimo y enorme en el que se acomodan, en uno de los polos, la experticia, la erudición y la planificación obsesiva, y en el otro, el espontaneísmo, la intuición y el “laissez faire, laissez passer”, dejando en el medio una zona indeterminada en la que las beneficiadas con la dudosa ciudadanía de “madres”, a duras penas, logramos ubicarnos. En ese marco, aparecen las portavoces de nuestro entorno: madres, abuelas, tías, primas y amigas que nos ofrecen – se la pidamos o no– su propia versión de la vivencia en cuestión. El rompecabezas deforme que logramos armar con estos testimonios (no hay aquí ninguna imagen-guía que augure aunque más no fuera una pintura cubista) nos permite, al menos, diferenciar los lugares comunes, es decir, los estereotipos heredados, de aquellos que revisten algún tipo de originalidad o que, al menos, la anhelan. En esto, Gabriela Wiener también nos muestra sus piezas. Presenta, a lo largo de sus cambiantes lunas, algunas de sus interacciones con otras mujeres entre las que le interesa indagar concretamente qué les ha sucedido en el momento del pasaje a la maternidad, más allá de los testimonios que estén dispuestas a dar acerca del significado de esta experiencia en sus vidas, o de lo mucho que han cambiado sus costumbres, sus prioridades y sus perspectivas a partir del alumbramiento.

En su viaje al pasado, que coincide con la visita familiar al Perú natal cuando cursaba ya su cuarto mes de embarazo, la casa de la infancia con sus sabores, olores y decorados, el encuentro con su madre, su abuela, sus amigas y el recuento de sus mascotas, esas “experiencias previas cercanas a la maternidad” (p. 77), van otorgando densidad y a la vez ligereza a la cuestión. Con una profunda sensibilidad que casi siempre degenera deliberadamente en sensiblería y que combina perfectamente con la clave humorística e irónica con la que la autora teje sus relatos, intenta averiguar qué ha sucedido con la vida sexual, con la forma de los cuerpos, con la moral y el carácter de estas mujeres (incluida la niña que ella misma fue en el pasado, la cuidadora de mascotas). Estos detalles obsesionan a la Gabriela gestante en su búsqueda incesante por aquello que explique al menos una parte de la mutación monstruosa que está experimentando. Pero la Gabriela escritora susurra a nuestros oídos, y al oído de su otra, que el abismo de la maternidad suele burlarse de los sucesos, los testimonios, las recetas y las guías, como también se burla de los develamientos y de la introspección lúcida, aunque los necesite. En este abismo disfrazado de “campo de fresas” (así llama al área de cobertura de su madre),lo único duradero será el ejercicio de entrar y salir de allí con más o menos furia, con más o menos agallas o con más o menos resentimiento.

Estar dentro y fuera del campo de la maternidad, esa es la cuestión. En su viaje al futuro, que aparece en este libro bajo forma de epílogo, Gabriela madre comparte el escondite del armario con su hija Lena y se recuerda hija y nieta, cuando solía esconderse de su padre en el armario de la abuela. En la oscuridad, expectantes y divertidas, están al mismo tiempo dentro y fuera del campo, cada una anhelando cosas distintas, una con sus ojos en el pasado, rememorándose, la otra con sus sentidos en el porvenir, esperando el momento de decir hasta luego.

Aquellos y aquellas que deseen aceptar la invitación de Gabriela Wiener y emprendan junto a ella el viaje hacia la maternidad que nos propone, seguramente quedarán gratamente sorprendidos por este libro y no permanecerán indiferentes a los desafíos lanzados por su aguda escritura.

* Doctora en Ciencia Política por la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Docente e investigadora por la Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Directora del Centro de Estudios Periferia Epistemológica (CEPE), Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Rosario, Argentina. Docente del Instituto Universitario Italiano de Rosario, Argentina.
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