Marea Editorial

“Soy una convencida de la capacidad esclarecedora de la ficción”

Luisa Valenzuela lleva largo tiempo transitando la literatura, el periodismo y los intersticios entre ficción y realidad. Como un testimonio más de este vasto recorrido, la premiada escritora publica por estos días La mirada horizontal, una selección de sus artículos desde 1965 hasta la actualidad, y la novela policial Fiscal muere, una inmersión ficcional en la trama del caso Nisman.

La autora de casi 40 libros afirma en entrevista con LA GACETA Literaria que, aunque antes sentía que “periodismo y literatura corrían por canales distintos”, ahora observa “las fisuras que se producen, sobre todo cuando se cuela la experiencia periodística de investigación y captación inmediata en la escritura de una novela”. La novela Fiscal muere (interZona) sigue los pasos del ex comisario Masachesi y Teldi, los personajes que reeditan su noviazgo de juventud y aplicarán procesos deductivos para develar el enigma. “Creo en la verdad a la que se puede acceder por la vía de la pura ficción”, dice la narradora y ensayista. Al mismo tiempo, la autora de Cola de lagartija y Realidad nacional desde la cama sostiene: “Gracias al periodismo, la calle fue mi escuela”. Entre entrevistas y crónicas, por las páginas de La mirada horizontal (Marea) desfilan Carlos Fuentes, Susan Sontag, Juan Filloy, Martín Karadagián, Les Luthiers y Nicolino Locche, así como el barrio de Belgrano, los cafés de Buenos Aires y notas de múltiples viajes.

- ¿En qué medida difieren los desafíos de la escritura literaria de los de la periodística? ¿Disfruta de ambas por igual?

- El trabajo con el lenguaje en general me produce una enorme exaltación. Pero sentía que periodismo y literatura corrían por canales distintos, o ponían en funcionamiento diferentes zonas del cerebro. Debía apartarme de uno para ingresar al otro. Ahora no estoy tan segura. Veo las fisuras que se producen, sobre todo cuando se cuela la experiencia periodística de investigación y captación inmediata en la escritura de una novela.

- ¿Cuáles fueron las entrevistas más entrañables que realizó o que más la marcaron?

- Todas las entrevistas fueron entrañables para mí, porque se generaba una empatía especial y la persona entrevistada me abría el cofre del tesoro de su universo creativo. Hasta Nicolino Locche o el Toto Lorenzo -vaya sorpresa-, quizá porque me acerqué a ellos sin pretender saber algo de boxeo, o de fútbol, según el caso. Y no sólo las entrevistas, también las notas de viaje me devuelven la emoción de aquellas percepciones y revelaciones. El acercamiento al otro, lo otro, lo diferente. Todo de alguna manera siempre fue para mí una aventura.

- ¿Qué impacto le produjo ver reunidos sus artículos desde 1965 hasta la actualidad?

- Es un recorte, pero ver reunida una buena parte de mi labor periodística me resulta exultante. Agradezco de alma a Marianella Collette, que tuvo la idea e hizo la compilación y el prólogo, y a Constanza Brunet, la editora que publicó un muy bello libro. En cuanto a mi trayectoria, como no cursé estudios superiores, gracias al periodismo la calle fue mi escuela. De muy joven trabajé de planta en un importante periódico (la “tribuna de doctrina”, se autoproclamaba), y tuve la inmensa fortuna de tener por jefe a Ambrosio Vecino, verdadero maestro de escritura, cosa muy rara en el oficio.

- ¿Qué le atrajo del caso Nisman o por qué lo consideró digno de transformarse en material literario?

- Primero surgió el protagonista, Santiago Alberto Masachesi, un comisario retirado muy sui generis. Meses después el mismo personaje, en bloque y como en un flash, me brindó una posible solución al misterio de esa precisa muerte tan manoseada y explotada por el gobierno anterior. Un supuesto “asesinato” que habría tenido lugar en un ambiente al que resultaba imposible ingresar desde fuera sin dejar rastros. Por supuesto tratándose de una novela los nombres propios no aparecen, pero están implícitos. Soy una convencida de la capacidad esclarecedora de la ficción.

-¿Cómo es y ha sido su relación con el género policial? - Mi relación con el género supo ser casi carnal. En la adolescencia tuve la enorme fortuna de que Borges, amigo de mi madre, me fuera regalando los libros de la colección Séptimo Círculo, que él dirigía junto a Bioy Casares, a medida que aparecían. Los fui devorando con deleite, experiencia que le regalé a Masachesi cuando él me impuso el deber de contar su vida antes de largar su brillante deducción. - ¿Comparte la reflexión de Teldi, según la cual una novela es “un complejo circuito cerrado, una especie de masaje del alma”?

- La comparto en parte, como bien parecería indicar el verbo compartir. Porque también creo que la novela es una patada a los convencimientos estratificados. Más que un masaje puede llegar a ser un agitador del alma. Pero sí, como Teldi -mi protagonista-, creo en la verdad a la que se puede acceder por la vía de la pura ficción, esa que no viene con mandato impuesto desde fuera, que no pretende aleccionar ni bajar línea.

- Fiscal muere se desarrolla en pandemia. ¿Hubo una decisión deliberada de escribir al respecto? ¿Cómo impactó la pandemia en su escritura?

- Lo de “decisión deliberada” lo dejo para las columnas de opinión, ni siquiera para el periodismo llano, ese que hoy en día y en muchos casos se ve tan bastardeado. Así que la pandemia entró en mi novela porque estaba allí, como el Everest para Hillary. Pero no tuve que escalarla, sólo observarla con la necesaria distancia y desapego. Porque el entuerto de la muerte del fiscal sigue vigente, y la pandemia también, ¡qué le vamos a hacer! Sólo tratar de encarar todo con cierta valentía, y en lo posible escribirlo.